Cuando aún resonaban los cánticos de algarabía por el triunfo que aseguraba un tercer gobierno del Frente Amplio –y entre ellos los de dirigentes y militantes destacados, dando razón al dicho que no hay peor sordo que el que no quiere oír–, Vázquez anticipaba que sus anuncios serán ejecutados, desconociendo las raíces y fundamentos de la coalición, antimperialistas, antioligárquicos y contra el gran capital. A tales fines, designa a un gabinete con estrechos colaboradores, al tiempo que el futuro canciller Rodolfo Nin Novoa –que juega “de taquito” con el presidente– realiza declaraciones preocupantes para Brasil, Argentina y la región, recibidas con alborozo por Estados Unidos y los reaccionarios locales.
Durante la campaña electoral se dijo que había un acuerdo para no incursionar en la política internacional. Haya existido o no tal acuerdo, es evidente que ese aspecto siempre quedó enclaustrado en pequeñas elites, como cuestiones que no interesan al pueblo, preocupado sí por el trabajo, la educación, la seguridad o la vivienda. No obstante, es obvio que sin definirse la situación internacional mal podrán programarse las “cuestiones internas”. A modo de ejemplo, no son iguales los recursos y las fuerzas destinados a ellas si el país goza de un período prolongado de estabilidad y paz, o si enfrenta un conflicto; si el país está en la órbita de una sola potencia, o si existe una lucha áspera entre varias.
DE BATLLE A VÁZQUEZ. Cuando Vázquez asume la primera transición presidencial (2005) la región se encamina hacia rumbos opuestos a la tradicional subordinación a Estados Unidos. Hugo Chávez desbarata un golpe de Estado (2002), Lula y Néstor Kirchner firman el “Consenso de Buenos Aires” (2003) antagónico al de Washington, y ambos mandatarios, en abierto apoyo a Vázquez, aprovechan un encuentro gubernamental con Jorge Batlle en Montevideo para fotografiarse junto al político desafiante. El “populismo radical,según el comandante del Comando Sur, entre otros hechos se expresa en ese Consenso de Buenos Aires “porque prioriza los intereses de los países pobres frente a las obligaciones económicas y democráticas internacionales de esos estados”.1 Mientras tanto, George W Bush mantiene su “guerra preventiva”, se incrementa la pugna económica entre los componentes de “la tríada” (Estados Unidos, Unión Europea y Japón) y China avanza como potencia.
La función de Uruguay para Estados Unidos –heredero de la política británica– fue y es desintegradora. El tono bajo el gobierno de Jorge Batlle lo sintetiza El Observador: “Parece estar tomando cuerpo una natural alianza uruguaya de hecho con Estados Unidos ante Brasil y Argentina en torno al comercio”.2 Pero el discurso inaugural de Vázquez marca otro rumbo: “El compromiso con el Mercosur y el carácter prioritario del proceso de integración como proyecto político estratégico en la agenda internacional de Uruguay”.3
Pese a los anuncios, los pasos de Vázquez son esclarecedores: en Mar del Plata, cuando los cuatro del Mercosur más Venezuela rechazan el Alca (2005), firma un tratado bilateral de protección de inversiones con Estados Unidos, equivalente a medio Tlc según Danilo Astori; encara un Tlc con Estados Unidos, urgido por ser “el último tren”, al que deberá renunciar por la movilización popular, la resistencia del canciller Reinaldo Gargano y la presión de sus vecinos; o aun más categórico, en pleno conflicto con Argentina –planta de celulosa de Botnia de por medio– apela a Bush ante la eventualidad de una guerra. Por fin, Gargano es sustituido por Gonzalo Fernández, hombre de confianza del presidente y elogiado desde la embajada estadounidense
DE VÁZQUEZ A MUJICA. Danilo Astori, líder de una tendencia entusiasta del “modelo chileno”, promotor del tratado bilateral de protección de inversiones (aprobado), del tratado de libre comercio (no aprobado), del Tifa y de los acuerdos en el marco del Tifa (aprobados), de la orientación económica basada en las inversiones extranjeras, de “abrir” al país con tratados y zonas francas, de hacer retroceder al Mercosur a una zona de libre comercio. La fórmula la completa con José Mujica, consciente de la heterogeneidad del Fa y de la segura derrota sin su presencia.
Pero la respuesta del congreso del FA y de la ciudadanía en las internas es la rotunda victoria de Mujica y la derrota de Astori. También fracasa un movimiento reeleccionista. Eleuterio Fernández Huidobro advertía que es “muy probable que esté naciendo una nueva fuerza política (el vazquismo). Lo de la unidad, y muy en especial lo del consenso, también van quedando averiados (…) y la militancia desubicada como Adán en el Día de la Madre (…) Estamos ante un hecho consumado (…) un momento crucial, de grandes cambios en el FA”.
Antes de asumir la Presidencia, Mujica viaja a Buenos Aires y deshace el “entuerto” de la “guerra” contra Argentina, levanta la oposición de Vázquez a la candidatura de Kirchner para presidir la Unasur, se acerca a Brasil hasta graficar las relaciones con la expresión de ir“en el estribo” del gigante sudamericano, recoge las tradiciones internacionalistas y nacionalistas de la izquierda. Además fija otra relación entre el gobierno y el FA: “Lo importante es qué queremos: ¿partido de opinión o fuerza que contenga militantes?”. Y marca diferencias: a Vázquez “lo sacaron de La Teja y lo rodearon de asesores. Es posible que no haya tenido el olfato de ver más abajo, la estructura del FA es gloriosa, hay que respetarla”. “Me siento representante de los astrosos, de los desarrapados, de los incultos (…). Sé que cometen errores en pila, pero son los míos.” “Yo pertenezco a esa generación de tipos que se pueden haber equivocado, pero pagamos por eso. Y no reclamamos nada.”
