Enrique Vila Matas. Autor de una treintena de títulos entre los que están Bartleby y Cía, París no se acaba nunca, El mal de Montano, Dublinesca, estuvo en 2014 en la Documenta, a raíz de lo cual publicó Kassel no invita a la lógica; también fue este el año de su primera visita a Montevideo, por lo que se espera alguna versión sanmariana de su narrativa.
—Gallimard ha editado el primero de los cuatro volúmenes que han de acoger una quinta parte de las más de 15 mil cartas que Samuel Beckett escribiera y que inicialmente él prohibió publicar. Lettres, tome I (1929-1940), el primer volumen de esas cartas, me ha fascinado. Un violento y complejo proceso de extirpación de toda tiranía matriarcal, familiar, nacional, estatal, con el consiguiente abandono de la plomiza lengua nativa, también de la patria somnífera, de los grandes maestros espesos, de Irlanda misma en su totalidad, y de todo lo demás, incluida cualquier esperanza. Capaz de romper con todo. Uno piensa al leerlo: eso sí que es verdaderamente un escritor joven.
Circe Maia. La poeta de Tacuarembó (aunque nacida en Montevideo), además de legar una obra exquisita reunida por Rebeca Linke, es una persistente traductora. Entre sus últimos libros se encuentra, precisamente, una antología bilingüe del poeta escocés Robin Fulton.
—Galaxias, de Haroldo de Campos, fue el libro que leí, de a pedacitos, durante todo el invierno. No por su longitud –no es un libro extenso– sino por la complejidad de su escritura. Requiere una primera transformación: debe ser leído en voz alta, debe ser escuchado. El propio autor lo reconoce: “La oralización de las galaxias siempre estuvo implícita en mi proyecto”, nos dice. Un libro “que se sitúa en la frontera entre prosa y poesía” necesita salir de la página, pues la primera impresión del lector, al no encontrar signos de puntuación, puede ser agobiante. Las palabras necesitan flotar en el aire de la poesía oral, que se dice y se escucha. El título de una nota escrita por el autor (“Ora, diréis, ouvir galaxias…”) remite al recuerdo del primer verso de un soneto de Olavo Bilac: “Ora, diréis, ouvir estrelas…”. Se trata, entonces, de oír algo visual. Dos actividades, entonces, que se necesitan una a la otra, pues la voz es ciega y el sonido invisible. ¿Actividades complementarias, entonces? Es algo más que eso. No es que el oído añada algo a la visión, algo que a ella le falta, sino que son dos mundos autónomos. Sin embargo, lo percibido visualmente y las cualidades fonéticas de la lengua logran en estas Galaxias corresponderse en una forma extraordinaria. Hay algunos momentos narrativos, pero predomina lo visual. En cuanto a las asociaciones en las que una palabra conduce a otra por su sonido o a otra en otra lengua, el resultado puede parecer un juego lingüístico, pero es mucho más que eso. Se trata siempre de trasmitir una experiencia de algo vivido con gran intensidad en un viaje por distintos lugares. No se trata de crear otro mundo independiente de éste, sino que –por alejadas y complejas que nos parezcan– estas Galaxias alumbran también nuestro mundo.
Pedro Peña. Es narrador oriundo de San José y este año publicó A veces tarda, casi nunca llega, un policial editado por Hum en la colección Cosecha Roja.
—Por suerte este año me deparó varias lecturas interesantes. Entre los uruguayos me gustaría destacar dos novelas: Matufia, de Rodolfo Santullo, y El orden del mundo, de Ramiro Sanchiz. Dos trabajos bien distintos de autores que comparten generación. En el terreno filosófico me resultó ampliamente disfrutable y problematizador uno de los últimos trabajos de Zygmunt Bauman: La cultura en el mundo de la modernidad líquida. Pero sin dudas mi lectura favorita de este 2014 fue “El wendigo”, un cuento extenso del autor inglés Algernon Blackwood (1869-1951). Se trata de la historia de un grupo de cazadores de alces en los bosques desiertos y helados de Canadá a fines del siglo XIX. Pero también es la historia de la locura, del delirio colectivo, de las desviaciones de la mente hacia derroteros imprevisibles y virtualmente imposibles. En ese aspecto, “El wendigo” es un cuento de terror psicológico que parte de una tradicional leyenda nativa. Las descripciones del escenario natural de los bosques canadienses al noroeste de Ontario, con lugares emblemáticos, como Rat Portage (hoy Kenora) y Fifty Island Water, son otro de los puntos altos del cuento.
