Casi en simultáneo se sucedieron los dos actos: Primero se supo que Ariel “Pinocho” Sosa –dueño de los parodistas Zíngaros– pidió a los programadores de los tablados que su conjunto no se presente los mismos días que Aristophanes, o, en sus términos, “yo con ellos no voy a estar” porque “esta gente me tiene de pinta desde hace años”, según publicó El Observador. Una carta de Aristophanes del 8 de febrero lo explica de otra manera: “Nos confirmaron en la mesa de contrataciones que el pedido era cierto y se extendía a todos los tablados (…). También nos comentaron que ha habido conjuntos con los que no admite estar en horarios contiguos”. La gran audiencia de Zíngaros inclinó la balanza comercial, y Aristophanes perdió varios contratos.
Dos días después se hizo público que Edward Yern, dueño del conjunto Los Muchachos y ex gerente de Tenfield, había “sugerido” a sus colegas de la murga Cayó la Cabra que eliminaran una cuarteta donde bromeaban sobre el poder “silenciador” de Paco Casal. La sugerencia fue seguida por un desalojo: El administrador del Club Industria comunicó a las cabras que, por una cuestión de códigos y de amistades (con Casal), no veía con buenos ojos que siguieran ensayando en el local. Los dos episodios, aunque con diferentes matices, pintan los entretelones de la escena carnavalera.
Algunos profesionales de las tablas consultados por Brecha restaron importancia a los hechos y los consideraron algo de todos los febreros, con la salvedad de que esta vez se hizo público. Las mismas cabras prefieren ni hablar del tema. Pero algunos recuerdan dos antecedentes que también tuvieron repercusión años atrás: La Trasnochada y Curtidores de Hongos ya habían sufrido represalias cuando osaron criticar a Tenfield en sus espectáculos.
“Con ese tipo de conductas se reservan a quién le dan para adelante y a quién para atrás. Después están los auspicios, por todos lados podés ser beneficiado o perjudicado. Pero lo peor, por lejos, es hacer pocos tablados”, explicó un murguista. Otra forma de censura usada por Vtv en otros tiempos era, justito en el momento en que iba a cantarse o decirse una crítica a Tenfield, mandar la tanda o levantar la trasmisión del Teatro de Verano. “Hay gente que se metió con Tenfield o con Daecpu (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos y Populares del Uruguay) y no le pasó nada, hasta fue premiada, pero hay cosas que a uno le parecen menos graves y que han molestado mucho más. Influyen las cadenas de amistad, pasa todo el tiempo, eso es el Carnaval”, prosiguió el murguista.
A todo esto, hay quienes consideran que es muy difícil regular esas “disputas entre privados”, pero otros consideran que la Intendencia de Montevideo (IM) debería tener una mayor injerencia. Por ejemplo, el periodista Álvaro Carballo comentó que el de la IM “es un silencio que a mí me hace ruido. Si sos socio del armado de todo esto, dejá en claro que te estás ocupando del tema, que te preocupa, porque el que lo mira de afuera piensa que hay cierta impunidad para que algunos se hagan los pesados con otros que no tienen tanto peso”.
El gerente de Eventos de la IM, Fernando González, opinó sin embargo que el cruce entre Zíngaros y Aristophanes debe dirimirse en Daecpu, “porque son dos agrupaciones que integran esa institución. Una pelea entre directores hay todos los carnavales, no es un tema nuestro”. Respecto de la “sugerencia” de Yern, dijo que “uno no sabe si es un tema de redes sociales o es un tema real, pero de cualquier manera está en un plano en el que difícilmente la Intendencia tenga algo que ver”. Lo que sí preocupa a González es que el Club Industria “es uno de los pocos lugares que quedan para ensayar”, por lo que adelanta que, una vez que finalice el concurso, “hablaremos con la murga y con el lugar”.
En este marco, el socialista y edil de Montevideo Daniel Arbulo propone generar un debate que no sea exclusivo del ámbito de los carnavaleros, en el que, entre otras instituciones, debería estar “la que financia gran parte del Carnaval”, es decir la Intendencia, y lo describe como “un espacio de reflexión que nos permita llegar a reconfigurar su organización”. Con respecto a los dos episodios puntuales, Arbulo opinó que “sin duda forman parte de un vínculo violento que hay detrás del Carnaval, tiene que ver con una visión mercantil y una cabecita perversa. Pretender que no haya crítica o parodia de personajes públicos es algo muy irracional”, y denota “relaciones de poder de unos sobre otros”.
El negocio del Carnaval, según Arbulo, “hace que la decisión de contratar a tal o cual conjunto tenga que ver con la capacidad de presión económica que uno tiene. ¿No deberíamos asegurar la presencia de los conjuntos para que los vea la gente, más allá de una presión mercantilera?”, se preguntó. Por eso propone analizar “cuáles son las prácticas que avalamos desde el gobierno. Parte del debate es cómo lo financiamos y a qué va atado ese financiamiento”.