Se lo ha denominado también “porno de la contaminación”, y es la respuesta al movimiento ambientalista por parte de una comunidad de energúmenos de la derecha más recalcitrante, perteneciente a varios pueblos rurales del sur de Estados Unidos (muchos de ellos directamente autodefinidos como rednecks). El “rolling coal” consiste en tunear deliberadamente los motores diesel de las camionetas, camiones y autos, para despedir enormes nubes de humo tóxico al pisar a fondo el acelerador. ¿El objetivo? Simplemente divertirse irritando al prójimo.
Modificar el vehículo para esta clase de actividades puede costarles a los usuarios entre 200 y 5 mil dólares. El truco consiste en “engañar” al motor de modo que, cuando el conductor lo disponga, consuma una mayor cantidad de combustible despidiendo una densa e irrespirable columna de humo. Los blancos preferidos para dirigir estos chorros de humo (mediante caños de escapes especialmente diseñados) suelen ser peatones, ambientalistas, autos híbridos o eléctricos que corren con la mala suerte de pasar cerca de ellos. Según comenta la periodista Elizabeth Kulze en un ilustrativo artículo de la página web Vocativ, existen literalmente miles de Instagrams, grupos de Tumblr y Facebook dedicados a promocionar esta práctica. Allí los perpetradores se jactan de sus hazañas y comparten los videos en los que demuestran su desempeño: en Youtube pueden verse horrendas compilaciones bajo los títulos de “World’s Sickest Coal Rollers”, “Diesel Burnouts”, “Prius Repellent” y otros. En todos los casos, los despliegues de contaminación se presentan como algo rebelde y alocado.
Hay quienes comparan esta reacción con la tendencia a comprar armas luego de los tiroteos en los colegios. Una expresión individualista que desestima una problemática social, defendiendo valores mal entendidos como parte de una identidad nacional que, para colmo, obedecen a los intereses de poderosos conglomerados.
Explorando varios de los sitios puede vislumbrarse que quienes practican esta contaminación voluntaria y exhibicionista parecerían medir su masculinidad y su virilidad en proporción con la enormidad de sus vehículos. Hacer mucho ruido o maximizar la cantidad de desechos tóxicos enviados a la atmósfera son elementos que podrían leerse más que como una postura política o contracultural, como una necesidad de compensar otras pequeñeces.