En la campiña verde de Gran Bretaña, pastando, espera a ser filmada la que podría ser la más bizarra de las inspiraciones para películas clase B: vacas nazis que atacan. Derek Gow, un granjero británico, registró embestidas violentas por parte de una rara cepa de bovinos, desarrollada por criadores de signo nacionalsocialista.
Gow compró sus nazi-vacas en 2009 y las usó para actividades lecheras, hasta que comenzó a comprobar que mugían agresivas y hasta atacaban a quienes intentaban ordeñarlas. Para colmo, a diferencia de otras, esta raza cuenta con filosos cuernos. Las vacas mostraban un ensañamiento inusual con sus dueños británicos, similar al de los ataques Blitz (“relámpago”) con los que el Tercer Reich bombardeó al Reino Unido.
La raza se estableció en la década de 1920 y fue el resultado de investigaciones realizadas para conseguir “súper vacas”. Fueron dos zoólogos teutones, los hermanos Heinz y Lutz Heck, los encargados de sintetizar el “bovino de Heck”, una raza inspirada en los uros, vacunos salvajes que rumiaron en una Europa premoderna. La resultante fue un poco más pequeña que sus antepasados medievales, pero mantuvo la musculatura y el marrón oscuro distintivo de aquéllos.
El Tercer Reich usó a estos vacunos como muestra de su hegemonía, llegando a ser usados como propaganda durante la Segunda Guerra Mundial. Vacas con cuernos, de gran potencia en sus músculos y poco sentido del humor, formaron parte de los ensayos de los nacionalsocialistas para mejorar la raza y son hoy el vivo testimonio de sus jugueteos con la genética.
¿Pero por qué los nazis quisieron copiar las características de un animal que se extinguió en el siglo XVII y que la selección natural se encargó de eliminar del planeta? La razón para replicar a estos animales se debió al carácter mitológico y legendario de los uros, que conformaron parte del folclore medieval alemán. Esto unido a la obsesión nazi de contar con animales genéticamente modificados que se asemejaran al ideal de la supremacía aria. Desde el punto de vista funcional era absurdo (cualquier productor ganadero no espera que sus vacas anden a las cornadas con sus ordeñadores), pero los nazis querían ejemplares belicosos y el bovino de Heck supera con la punta de sus cuernos la estatura de un adulto promedio. Por ello, en el proceso de cruzamiento emplearon deliberadamente razas de toros agresivos, como los de lidia, que no tienen ningún problema en despedir por los aires a toreros incautos.
En ese sentido hay algo heroico en estos animales, sobre todo en relación con la vaca estándar uruguaya, que come pasto, masca chicle y muge hasta morir: las inglesas iban al frente y no se dejaban ordeñar. Hago hincapié en el “iban” porque, para espanto de los veganos, siete de los 13 ejemplares terminaron siendo salchichas. Y “muy deliciosas”, como apuntó Derek Gow.