A veces la explicación más sencilla es la correcta. Y esto parece aplicable a la construcción de las pirámides de Egipto, y en particular a la gran pirámide de Keops, quebradero de cabezas que desde tiempos inmemoriales se ha prestado para la elaboración de toda clase de teorías. Hay quienes atribuyen tal prodigio de la arquitectura y la matemática a los extraterrestres, o a antiguos constructores con poderes sobrenaturales y tecnologías de punta que jamás imaginamos.
Lo cierto es que recientemente físicos de la fundación Fom y la Universidad de Ámsterdam han descubierto el sencillo “truco” mediante el cual los egipcios habrían trasladado a través del desierto los más de dos millones de bloques de entre dos y sesenta toneladas utilizados para la construcción de las pirámides. La clave fue encontrada en una pintura mural en la tumba de Djehutihotep, que dataría del 1900 a C. Allí se muestra a una persona de pie sobre la parte delantera de una especie de trineo cargado con una gran estatua, mientras echa agua sobre la arena, delante del mismo.
Según los autores del estudio, los inmensos bloques eran colocados y atados a una losa que se arrastraba como si fuese un trineo. Si la arena sobre la cual iba a ser trasladada la losa estaba levemente humedecida, la fuerza de tracción requerida para el arrastre podía reducirse a la mitad y, por consiguiente, podía ser efectuada por un número menor de trabajadores. El agua da mayor rigidez a la arena, generando una suerte de “puente capilar” mediante el cual el suelo se convierte en un plano rígido. “Un trineo se desliza con mayor facilidad sobre la arena del desierto firme simplemente porque la arena no se acumula en la parte delantera del trineo, como lo hace en el caso de la arena seca”, apunta la investigación.
Pero claro que esta explicación sólo podría resolver una parte del problema, y sigue sin saberse por ejemplo cómo se hizo para trasladar los bloques por los terrenos rocosos (no todo en el desierto es arena), y por supuesto el detalle de cómo cuernos elevaron los bloques y los colocaron unos sobre otros. Sigue hablándose de rampas inmensas, rectas o en forma de espiral (aunque no haya evidencias de la existencia de semejantes estructuras), de sofisticados sistemas de cuerdas y contrapesos. Pero lo cierto es que, por mucho que nos pese, aún no somos tan perspicaces como aquellos ancestrales ingenieros.