Decenas de kosovares ilegales repatriados llegaron en la última semana al aeropuerto de Pristina, capital del país, procedentes de varios países de la Unión Europea (UE). El martes 24 arribaron los últimos 73 hombres y mujeres desde Hungría, donde pretendían lograr el estatus de asilados económicos, categoría que la UE les niega. Los contingentes anteriores llegaron desde Alemania, Suecia, Austria, Francia y Finlandia, curiosamente países que apoyaron en 2008 la independencia unilateral de Kosovo, separado de Serbia, que aún no lo admite como Estado independiente.
En Kosovo la situación es compleja por el elevado índice de desempleo, cercano al 40 por ciento, un sueldo promedio de 350 euros y un 45 por ciento de los 2 millones de habitantes bajo la línea de pobreza, según datos del Banco Mundial. La trama independentista en los Balcanes, pergeñada por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, la alemana Angela Merkel y el ex premier británico Tony Blair en 1999, sigue en deuda con los kosovares y toda la región balcánica, que no logra emprender un camino de desarrollo Y sigue siendo cuna de corrupción y asiento de mafias ligadas al narcotráfico y la venta ilegal de armas.
Luego de su independencia declarada el 17 de febrero de 2008, el ex guerrillero del Ejército de Liberación de Kosovo Hashim Thaci se hizo con el poder, que conservó en elecciones dudosas hasta noviembre, cuando lo desbancó el ex alcalde de Pristina, el economista Isa Mustafa, de la centroderechista Liga Democrática. Tras las elecciones parlamentarias de junio hubo una serie de denuncias por irregularidades, y en noviembre Thaci cedió a un acuerdo según el cual pasa a ser el viceprimer ministro y concentra las relaciones exteriores hasta el año próximo, cuando se convierta en presidente para suceder a la actual mandataria, Atifete Jahjaga.
La crisis poblacional en Kosovo llevó a la ministra de Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, a una visita oficial a Pristina el sábado 21, donde dejó en claro que no hay asilo en su país para los kosovares. “Deportaremos a todos aquellos que ingresen ilegalmente al país”, advirtió. En apenas dos meses de 2015 ya son 1.800 los kosovares que solicitaron asilo en Viena, 8 mil en Alemania y más de 10 mil en Hungría, adonde llegaron atravesando Serbia gracias a un convenio firmado entre Pristina y Belgrado según el cual los kosovares pueden circular por Serbia sólo con su pasaporte y sin más permiso. Las autoridades de Kosovo emiten permanentemente mensajes publicitarios para disuadir a la población de emprender lo que el propio Mustafá calificó de “éxodo”, similar al emprendido durante el conflicto bélico de 1999, cuando los Balcanes volaron en pedazos. Sin embargo, los mismos ciudadanos deportados que aterrizan en Pristina dicen que en cuanto puedan volverán a intentar la salida del país, según informa el diario Koha Ditore, el de mayor circulación en Kosovo.
Sin proyectos de desarrollo económico, con graves ataques religiosos contra las minorías cristianas del país y acusados de traficar armas y hombres para el temible ejército del Estado Islámico, Kosovo enfrenta el desafío de convertirse en una nación inventada por los mismos que hoy pretenden imponer condiciones a Grecia: la poderosa Alemania y sus amigos.