Dani Umpi. Nacido en Tacuarembó en 1974, es músico, escritor y artista visual. Entre sus libros se encuentran las novelas Aún soltera, Miss Tacuarembó, Sólo te quiero como amigo y Un poquito tarada. También publicó cuentos, libros para niños y poesía.
—Tuve el lindo honor de ser uno de los presentadores de la edición mexicana del libro La orden secreta de los ornitorrincos, de la brasileña María Alzira Brum, en la Feria del Libro del Zócalo. Su obra no ha tenido suficiente eco en Uruguay, aunque alguna que otra editorial haya manejado la posibilidad de publicarla. Brum es una rara avis de las letras contemporáneas que con su vida muestra cómo se mueve el mundo actual. Una mujer nómada, nacida en Brasil, que escribe en español y que ha vivido en diferentes ciudades latinoamericanas. Actualmente reside en México, realizando trabajos de rescate de la memoria oral de algunos pueblos originarios. A los elogios merecidos por este libro (googlear, por ejemplo, la crítica que le hace Isaac Magaña Gcantón) hay que agregarle el interés que despierta en nuevos lectores. Es interesante la empatía de Brum con escritores jovencitos. Podría decirse que es una jovencísima escritora “casi” experimental. La orden secreta… es un libro muy astuto, comprador, con tantas vías de acceso como lectores. Es una montaña de cabos sueltos que se van “linkeando” a medida que avanza la lectura, con guiños de todo tipo, mundanos y eruditos. Es admirable cómo logra definir los personajes a través de una vorágine angurrienta de datos y minirrelatos que te hacen sentir un detective de anécdotas. Es un libro inclasificable, de apariencia sencilla y modesta, pero con unos arranques de astucia que te hacen decir “¡Apa! ¿Y estooo?”. Muy bueno.
Carlos Liscano. El escritor de El furgón de los locos y director de la Biblioteca Nacional presentó este fin de año un nuevo libro: Escritor indolente (Irrupciones).
—Leo poco. Este año tuve mucho trabajo en la Bnu. Se publicaron tres libritos míos de dibujos y textos y Escritor indolente, tareas que me exigieron mucho esfuerzo. A principios de año me propuse releer Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. Por tres motivos: porque lo leí hace muchos años y sentía que lo había leído mal; porque su forma, entradas breves, me permitía leerlo en cualquier momento que tuviera tiempo; y porque pensaba que necesitaba releerlo como apoyo e inspiración para mis propias reflexiones sobre la escritura.
Marcia Collazo. Narradora uruguaya que cobró fama con Amores cimarrones. Las mujeres de Artigas, este año ganó el premio Bartolomé Hidalgo con un volumen de cuentos: A bala, sable o desgracia. Cuentos de mala muerte.
—Sin dudarlo, mis mejores lecturas de este año fueron el japonés Yasunari Kawabata (En el lago) y la brasileña Clarice Lispector (La pasión según G H). Ambos saben desnudar la realidad desde sus aristas más inquietantes y vincularla con el alma humana, al punto de que las cosas del mundo y el alma que en ellas se sumerge llegan a ser una sola en visiones de tremenda fuerza. Libros difíciles y fáciles a la vez, porque hacen de lo complejo lo simple, y de lo cobarde de la vida lo más valiente de ella.
Martín Kohan. El escritor argentino que con Ciencias morales (2007, también llevada al cine) ganó el Herralde de narrativa, acaba de publicar un nuevo libro de ensayos: El país de la guerra.
—Mi mejor lectura de 2014 fue una de las mejores que haya hecho en los últimos años. Porque considero que La familia, de Gustavo Ferreyra (Alfaguara), es una de las mejores novelas que haya dado la literatura argentina. Ferreyra tiene una captación muy perfecta de lo que es sórdido o siniestro; ahora ha convertido esos mundos tan singulares en una clave de comprensión de los dispositivos familiares. De ahí lo inquietante de La familia, uno de esos libros que, en el mejor sentido de la expresión, no leemos sin que nos afecten.
Ignacio Echevarría. Nacido en Barcelona en 1960, entra a esta encuesta como insumo testimonial de la categoría crítica. Fue crítico en Babelia, de El País de Madrid, de la que salieron dos libros: Trayecto. Un recorrido crítico por la reciente narrativa española (2005) y Desvíos. Un recorrido crítico por la reciente narrativa latinoamericana (2006). Fue el editor póstumo de Roberto Bolaño y, entre otros muchos títulos, de la poesía completa de Nicanor Parra.
