Aunque difíciles, la adolescencia y la primera juventud son épocas maravillosas, cuando nuestra loca cabeza siente que el mundo nos pertenece y que todo es posible. Absolutamente todo. Y actuamos en consecuencia. Por ejemplo, si tenemos una clara inclinación por la música, canalizamos todas nuestras ganas, que a esa edad son infinitas, y armamos una banda.
Compramos instrumentos, conseguimos un local de ensayo, componemos canciones, grabamos un demo, y un día, esforzadamente, llegamos al disco.
Y, muy sueltos de cuerpo, declaramos que tenemos influencias de los Beatles, Pearl Jam, Sonic Youth, Bob Dylan, Leonard Cohen o Eduardo Darnauchans, aunque en nuestra música eso finalmente no se refleje en lo más mínimo.
Ese maravilloso espíritu adolescente es el que prima en este Sobretodo de la banda Ditirambo, que la viene peleando desde el año 2006 y que en el pasado 2014 llegó a su primer disco. La banda estuvo integrada, para la grabación, por Sebastián Codoni en guitarras eléctricas, Ignacio Lasida en batería y percusión, Federico Pritsch en guitarra y Andrés Olveira y en voz principal.
Un disco que es todo ganas, todo convicción y que, como buen producto juvenil, presenta, además de ilusión y esfuerzo, una clara señal de todo el camino que todavía queda por andar.
Más allá de que novias, parientes y vecinos encuentren genial el disco, los integrantes de Ditirambo deben convencerse de que tienen que tocar más y mejor, que el cantante solista debe mejorar mucho, encontrar climas, matices, dinámica interpretativa, y que el autor de los temas –en este caso el propio cantante principal– debe trabajar muchísimo para que melodías que muestran buenas intenciones florezcan y sus letras dejen de confundir poesía con acumulación de frases extravagantes.
Hay muy buena madera en esta banda absolutamente entusiasta y que suena muy pero muy potente. Ello queda en evidencia en canciones como “Grass”, de pegadiza melodía, “Lugar (away we go)”, en plan pop rock bien resuelto, “Siete locos” y “Navidad”. Pero un crítico –siempre terrible amargado, como bien sabemos– encontrará problemas en el tempo de la batería, momentos de dudosa afinación en el canto, y guitarras inseguras. Nada, en realidad, que el trabajo y los años no puedan mejorar, sobre todo si hay condiciones e ilusión, como sin dudas muestra Ditirambo.
Como la banda ha declarado su apuesta franca a “la canción” y la importancia de las letras, pensamos que la inmensa tradición uruguaya en la materia puede ser una muy buena fuente para sacar enseñanzas. Es decir, que más allá de Beatles o Sonic Youth, tienen al alcance de la mano la obra de talentos como Eduardo Mateo, Fernando Cabrera, Eduardo Darnauchans, Mauricio Ubal, Leo Maslíah, Jaime Roos y Roberto Musso. Ditirambo pertenece al mismo medio cultural que ha hecho surgir a esos y tantos otros nombres, de quienes hay muchísimo para aprender.
Sobretodo. Ditirambo. Ayuí, 2014.