En el cine de Bollywood suele reflejarse una realidad estremecedora: el choque entre tradición y modernidad, la rebeldía contra férreas imposiciones sociales, el natural enamoramiento entre personas de distintos credos y castas. Este cine puede verse en parte como un gran desestructurador social, y como un poderoso difusor de la tolerancia.
Pero el monstruo que se combate es grande y pisa fuerte: la estructura jerárquica de India es de las más férreas y cerradas que se conocen. La desigualdad social está marcada por las castas a las que pertenece cada habitante, grupos sociales estáticos y cerrados, segregados por ocupaciones y de los que difícilmente se puede salir. Este sistema existe desde hace aproximadamente 3 mil años, y aunque fue abolido por la Constitución india hace más de medio siglo, está fuertemente ligado a la cultura del hinduismo, y en los hechos sigue manteniéndose como un lastre ancestral. El matrimonio entre integrantes de distintas castas es un crimen intolerable para ciertos fanáticos, y aún hoy en algunas zonas suele ser castigado con el linchamiento.
Los dalits no pertenecen a ninguna casta, son considerados intocables, muchos de ellos viven prácticamente en la esclavitud y cerca de 201 millones de indios entran en esta categoría. En los hechos, sufren la discriminación más que nadie, se los excluye de la vida social y religiosa, y se les niega el acceso a la salud y a la educación; hasta están impedidos de realizar los oficios más humildes, y sus reclamos no suelen ser escuchados por las autoridades.
El domingo pasado un “intocable” tuvo que utilizar un casco para su propia boda en el pueblo de Negrun, del estado de Madhya Pradesh, para protegerse de las pedradas de miembros de las otras castas, indignados ante su osadía de acudir a la ceremonia montado en un caballo. Esta práctica, llamada baraat, ha estado reservada históricamente para las castas superiores. El suceso cobró revuelo mediático ya que fue la primera vez que un paria se animó a hacerlo en ese pueblo, aun a sabiendas de lo que ocurriría. A su alrededor, un despliegue policial de 50 miembros de las fuerzas de seguridad reprimieron a los agresores y arrestaron a decenas de ellos.
Conociéndose lo prolífico que suele ser el gigante asiático de la cinematografía (cerca de 1.300 filmes al año) y su inclinación por erigir héroes populares, no sería extraño que ya estuvieran cocinándose una docena de películas en torno a este joven transgresor.