—Las primeras 50 páginas de El comité de la noche (Literatura Random House) no dejan lugar a dudas: Belén Gopegui sigue siendo una de las más dotadas e intensas voces de la narrativa en lengua española, capaz de operar simultáneamente en registros que se hubieran dicho incompatibles pero que su sabiduría estilística acierta a combinar con toda serenidad, simplemente dosificando lucidez, contundencia, profundidad y lirismo. Dichas páginas actúan al modo de una obertura a la que sucede un trepidante thriller sobre el tráfico internacional de sangre con el que Gopegui da una nueva vuelta de tuerca a su empeño de tensar al máximo las convenciones tanto de la novela culta como de la novela popular, con vistas a dilatar el restringido campo de operaciones al que suelen confinarse. La flagrante intencionalidad política de las novelas de Gopegui eclipsa demasiado a menudo la audacia de sus planteamientos literarios y el modo tan eficaz en que explora y subvierte la “moralidad” del género. Los presupuestos de este proceder son expuestos con admirable rigor y contagiosa elocuencia en Rompiendo algo (Ediciones Universidad Diego Portales), volumen que reúne un buen número de ensayos, charlas y artículos de Gopegui en los que se hace patente ese “plan” que le atribuía Damián Tabarovski, consistente en “pensar no la literatura como algo político, no la narrativa para criticar el poder”, sino a la inversa, “la novela como un contrapoder y la escritura como una contrapolítica”.
Natalia Mardero. Con Posmonauta se reveló en 2001 como autora joven y se llevó unos cuantos premios. Este año la flamante Cordón Soho viene dando que hablar y discutir en la prensa y las redes.
—En 2014 Donna Tartt (Greenwood, Mississippi, 1963) ganó el Pulitzer por El jilguero, pero decidí conocerla a través de su novela anterior, Un juego de niños, editada en español el mismo año por Lumen. El enamoramiento con su escritura fue inmediato. Este novelón de más de ochocientas páginas no intimida, más bien todo lo contrario. La historia se sitúa a orillas del Mississippi. Harriet, la protagonista, es una niña que busca develar el misterio de la muerte de su hermano Robin, quien apareciera muerto en el jardín de la vieja casa familiar cuando ella era apenas una bebé. A partir de entonces un puñado de personajes comienzan a tomar forma; se hacen creíbles, intensos y perdurables. Tartt mantiene viva esa fuerte tradición literaria sureña y femenina que siempre me ha conmovido. No faltan aquí los dulces sopores de verano llenos de rodillas lastimadas, árboles centenarios y habitaciones impregnadas de secretos. Un juego de niños puede compartir estante sin sonrojarse con los clásicos Matar un ruiseñor, de Harper Lee, o Frankie y la boda, de Carson McCullers.
Edmundo Paz Soldán. (Cochabamba, 1967.) Narrador boliviano residente por muchos años en Estados Unidos y referenciado como un integrante de la “generación McOndo”. En 2014 publicó una novela de ciencia ficción: Iris (Alfaguara).
—Es un poco complicado escoger un solo libro, de todos modos, ya que estamos en Uruguay, yo recomendaría El orden del mundo, de Ramiro Sanchiz, una novela sobre la construcción de mundos alternativos, muy ballardiana, y que es a la vez un mundo alternativo en sí misma. Una novela que comienza en clave realista para luego torcerse de forma espectacular. La novela más madura de Sanchiz, un antes y un después en una obra muy ambiciosa.
Gustavo Espinosa. Nació en Treinta y Tres (1961), vino a Montevideo a estudiar literatura y regresó a su departamento en 1986, donde hoy reside. Es autor de elogiadas novelas: Carlota podrida y Las arañas de Marte, entre ellas.
—Hace pocos días Amir Hamed publicó Ella sí, un libro chico e intenso, propuesto como el segundo tomo de una trilogía que se abrió con Encantado y que promete clausurarse con M. Las sesenta páginas de Ella sí forman parte de un proceso de degeneración de la escritura de Hamed. Esto es: una especie de desmadre de los procedimientos de invención de sentido, un desquiciarse preciso y deliberado de la fabulación, que desborda o entrevera la institución de los géneros literarios. Creo que esta tendencia puede haber empezado en Retroescritura (1998). Sin embargo, lo que más me alegra de este texto es lo que en él hay de narrativo y de poético. El libro empieza con Dante, soñado como pavo real por su propia madre, para terminar con Dante visto como hiena por Nietzsche. Entre ambos extremos Hamed escudriña e inventa un Dante exorbitado, desautomatizado, a quien hace derivar de un modo inaudito por el hipertexto de la civilización. Este itinerario nos da el placer de pensar –nos propone una especie de espectáculo de reprogramación de la tradición– sin renunciar a la fluidez de lo contado, mediante una prosa que –sin dejar de fluir– parece que siempre está a punto de estallar, como un sistema de frutos extraños.
