El cambio climático no se resolverá a través de cambios culturales en la población, sino de forma mucho más drástica. Al menos es eso lo que piensan los militares.
En la madrugada del 27 de mayo un contingente de alrededor de cien soldados ingresó en la sede de la Compañía de Saneamiento Básico del Estado de San Pablo (Sabesp), donde permaneció durante todo el día. Un comunicado del Comando Militar del Sudeste estableció que se trataba de un operativo para “una eventual necesidad de ocupación, en caso de crisis” (El País, 27 de mayo de 2015).
La crisis hídrica por la que atraviesa la ciudad de 20 millones de habitantes ha llevado a los uniformados a considerarla un caso de “seguridad nacional”. El verano pasado la megaciudad ya había sufrido cortes de agua cuando los reservorios que la abastecen tenían apenas el 5 por ciento del caudal máximo, diez a doce veces menos que un año atrás.
En un debate organizado por el ejército el 28 de abril pasado, en el que participaron una representante de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Anicia Pio, un profesor de ingeniería, Antonio Carlos Zuffo, el comandante militar del Sudeste, general João Camilo Pires de Campos, y el director de Sabesp, Paulo Massato, quedaron claros los motivos de preocupación de los altos mandos militares.
“Va a ser el terror”, explicó Massato. “No habrá alimentos, no habrá energía eléctrica. Será un escenario de fin del mundo. Son millones de personas y puede estallar el caos social. No será sólo un problema de desabastecimiento de agua” (Opera Mundi, 6 de mayo de 2015).
Durante el debate, el profesor Zuffo aclaró que se trata de un “ciclo de escasez de agua que puede durar 20 a 30 años”, y no una sequía puntual. El tema es de suma importancia por dos razones: porque indica que en algún momento de las próximas décadas habrá un colapso hídrico en una ciudad de 20 millones; y porque el cambio climático que está en la base de la situación actual modifica el concepto de sequía por el de “ciclo” de escasez.
Lo dramático es cómo los estados, a través de los militares que son los que tienen capacidad de planificación estratégica, pretenden resolver los efectos devastadores del cambio climático por la expeditiva vía de las armas. El general Campos, anfitrión del mencionado debate, citó al ex presidente de la dictadura militar Ernesto Geisel para definir lo que deben hacer: “Geisel decía que en la época de vacas flacas hay que atar al novillo”. El tal novillo no es otro que la población pobre, militarizada para evitar disturbios.
La página militar Defesanet, que viene cubriendo estos debates castrenses, fue muy clara al alertar que “un colapso del abastecimiento de agua representa un problema de seguridad pública”, recordando que “los grandes cambios fueron precedidos por alteraciones climáticas, como sucedió en la revolución francesa”. Entre otras previsiones, los militares brasileños enviaron contingentes para hacer cursos en el Swat (Special Weapons and Tactics), policía militar especializada en manifestaciones de Estados Unidos.