La prensa escrita no la tiene fácil cuando se propone realizar contenidos audiovisuales para Internet. Un camino es emulara la televisión tradicional en su versión más esquemática, es decir, emitiendo entrevistas en estudio durante horas. Hay muchos otros caminos y el Aftenposten, el diario noruego más vendido, eligió uno realmente extremo.
Sweatshop: moda barata de la muerte consiste en una serie de cinco capítulos de alrededor de diez minutos que tiene como protagonistas a Anniken Jørgensen, Frida Ottesen y Ludvig Hambro, jovencitos noruegos de entre 16 y 20 años. Los tres están vinculados a la moda de una u otra manera, tienen más ropa de la que necesitan, conocen de marcas y tendencias. Anniken, la más joven, tiene un blog “de estilo” bastante popular.
Los tres viajaron a Phnom Penh, Camboya, por un mes sin saber bien a qué. Los capítulos comienzan con un fotograma fijo en el que se lee “Sweatshop: Fábrica textil con salarios bajos y pésimas condiciones de trabajo. Están en países con mano de obra barata y cosen ropa tirada (sic) de precio para tiendas de moda de aquí”.
Luego de una rápida bienvenida paseando por un mercado local, los muchachos van a conocer a Sokty, una camboyana de 25 años que vive en una casa “grande como nuestro baño”. Entre incómodos y sorprendidos se enteran de que van a vivir como Sokty, con Sokty, en la casa de Sokty. Es curioso verlos a los cuatro durmiendo en el suelo. Vivir como ella incluye trabajar en una maquila 12 o 13 horas al día. Los tres rubiecitos se van quebrando a medida que pasan las horas. “Seguro que a ellos ya no les duele la espalda porque lo hacen todos los días”, argumentan cansados luego de pasar unas horas cosiendo.
Le preguntan a Sokty si es feliz, ellos piensan que sí porque sonríe mucho, pero ella confiesa: “no, no soy feliz porque a mi familia le falta de todo”.
En la maquila descubren que el trabajo es siempre el mismo, que no hay un “baño decente”, que “me tengo que quedar acá hasta que me desmaye”. Los desmayos en las maquilas son moneda corriente; en la primera mitad del año pasado hubo al menos mil desmayos, que obedecen al exceso de trabajo, las malas condiciones, la temperatura y también la pobrísima alimentación. “A este lugar nos dejaron entrar, imagínense lo que deben ser aquellos a los que no”, dice Lud-vig en el tercer capítulo.
Siguiendo las absurdas reglas del reality, los jóvenes deben sobrevivir con lo que ganaron trabajando. Tres dólares per cápita. Con eso deben invitar a comer a los nuevos amigos y lavarse los dientes (ya que la producción no tuvo mejor idea que sacarles el cepillo y la pasta). Deciden hacer las compras en un supermercado y allí descubren que un churrasco sale casi un dólar, una lechuga cerca de tres dólares, una coliflor un dólar con 74. Cuando llegan a la caja se ven obligados a devolver los cepillos de dientes o no comerán nada.
Sokty les enseña a comprar en el mercado: por un dólar compra comida para dos personas y para cinco días. “En Noruega esa comida alcanza apenas para la cena de tres personas”, se asombran los participantes.
En una visita a un centro de ayuda a las trabajadoras textiles realizan entrevistas anónimas ya que las mujeres temen perder el trabajo. Allí conocen a una joven de 19 años, de la misma edad que ellos, que jamás pudo estudiar y cuya madre murió de hambre. Anniken exclama “¡no puedo más!” y se consuela pensando que al menos estuvo allí, que ya no desconoce la realidad. “Somos ricos porque ellos son pobres”, entiende.
Ideado por Framtiden i Våre Hender (El futuro en nuestras manos), una Ong noruega independiente, y financiado por la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo, el programa fue publicado en el nutrido sitio de videos del Aftenposten (aftenposten.no/webtv).
La Ong ropalimpia.org mantiene una lista pormenorizada del vínculo de las grandes empresas con los proveedores camboyanos. Entre las que más lucran en el negocio está la sueca H&M, que es mencionada en el programa.
A partir de la experiencia, Anniken pasó a ser una activista por los derechos de las trabajadoras explotadas y tras denunciar a H&M en varios medios, logró una entrevista de la que no salió satisfecha. El Aftenposten le prohibió mencionar a determinadas marcas al hablar del programa. “Es demasiado frustrante que una cadena de ropa tenga tanto poder como para asustar al diario más grande de Noruega”, escribió en su blog (annijor.blogg.no).