Después Mujica apoya el regreso de Vázquez… Y pese a sus volteretas (algo así como la marca Mujica) se alinea con la Unasur, con el Mercosur y recibe la admiración mundial. Un hecho muy significativo es cuando acompaña a Argentina y Brasil en la Cumbre de Mendoza (2012) y suspenden al Paraguay golpista y le dan entrada a Venezuela, admitiendo que la política antecede al derecho.
DE MUJICA A VÁZQUEZ. La tercera transición se presenta como un notable retroceso, mientras resurge el rol de Uruguay Estado tapón; y aun peor, el bosquejado por los círculos militares reaccionarios, de Estado disuasor al estilo de Israel, contra sus vecinos. Detrás, como teoría mentecata, domina la ilusión que Uruguay puede ser “país de primera” sin romper la soga imperialista que lo asfixia.
Como bien expresara Oscar Bottinelli, tras el veto presidencial a la ley de salud sexual y reproductiva “Tabaré Vázquez es un cuerpo extraño en la izquierda uruguaya, cuyos valores más profundos no comparte”. Obviamente la condición de cuerpo extraño se extiende al concepto de integración “nuestro-americana”, o a la lucha contra el sistema capitalista.
Y ahora su primer paso es sacar del medio al FA, dar por hecho que “el cordón umbilical” está más que cortado entre el gobierno y el FA. Gobernará él, con tres figuras clave. Astori, ariete del “regionalismo abierto”, que en los últimos años se ha manifestado contrariado por el ingreso de Venezuela al Mercosur y la suspensión de Paraguay tras el golpe “parlamentario” y propulsor del ingreso pleno de Uruguay a la Alianza del Pacífico; Nin Novoa, que “en lo personal” (¡declara como electo canciller!) está de acuerdo con trabajar un Tlc con Estados Unidos, reclama mucha atención hacia la Alianza del Pacífico, propone “estudiar con cabeza abierta y sin prejuicios” el ingreso a ese bloque, y recalca que “no nos vamos a cerrar a nada”. Además, en su primera actividad asiste a despedir a la embajadora estadounidense Julissa Reynoso, quien precisa que “no sé si se va a llamar Tlc”, dato clave para disminuir la oposición al tratado. Y Fernández Huidobro, víctima del síndrome de Estocolmo, que refrenda el Estado disuasor al promover una base naval en el puerto de Fray Bentos.
Uruguay, pues, camina hacia la pérdida de soberanía con espejismos varios: el Tisa (sigla inglesa de un tratado de servicios comerciales, nueva modalidad del “libre comercio”), la Alianza del Pacífico, el Acuerdo Marco de Defensa con Estados Unidos, negociado para sustituir al Convenio Militar de 1952, y el acuerdo logístico ya firmado, a la espera de tratamiento parlamentario, en la lógica del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de 1947 y en el espíritu de la Guerra Fría, ahora enfilado contra China y Rusia. De todos modos, el mayor espejismo es ideológico (de los que dicen no querer “ideologizar”): la excepcionalidad uruguaya.
Me permito autocitarme: “El camino del gradualismo reformista se ha basado en protagonistas y en circunstancias también disímiles. El más extendido ha sido el de la socialdemocracia europea. En otro marco geográfico, social, político, el batllismo ha obtenido ciertos éxitos. La situación concreta uruguaya actual, ¿tiene afinidad con algunas de estas experiencias reformistas? ¿Qué significado tendría hoy un nuevo batllismo? (…) La cuestión radica en que el imperialismo y sus aliados nos cierran esa vía (…). Por eso las clases, sectores e individuos que se ubican en la vanguardia ideológica y política deben bregar por profundizar las transformaciones que transitan al socialismo. No transitar esa senda equivale a cavarse la propia fosa. Jorge Árrate, candidato presidencial chileno en 2010 por los Socialistas Allendistas-Frente Amplio, ha subrayado la derrota de la Concertación y de los socialistas, porque éstos no pudieron hacerla de izquierda (anticapitalista) y aquélla degeneró a éstos. Las consecuencias para el pueblo son que como nunca la derecha está más fuerte, la izquierda más fragmentada, sin rumbos y desmoralizada, y la apatía popular se traduce en que la mitad de las mujeres y hombres en edad de votar no se inscriben en el padrón electoral. No repitamos esa experiencia”.4
La recomendación de la conservadora Heritage Foundation en el gobierno de Bush, de atraer a Vázquez y Astori parece haber rendido frutos. Estados Unidos intenta repetir en Uruguay la cooptación que ha llevado a la capitulación del gobierno de Lucio Gutiérrez en Ecuador. O conducente a que Uruguay asuma la postura de Chile, condicionado en términos económicos, políticos y militares. Las señales del tercer gobierno no permiten que se le trate con guante blanco: el gobierno de Vázquez apunta a que Uruguay reasuma su rol de Estado tapón y disuasor.
Desde el anticipado verano uruguayo las masas populares tendrán que hacer el durísimo aprendizaje de descubrir que quienes creían tener como dirigentes confiables defienden intereses opuestos a los suyos. La experiencia concreta, y sólo ella, será capaz de “despertar a los mamados”, al decir de Lucía Topolansky. Para que los daños no sean irreversibles, se vuelve imprescindible acompañar y activar ya la resistencia popular.
1. General James Hill, Informe Especial de La Juventud, 16-V-04.
2. Editorial de El Observador, “El Alca no quita lo bilateral” (2-IV-01).
3. La República, 2-III-05.
4. Julio A Louis. Batlle y Ordóñez: apogeo de la democracia burguesa. Del batllismo relegado al reformismo renacido. Arca, 2011.