La ley de despenalización del aborto, más allá de ciertas consideraciones religiosas y hasta filosóficas, puso freno a una serie de situaciones insostenibles, entre las cuales se hallaba la desprotección a la cual, más que a menudo, se veía sometida la mujer embarazada. El presente texto que firman María Celeste Medina y Patricia Sicouly parte de una creación colectiva acerca del aborto en la que se refleja la discrepancia de las autoras entre sí, ya que al tiempo que Medina señala no creer que la mujer tenga derecho a decidir sobre la vida de su hijo, Sicouly sostiene, en cambio, que la mujer siempre tiene el derecho de decidir qué hacer con su propio cuerpo. Tales los puntos enfrentados que refleja la puesta en la que, junto a otros dos actores, intervienen las responsables, de manera de ilustrar distintos casos a lo largo de los cuales los protagonistas toman decisiones que ilustran algunas de las múltiples diferencias que trae consigo cada embarazo, diferencias que marcan las historias que recoge un espectáculo que busca involucrar a una platea conocedora.
La parejita de adolescentes dispuestos a criar a un bebé en contra de la influyente opinión de uno de sus mayores, la mujer casada que no se considera lista para traer una criatura al mundo, y la soltera dispuesta a tener un hijo, aunque éste le haga perder su empleo, nutren entonces la estructura de una puesta cuyo punto de partida radica en la presentación de un cuarteto actoral llamado a desdoblarse no sólo en los personajes invocados sino también en quienes les rodean, así como en narradores y locutores que explican detalles, comentan o agregan información y hasta se transforman en trasmisores de un par de recetas no siempre culinarias que parecen contrastar con una realidad para la cual, desde el título, se asegura que no hay receta. Una buena dosis de agilidad y un bienvenido toque de ironía ventilan una propuesta apoyada en la fragmentación del desarrollo como fórmula expresiva de esa misma realidad cuyos fragmentos no siempre el espectador ha llegado a apreciar en su totalidad.
Desde la dirección, Carmen Tanco consigue así armar un intrigante y ameno rompecabezas, algunas de cuyas últimas piezas quizás descansen en la reflexión o, mejor dicho, en la sensibilidad de quien se siente en la platea y se proponga llegar a una conclusión. Una brisa de teatro abierto pero ajeno a las trampas de la pretensión flota en torno a la entrega actoral de Medina, Sicouly, y Diego González y Rafael Ponce de León, sus solventes compañeros, listos para aprovechar los significativos elementos dispuestos por el ingenio del escenógrafo Sebastián Suárez. Vale la pena seguirles los pasos.
La Candela, jueves 12.