João Gilberto Noll. Escritor gaúcho, vive en Porto Alegre y ha sido traducido a cantidad de lenguas. En español ha sido editado por el sello argentino Adriana Hidalgo, disponible en Uruguay. En 2012 publicó Solidão continental.
—El mejor libro que leí en 2014 es de poemas: Mesmo sem dinheiro comprei um esqueite novo, de Paulo Scott, uno de los representantes fuertes de la nueva literatura brasileña. Una poesía tortuosa, oblicua, que sin embargo refleja la verdad desquiciada de todos nosotros. Universal.
Carlos María Domínguez. Su última novela fue Waldemar Hansen (2013), ya traducida al alemán, chino y turco. Acaba de sacar un volumen con todos sus cuentos: Mares baldíos (Mondadori).
—Pannonica, de Hannah Rothschild (Circe, Barcelona, 2014). Es la biografía de Nica, la “Baronesa del Jazz”, una Rothschild de sangre inglesa que después de vivir en los castillos del dinero y combatir junto a su marido en la Segunda Guerra Mundial, desertó de la familia para cuidar durante 28 años a Thelonious Monk y compartir la vida de la generación del bebop en Nueva York. En su habitación de hotel murió Charlie Parker, y le inspiró a Julio Cortázar el personaje de Tica en su cuento “El perseguidor”.
Escrita por una sobrina nieta, la biografía permite despejar confusiones introducidas por Cortázar y comprender que no siempre los caminos van a Roma. Monk y Nica eligieron vivir la vida cada uno a su modo, estaban un tanto locos, pagaron por eso, y tuvieron un raro destino.
No es el libro de una escritora, es el libro de la heredera de una intriga familiar. Pero está bien escrito, es honesto, y acerca un retrato muy singular del siglo XX.
Mercedes Estramil. Es novelista y poeta, también reconocida como crítica literaria. Autora de las novelas Hispania Help e Irreversible, acaba de publicar Caja negra, un libro de cuentos.
—De las lecturas de 2014 me impactó Bresson por Bresson, recopilación de una serie de entrevistas realizadas al cineasta Robert Bresson entre 1943 y 1983 para distintos medios de prensa. Más allá de que se comparta o no la visión bressoniana de lo que él llamaba “cinematógrafo” y el resto del mundo llama “cine”, o su enfoque técnico o sus tics particulares, en estas entrevistas nos topamos con dos cosas: un creador seguro de sí mismo (sin ser arrogante) y respetuoso de los demás (sin ser complaciente), y un tipo que sabe de lo que habla. En cada diálogo se trasunta la honestidad de Bresson para con su propio arte, una actitud cada día más difícil de establecer para el artista. Me hizo acordar a textos de otro grande que también hizo una “carrera” lenta e íntima, Andrei Tarkovski. Ambos fueron maestros que no generaron escuela, universales que no buscaron la espectacularidad, y atemporales que no se ataron del todo ni al aquí y ahora ni al mito de la posteridad.
Carlos Rehermann. Novelista, dramaturgo y ensayista uruguayo, es también arquitecto y crítico cultural. Este año ganó el primer premio nacional de dramaturgia por Basura y otros textos.
—Elijo Bento’s Sketchbook, de John Berger. “Bento” era el apodo de Baruch Spinoza, que, además de tallar lentes para ganarse la vida, escribía y dibujaba. Dicen que llevaba siempre consigo un libro en blanco en el que consignaba ocurrencias y bocetos. El cuaderno nunca fue encontrado. Ahora Berger se lo pide prestado para armar un libro que intenta exponer “cómo comienza el impulso de dibujar algo”. El libro (publicado en 2011) se compone de algunos fragmentos de la Ética, de Spinoza, dibujos a pluma y aguada de Berger y relatos asociados por contenido o contigüidad al mundo del arte visual, siempre centrados en un personaje que Berger hace invariablemente interesante. También hay narraciones de algunos de los procesos que llevaron a la realización de los dibujos que se muestran en el libro. No sé si fue lo mejor que leí este año, pero al menos se perfila en mi memoria con mucha nitidez. Berger es algo así como un “intelectual comprometido” que resultó, a pesar de todo, no ser falso. (No hay muchos así, eh. Haga una pausa el lector y trate de encontrar sobrevivientes.) Por lo demás, a los 80 y pico de años ha escrito un libro dislocado, fuera de género, inaugural de sí mismo, completamente descomprometido con los géneros y el mercadeo, que tanto bodrio producen. Pero lo principal es que a Berger le creo cada palabra que pronuncia.
