Un grupo de jóvenes escritores que aspiran a desarrollarse como novelistas toma clases particulares con el distinguido Leonard (Jorge Bolani). Este guía creativo emplea métodos algo dudosos en lo ético y profesional, mientras hace alarde de su trayectoria y erudición para imponer sus normas. Los conflictos entre este cuadro de elegidos no tardan en aparecer mientras el ego busca refugios para subsistir. Jorge Denevi dirige este éxito escrito por Theresa Rebeck, que fue estrenado en 2011 en Broadway con la actuación de Alan Rickman, y en Buenos Aires fue llevado a escena por Daniel Veronese, usando la misma versión que se da en Montevideo.
Denevi se rodea de un elenco de selección que asegura que esta comedia dramática se convierta en un llamador de la cartelera teatral: Noelia Campo, Cecilia Sánchez, Sebastián Serantes y Alfonso Tort. Este grupo de colegas con aspiraciones artísticas algo snob se reúne en casa de Kate (una convincente Cecilia Sánchez que confirma sus dotes de comediante) para tomar un curso intensivo sobre escritura de novelas. Rebeck plantea un primer acercamiento a los personajes desde una mirada crítica que emplea el humor para delinear sus vínculos. Mientras Izzy (Noelia Campo) es el arquetipo de la fémina sensual y groupie, Kate es la dueña de casa de clase alta que busca en la escritura uno más de sus caprichos. Douglas (Alfonso Tort) es el escritor con pretensiones intelectuales, y Martín (Sebastián Serantes) el personaje más enigmático y espiritual y tal vez por ello el más talentoso. Los conflictos y las innumerables situaciones de humor están servidos en este abanico de seres diversos con pretensiones de intelectualidad.
La irrupción de Leonard –excelente Jorge Bolani, que construye a un gurú de las letras con métodos de choque para aleccionar– introduce la sorpresa tanto para los personajes como para el público. Las propuestas y devoluciones que arroja a los escritos de sus alumnos abren brechas que conducen a discusiones grupales y búsquedas personales en torno a la voz creativa propia. La estructura de la comedia tiene su punto fuerte en el desarrollo de las primeras escenas, donde los celos, la envidia, las inseguridades y los deslices sexuales del grupo forman parte de discusiones tan insólitas como delirantes. Tan delirantes y provocativas como las apreciaciones bruscas y directas del maestro Leonard, con vetas de excentricidad artística no tan alejada de la realidad del mundillo literario.
El devenir del tiempo, a lo largo del desarrollo del taller, habla de tiempos propios y de cambios radicales de posturas frente a la vida y la escritura. De a poco el drama reflexivo le gana a la comedia y la escena parece perder vida con ello. Hay un acertado trabajo de Laura Leifert y Sebastián Marrero (recordemos su creativa escenografía en Breve apología del caos, por la que recibieron el premio Florencio en 2014), que diseñan una escenografía que logra un cambio radical de espacio, al igual que el vivido por los estados de ánimo de los personajes en este viraje de registro dramático. Sobre las búsquedas propias, la necesidad de aprobación, la sed de fama y reconocimiento, y las alianzas y mezquindades humanas ahonda Los elegidos, una expresión de buen teatro comercial contemporáneo con un gran elenco que merece ser visto.
Teatro Alianza, domingo 26.