—¿Qué alentó este salto?
—Para empezar con el Colectivo Artístico de Titiriteros (Coati) nos presentamos a los Fondos Iberescena y fuimos seleccionados, lo que nos permite bancar esta movida. Hace 11 años que con La Ovidio Titers Band, compañía en la que me formé, y la Coriolis, que integro, venimos haciendo títeres para adultos, con perfil teatral, es decir, incorporándoles la maquinaria habitual en cualquier teatro. Con este encuentro queremos ampliar la accesibilidad al género, por un lado, y por otro iniciar una experiencia que intentaremos sostener, además de fortalecer nuestra identidad.
—Por qué fortalecer la identidad.
—Hay ciclos de teatro, de música, de danza; de títeres nunca. Siempre vamos “en paquete” con otras artes, y a veces nosotros mismos nos autorrelegamos, a pesar de que, como te decía, hace más de una década que hacemos espectáculos para adultos. Pensamos que esta iniciativa nos permitirá avanzar en estos aspectos.
—El único espectáculo a cielo abierto será con sombras, ¿es una técnica del títere?
—Sí, lo presentará la compañía brasileña Lumbra, formada en el año 2000 y dedicada en exclusiva a esa técnica. En Brasil y Argentina hay sombristas, acá no, a pesar de que es una vertiente tan milenaria como el propio títere. Aquí fue cultivada, esporádicamente, por Títeres Cachiporra. Como decía Javier Villafañe, el títere surgió cuando el hombre, en un amanecer, vio por primera vez su sombra, ¿soy yo o no soy yo? Es medio poético, en fin.
—Sonreís como disculpándote por la poesía.
—(Cortado.) No, no, todo bien.
—Supongo que a mucha gente le sigue costando desprender al títere del cumpleaños infantil.
—Es la parte tradicional e imprescriptible del oficio, y la forma en que todos nos acercamos al títere. Pero a la vez, todos los que estamos en esto coincidimos en que en la última década el títere para adultos tuvo un crecimiento sustantivo, en público y en inserción social. Ya nadie pregunta “¿por qué para adultos?”, y conseguir espacios donde actuar dejó de ser un drama. A los responsables de los lugares les importa más la calidad de lo que hacés, que el género que cultivás. Y creo que una buena forma de capitalizar esta bonanza es previniendo el “efecto canchas de pádel”.
—Nada de abrir tranqueras, decís.
—Pasa en todas las áreas, en Uruguay no tenemos una escuela de títeres que fije estándares de legitimidad, con lo cual es un rubro altamente vulnerable a improvisados. Y parte del crecimiento del que veníamos hablando se debe a que el Estado no ha dejado de incrementar y diversificar su política de apoyos a la cultura, lo cual genera el tan uruguayo efecto cancha de pádel: si esto funciona, hagámoslo. Para mí el títere tiene muy marcado qué es y qué no, aunque algunos compañeros rehúyan decirlo en voz alta.
—¿Qué es?
—Cuando un cantante desafina lo percibo claramente; cuando un títere no está vivo, también. De acuerdo a la técnica que elegiste trabajar hay cosas que tenés que hacer, y si no las hacés, chau títere. La línea que lo separa de un trapo parlante es delgadísima. El títere cuenta una historia, pero lucha todo el tiempo por seguir con vida, exactamente igual que el titiritero. Y el público completa esa batalla. En todo esto es fundamental la pérdida del ego, en primer plano debe estar siempre el objeto, no el manipulador.
—No siempre pasa.
—Claro, y no hay error más triste que desviar la atención del títere hacia uno.
—Pobre narcisismo, obligado a irradiar como actor bajo las luces, pero en las sombras.
—Se llama desdoblamiento, trasmitís a través del objeto, suena banal pero es la esencia de este arte, inalcanzable si no sacrificás ego. Hemos llegado a manejar un títere entre ocho personas, más cuatro colaboradores para determinados movimientos. A veces ni siquiera sos el títere sino sus rodillas, y tenés que concentrar todas tus energías allí.
—¿Cómo elaborás psicológicamente esa servidumbre?
—Mirá, la tesis que me falta entregar para recibirme de profesor de educación física habla del cuerpo del titiritero, del que también habló el filósofo Heinrich von Kleist en un ensayo que escribió sobre el movimiento abstracto. Dice que si sacás los títeres y dejás al titiritero, ves una danza. Lo comprobé, con fotos y filmaciones. Y si después intentás que el titiritero recuerde en qué momento hizo tal cosa, no puede. Es movimiento puro.
1. El ciclo, inaugurado el miércoles 10, prosigue esta noche con el espectáculo Las cuatro estaciones, de la Ovidio Titers Band, en el Auditorio Nelly Gotiño a la hora 21. Mañana el teatro Lumbra, de Porto Alegre, estará en la plaza Liber Seregni con Bola luminosa, a la hora 18; y a las 21, en el Auditorio Nelly Goitiño, Sergio Mercurio, el titiritero de Banfield, presenta En camino. El domingo a la hora 21 la compañía Coriolis ofrece Tropo, en la sala Hugo Balzo del Sodre. Todos los espectáculos tienen entrada gratuita, a retirar de las respectivas salas.