Bruno Montané Krebs. Poeta chileno nacido en Valparaíso en 1957. Reside desde 1976 en Barcelona, donde sobrevive como traductor y editor. Este año regresó a su patria y publicó Mapas de bolsillo. En su juventud fue parte del Movimiento Infrarrealista, en México, junto a Mario Santiago y Roberto Bolaño. Él es Felipe Müller en Los detectives salvajes.
—Mansa chatarra, de Francisco Ferrer Lerín, publicado por Jekyll & Jill (editorial de Zaragoza), es un necesario y hermoso libro de este autor nacido en Barcelona, que ha dedicado buena parte de su vida a trabajos como el estudio de la medicina, la investigación ornitológica y la protección de los vultúridos. Se trata de una antología a cargo de José L Falcó, quien, con un conocimiento profundo de la obra de este peculiar autor, ha reunido poemas y prosas empujadas por la energía de los sueños, “el segundo mundo que vamos habitando”. Ajeno a cualquier estereotipo, Ferrer Lerín es un escritor de una alucinada radicalidad, un escritor y poeta puro, en el sentido de que su escritura se sumerge con la precisión natural del grafómano que prefigura y realiza bestiarios imaginarios, ausculta gozoso el cine de western e icónicas ninfas, así como rotula con un buril las sendas de la interminable lexicología. El libro está espléndidamente editado, la tipografía y el diseño (con fotos pegadas manualmente) es ejemplar. Un detalle: el logo de Jekyll & Jill es la silueta de un lepisma erguido, alerta sobre un fondo rojo, el arquetípico e incansable centinela de los libros.
Alfredo Fressia. Poeta uruguayo que desde su exilio en los años setenta vive en San Pablo, en rua Aurora. Eclipse reúne extensamente su poesía. Este año J P Pedemonte le dedicó un documental: Frontera móvil, de la serie Los Pájaros Ocultos.
—Nunca como en el año 2014 necesité tanto a la literatura. Por eso leí mucho y, aun así, sin establecer mayores jerarquías. Hice el prefacio de algunos libros, y esos quedan excluidos de mis ya arbitrarias elecciones de fin de año. También excluyo a los que ya eran mis amigos (y pienso por ejemplo en Horacio Cavallo y su hermoso El jorobado de las alas enormes). En cambio, tuve el privilegio de conocer y leer al poeta y narrador canario Martín Bentancor. Fue en Maldonado, y el libro era su Muerte y vida del sargento poeta. Vi que en el libro consta la fecha 2013, pero se distribuyó en este año 2014, creo, o a mí me llegó sólo ahora. El largo relato en décimas espinelas fluye en el lector (y hace entender cómo esa forma propia de la poesía narrativa tenía que aparecer claustrofóbica en los tres poemas en que Julio Herrera y Reissig la usó, cuando no tenía nada para narrar, cuando lo que buscaba era casi “atorar” sus temas). En Bentancor las décimas retoman su larga tradición y toda la novela nos hace amar su territorio (ese Canelones que surge tan real y resulta casi mágico). Un libro que abrió espacios nuevos en este lector y le iluminó el mundo aun después de la lectura.
Alicia Migdal. Es escritora, crítica literaria y cinematográfica. Su obra fue reunida bajo el título de En un idioma extranjero (Rebeca Linke), por el que en 2010 recibió el Premio Nacional de Narrativa del Mec.
—Roberto Calasso (1941) se instala en cualquiera de los temas que aborda (Kafka, los mitos griegos, la cultura hindú, la historia de las editoriales), con la velocidad de un novelista y una erudición tan completa como su naturalidad para ponerla en acción. Erudición natural suena a oxímoron, pero este florentino fundador de la exquisita editorial Adelphi, de Milán, debe ser uno de los últimos representantes de lo que el siglo XX forjó como idea de cultura humanista y, por tanto, abarcadora. En La folie Baudelaire (Anagrama, 2008) arranca con una breve anécdota entre Baudelaire y su madre, y no sabemos cómo va avanzando en sentido horizontal y transversal hasta cubrir todo el siglo XIX parisino, es decir, la benjaminiana capital cultural de Europa en la que Baudelaire define lo moderno por primera vez (todavía no terminé de leer la edición italiana de Giorgio Agamben sobre el Baudelaire de Benjamin –sin traducción al castellano por ahora– en el que este otro italiano hace un aporte fundamental al releerlo a partir de material inédito encontrado en la Biblioteca de París, que no está contenido en el Libro de los pasajes). Pintura, política, crítica, literatura, música, arquitectura: quiero más, quiero todo, se piensa mientras se lee este viaje por la construcción cultural de una trama, de un gran relato que tiene un centro incandescente en este poeta, este primer gran crítico de pintura, este primer gran perseguido por la censura, este hijo eterno de una madre deseada. Como flaneur, Baudelaire tiene en Calasso a su mejor acompañante y organizador intelectual del siglo que recorre el poeta.
Martín Bentancor. Vive en Cerrillos, Canelones, y ganó visibilidad con Muerte y vida del sargento poeta, novela que alterna prosa con décimas. Con El inglés ganó el premio del Mec 2014 en novela inédita.
—Esto no es una novela, de David Markson. Este escritor estadounidense, que falleció en 2010, fue periodista, amigo de Malcom Lowry y Jack Kerouac y autor de un par de exitosas novelas policiales escritas por encargo a inicios de la década del 60. Más tarde, ya veterano, emprendió una tetralogía centrada en las figuras del autor y el lector. Esto no es una novela (publicado por la editorial argentina La Bestia Equilátera en 2013), el segundo libro de la serie, está construido por breves entradas, en ocasiones de una sola línea, a modo de aforismos o de registros en una agenda, y tiene como hilo conductor las muertes de diversos artistas (escritores, pintores, compositores). El procedimiento de Markson, de una engañosa sencillez, conforma un estilo único, con una cadencia particular, que lo convierte, para quien esto escribe, en la experiencia de lectura más interesante de los últimos tiempos.
La Bestia Equilátera también editó La soledad del lector, novela que inaugura el ciclo, mientras que en 2011 la editorial mexicana Verdehalago editó la tercera, Punto de fuga. La cuarta, The Last Novel, aún no tiene traducción al español.
Horacio Castellanos Moya. Es salvadoreño aunque nacido en Tegucigalpa, Honduras, en 1957. Desde El asco. Thomas Bernhard en El Salvador (1997) vio incrementarse las amenazas sobre su vida y su fama de escritor. En 2013 publicó El sueño del retorno.
—La lectura más interesante que tuve en 2014, quizá porque me tomó desprevenido, fue Diario de un extranjero en París (Tusquets, 2014), del escritor italiano Curzio Malaparte (1898-1957). Los hechos anotados tienen lugar en 1947-48, cuando Malaparte regresa a la capital francesa luego de 14 años de ausencia, período en el que vivió su controvertida relación con el fascismo (que le costó varios meses de cárcel y cinco años de deportación en la isla de Lipari). Sus reflexiones no tienen desperdicio: una crítica aguda, a veces ácida –aunque sin perder el tono del francófilo– a la Francia de posguerra. “Cada vez estoy más convencido de que prefiero a los verdaderos colaboradores antes que a los falsos resistentes”, anota, luego de una cena con Camus.
Daniel Balderston. Académico estadounidense, es una autoridad en Borges, sobre quien ha escrito muchos libros, desde el ya lejano El precursor velado (sobre la influencia de Stevenson en Borges). Entre tantas cosas coordinó el Onetti de la colección Archivos y ha escrito sobre literatura queer en América Latina. Ahora está terminando un libro sobre los manuscritos de Borges.
—Un libro que recomendaría mucho es Making Art Pan-American. Cultural Policy and the Cold War, de Claire Fox (University of Minnesota Press, 2013). Es sobre la política cultural de la Oea en los cincuenta y sesenta, y tiene como protagonista a un tipo fascinante, José Gómez Sicre (1916-1991), cubano de nacimiento, que de ser un progresista compañero de ruta del comunismo deviene un burócrata cultural y se transforma en un liberal de la Guerra Fría. Una investigación enorme de archivos, y muy bien narrada.
Horacio Cavallo. Narrador, poeta y autor, también, de historias para niños. En 2014 fue elegido para la beca del Fefca en el área de letras, y sacó un libro infantil, Figurichos, con el que ganó el Bartolomé Hidalgo.
—Asumiéndome, muy a mi pesar, como lector desparejo y hasta desprolijo, de los libros que desparramé en el correr de este año recuerdo claramente la lectura de tres de ellos: Elefante, de Federico Falco (El Cuervo Editorial, Bolivia, 2013), una recopilación de 17 relatos construidos con una prosa sugestiva donde nada sobra y donde, diciendo sólo lo justo y necesario, es el lector quien pone el resto. Uno siente que nada fue imaginado, que el narrador estuvo ahí, inmerso en una atmósfera donde siempre puede aparecer lo inesperado. Luego, Grieta de fatiga, de Fabio Morábito (Eterna Cadencia, Argentina, 2010). Admiro a Morábito como poeta. Había disfrutado también de su prosa en La lenta furia. En este caso son 15 los relatos de estilo admirable y un manejo de la prosa que uno quiere para uno mismo. El ingenio en la construcción del relato, la veracidad de los personajes y la capacidad de crear climas vívidos hacen que la recuerde como una de las lecturas más disfrutables del año. Y Ana Zap, de Virginia Brown (El Barco de Vapor, 2012). Pensé en voz alta: “Tengo que escribir sobre el libro que más me gustó este año”. Mi hijo, Genaro, me escuchó y respondió sin dudarlo: Ana Zap. Lo entonó como diciendo: ¿cuál si no? Ana Zap es una novela infantil en forma de diario en la cual la protagonista, de 9 años, coquetea con ser bruja, y siente que puede intervenir con su brujería en todo lo que la rodea: su mejor amigo, su gato, sus padres. Conjuga entonces de manera sutil la fantasía y la realidad. La voz está tan bien lograda que uno se sienta a escucharla seducido por el humor, el ritmo, y lo disparatado de algunas situaciones. Recupera así el lector sus 9 años, si los perdió, o los refuerza, si andan por ahí. Lo que no es poca cosa.
Tatiana Oroño. Poeta, profesora de literatura y crítica de arte uruguaya. En 2014 publicó Estuario, curiosamente en la editorial del mismo nombre.
—El poder –la ilusión del poder y/o el poder de la ilusión– es un asunto que atraviesa La mula (Estuario Editora), novela múltiple de Álvaro Ojeda en la que proezas, milagros, prodigios enlazan tiempos e historias distantes con tiempo y circunstancias de estruendosa cercanía. Sus páginas labran una requisitoria contra prácticas demagógicas ominosas pero no sin haber alentado la lectura riente, la sonrisa que celebrará el milagro o la proeza –eso sí que no es “mula”– del arte de la escritura.
Las voces del viento (Ediciones Mensajero) da voz a 11 poetas nacidos en el Sahara occidental entre 1954 y 1974 que formalizan su expresión en español, segunda lengua después del hassanía. Escriben en la lengua de la opresión (lengua bivalba en tanto latinoamericana) –ya que de colonia española pasaron a territorio ocupado por fuerzas marroquíes aliadas a lobbies peninsulares–, reterritorializando simbólicamente, Luali Lehsan y Mohamed Salem Abdelfatah son ejemplo, la cultura perseguida.
Fábula de un hombre desconsolado (Editorial Yaugurú) es obra mayor de Javier Etchevarren, un poeta joven que desviste la palabra para que el destino de la escritura se colme. Desarropada, la poesía va al encuentro de una dicción minimalista que, con reducción de medios expresivos, alcanza grados máximos de intensidad.
Damián González Bertolino. Nacido en Punta del Este en 1980 se hizo conocer con El increíble Springer (premio 2009 de Narradores de la Banda Oriental, reeditado este año). Su último opus es A quién le cantan las sirenas (2013), una selección de diarios personales.
—En parte, no olvidaré este año debido a la lectura de los apuntes de Elias Canetti, desde La provincia del hombre (que comenzó en 1942), pasando por El suplicio de las moscas y Hampstead, hasta los apuntes más próximos al año de su muerte, 1994. Con Canetti descubrí una fuerza nueva, una fuerza que no sentía desde mis lecturas de las Confesiones, de Rousseau, o de La tumba inquieta, de Cyril Connolly, quizás porque en los tres ejemplos subyace una detonación de la cultura. Canetti da la vuelta a los presupuestos culturales, cuestiona el psicoanálisis, el estructuralismo y, como último bastión de lo asfixiante, la idea de lo que es la muerte, a favor de la recuperación o la instauración de un misterio (nuevo o no) para nuestra existencia. Leí los apuntes de Canetti a lo largo de todo el año, un poco por las mañanas, otro poco por las noches, como quien se inclina ante un alimento. En el medio hubo, también, otras grandes lecturas: Antigua luz, John Banville; Los colores primarios, Alexander Théroux; Aromas, Philippe Claudel; Leer, Gabriel Zaid; Chicas muertas, Selva Almada; Lluvia roja, Cees Nooteboom; Pero hermoso, Geoff Dyer; Leer y escribir, V S Naipaul; El origen, Thomas Bernhard, y El africano, J M G LeClézio.
Elvio E Gandolfo. Escritor y periodista cultural de las dos orillas rioplatenses, este año se produjo su alejamiento de El País Cultural y ya han aparecido notas suyas en La Nación; su libro de cuentos Cada vez más cerca fue distinguido por la Fundación del Libro, en Buenos Aires.
—Este año mi mayor descubrimiento fue primero un libro, A sangre y fuego, y de inmediato un autor, Manuel Chaves Nogales (todo en Libros del Asteroide). Los nueve relatos sobre la guerra civil española de ese libro admiten comparación con Isaak Babel, con Chéjov, con cualquier grande. Nogales (1897-1944) fue un periodista fuera de serie, y los otros libros que leí, Juan Belmonte, matador de toros (biografía publicada en serie, uno de sus éxitos) y La agonía de Francia (presenció en primera fila la llegada de los nazis; la primera edición fue en Montevideo, en 1942), se encuadran en ese campo, con rendimiento y originalidad extrema. Pero los relatos lo muestran como uno de los grandes escritores a secas de España en el siglo XX. Se consideraba ecuánime: “todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario”. A la vez, en el prólogo a la primera edición (en Chile) decía que eso lo volvía, en el contexto extremo de la guerra, “perfectamente fusilable”.
También me sorprendieron las novelas Canadá (Anagrama), de Richard Ford (un autor que no se cuenta entre mis favoritos), una auténtica “gran novela americana”, larga, sostenida y muy bien estructurada, y Margarita. Un recuerdo (Mansalva), de César Aira, zambullida en su adolescencia en Pringles, que asombra por la condensación y el cruce entre los planos sentimentales y políticos o históricos (aparece el líder radical Ricardo Balbín, tal como lo ven –el mal– en esa zona rural).
Fernanda Trías. Muy joven frecuentó el taller de Levrero y sacó una novela madura: La azotea (2001). Cambió asombrosamente de ciudad –París, Nueva York, Buenos Aires, Santiago, etcétera–, pero acaba de regresar a instalarse en Montevideo. De 2014 y sobre su estadía porteña es La ciudad invencible (Demipage).
—Dos cuadras de cola y una larga espera para entrar a la librería neoyorquina MacNally Jackson, donde Zadie Smith estaría conversando con el noruego Karl Ove Knausgård, último fenómeno literario internacional. Un reportero del New York Times paseaba por la cola haciendo preguntas. Le dije que se había equivocado de persona, yo no conocía a Knausgård, estaba ahí por casualidad, y (pensé) no tenía intenciones de comprar ningún libro. Seis tomos autobiográficos de 600 páginas cada uno, con el provocador título de Min Kamp (“Mi lucha”, en noruego), me parecía excesivo; tal vez otra de esas modas exotistas que crean los gringos, y por lo tanto digno de sospecha. Estimado lector: el cuento corto es que, tras una hora de charla, me fui de ahí con mi primer tomo firmado (publicado en español con el infeliz y revelador título La muerte del padre) y que pocas semanas después ya había comprado el segundo (el doblemente infeliz Un hombre enamorado, Anagrama, 2014).
De una honestidad brutal (en los dos sentidos de la palabra), Knausgård exhibe el lado más complejo, mezquino, cruel y esperpéntico de lo que significa ser un hombre, marido y padre de tres niños progresista en la Suecia blanca y bien pensante. Qué significa, también, ser escritor, o más bien querer serlo, en medio de la vida cotidiana, la “normalidad” que de algún modo se convierte en un potro de tortura. Y en ese potro de lo colectivo y lo social, que amenaza con descuartizarlo, hay un ser individual, resistiendo la desintegración a su manera (torpe y muchas veces odiosa). La lucha es feroz, la escritura se alza como una forma de supervivencia en un ambiente familiar casi irrespirable. Con un lirismo contenido, Knausgård se apoya magníficamente en la tradición de clásicos como Proust (la memoria), Hamsun (la desesperación) y Dostoievski (el drama humano estilo siglo XXI) y nos trae –al menos– dos libros soberbios.
* Con la colaboración de Ignacio Bajter, María José Santacreu y Sofi Richero