Según anota Greg Dawes, el editor de A contracorriente, en marzo de 2015 Stephen Gregory le pidió a Hiber Conteris que reseñara su libro, recién editado, para dicha publicación académica estadounidense. Sin embargo Conteris expresó reparos, no solamente porque la coyuntura editorial hacía que él mismo estuviera a punto de publicar su propio libro sobre Benedetti, sino porque tenía discrepancias profundas sobre algunas de las tesis y conclusiones a las que llegaba Gregory. El debate que sigue enfrenta a dos autores, dos libros, dos visiones del mismo “objeto (sujeto) de estudio” que se derrama al Uruguay de hoy. El de Conteris, con un abordaje narratológico anclado en el legado estructuralista y posestructuralista; el de Gregory, mediante el análisis de una ética individual visible en el “rostro autoral” tras los textos, que, en su opinión, fracasa en su intento de volverse política colectiva.
Hiber Conteris (29-IV-15)
Hola, Stephen, […] tengo que confesarte que al leer tu libro, al que considero una lectura y una investigación de la obra ensayística de Benedetti muy honesta e importante, me despertó cierto escozor el uso de la palabra “fracaso” en el título, y luego, en las primeras páginas, la alusión a un caso dos veces perdido, si recuerdo bien, porque no tengo el libro a la vista. […] Lo dudoso, desde mi punto de vista, es que se pueda hablar de “una política del prójimo”, con las reminiscencias bíblicas y religiosas que esa expresión implica y, por lo tanto, si no hay tal cosa en la obra de Benedetti, mal se puede hablar de un “fracaso” de esa política. […] Lo que te puedo decir es que en Benedetti nunca existieron inquietudes de tipo religioso, fue respetuoso de las mismas, pero totalmente indiferente. Y que, si bien el término “prójimo” aparece algunas pocas veces en su obra, ese concepto nada tiene que ver con el origen bíblico y específicamente cristiano del mismo, y, por ende, tampoco le escuché jamás hablar de una política del prójimo, ni creo que se pueda encontrar tal cosa en sus escritos. Estas son las objeciones que me presenta tu libro, porque, a pesar de la atenta lectura que llevaste a cabo del pensamiento de Benedetti que contienen sus ensayos literarios y políticos, tú les atribuyes a los mismos una categoría (política del prójimo) que implícita e incluso explícitamente alude a una concepción religiosa de las relaciones humanas, cuando, según creo yo, lo que verdaderamente existió en Mario fue un concepto “político” de esas relaciones. No sé si soy muy claro en esto, pero la diferencia para mí está en querer encontrar “una política del prójimo”, que creo inexistente en la obra y pensamiento de Mario, y tener una concepción política de las relaciones humanas, basada precisamente en la militancia política. Analizados desde este último punto de vista, ni el pensamiento ni la actividad intelectual de Mario pueden considerarse un fracaso, ni tampoco él mismo como “un caso perdido”. […]
Espero que me comprendas.
Fuerte abrazo, y tan amigos como siempre.
Hiber
Stephen Gregory (30-IV-15)
Primero muchas gracias, Hiber, por haber dedicado un mensaje tan largo a esta explicación. Claro, discrepo contigo en casi todo. La palabra “prójimo” aparece no sé [cuántas] veces en la obra de MB, y es más que evidente a quién define como su prójimo, y tal definición tiene sus raíces bíblicas, lo mismo que en Žižek, por ejemplo, a pesar de su lectura militantemente “robbespierriana” del asunto. MB puede ser ateo o agnóstico, pero estas raíces cristianas están en nuestra cultura y no se pueden pasar por alto tan fácilmente. Y yo sostengo en el libro que su visión del prójimo está en la base de la ética de la que en los hechos y en los escritos intenta derivar su política. El fracaso tiene dos significados claramente expuestos en la introducción: MB nunca resuelve las dificultades de construir una política colectiva con base en una ética cuyo acto fundacional es el “cara a cara” con el otro; una ética adecuada a una política colectiva sólo puede construirse desde una actitud individual ya colectivizada, por decirlo así. ¡La política precede a la ética! Segundo, su propuesta política fue rotundamente derrotada por los militares aquí y en otras partes de América Latina, como bien sabes tú y tantos otros mucho mejor que yo. Sin embargo, MB es un caso perdido en el sentido preciso de su poema con este título, el que cito para apoyar mi argumento en la introducción: nunca aprendió a ser neutral ni a abandonar su esperanza de un futuro socialista para Uruguay y el continente, como subrayo en la conclusión. Nunca se resignó a un pobre matrimonio mediocre entre democracia parlamentaria y capitalismo neoliberal: siguió creyendo hasta el final en otras posibilidades –en esto fue exactamente un caso perdido: terco, cabezadura, nunca se corrigió, nunca hizo su acto de contrición pública, como tantos otros; tampoco aceptó la despolitización tan común entre la mayoría de los que comentan su obra–. Es posible sostener, como Galeano, por ejemplo, que el socialismo nunca fracasó ni murió, ¡¡simplemente porque nunca ha sido/fue!!, pero esto es diferente. MB escribe que fracasó en el bloque soviético porque lo traicionaron allí. En conclusión, la propuesta de MB sí fracasó: externamente, porque perdió militarmente; internamente, porque no supo solucionar los roces entre ética individualista y política colectiva, un fracaso que, si es tal, puede tener implicaciones actualmente vigentes para muchos. Mis argumentos bien pueden ser erróneos, pero no lo son porque MB no creía en Dios ni por las derivaciones etimológicas de las palabras que él mismo usa tanto como yo. Hasta aquí las discrepancias; por lo demás, como bien dices, siempre amigos.
Stephen
Hiber Conteris (1-V-15)
Hola, Stephen, respeto tus convicciones y también, como te dije antes, el esfuerzo y la honestidad de tu trabajo de investigación, en cierto modo irreprochable desde el punto de vista intelectual, pero es evidente que no vamos a ponernos de acuerdo. Que Benedetti, como cualquier persona culta, conocía y se sirvió del término “prójimo” más de una vez está fuera de cuestión, pero lo que dices más abajo, eso de que “las raíces cristianas están en nuestra cultura y no se pueden pasar por alto tan fácilmente” es simple suposición tuya. Mario usó el término “prójimo” en el sentido de “semejante”, “próximo”, tal como lo usa Santomé en La tregua, en un pasaje que tú mismo citas. “Semejante” es aquel que se nos cruza en el camino y que, como ese mismo concepto implica, es igual a nosotros, independientemente de su origen, nacionalidad, el color de su piel y su religión. […] De allí a suponer que en Benedetti hay una “política del prójimo” y que ésta fracasó es un “constructo” tuyo (uso el término “constructo” en el sentido en que se emplea en los estudios estructuralistas, como una construcción mental que por lo general nada tiene que ver con la realidad) y que tú trasladaste al pensamiento de Mario debido, probablemente, a tu propia formación religiosa de la que tal vez no supiste separarte en el momento del análisis. No me cuesta nada imaginarme la risa que hubiera provocado en Mario la sola mención de que en su pensamiento existiera algo que pudiera ser concebido como una “política del prójimo”. Cuando se entra en la esfera de lo político, el término realmente significativo es “compañero” y no prójimo; es decir, alguien que está a mi lado (de allí viene lo de “compañero de ruta”), en la misma lucha, compartiendo los mismos ideales y los mismos fines, y cuya base no es ni la simpatía ni lo que Goethe llamaba “la afinidad electiva”, ni siquiera la amistad, sino precisamente el compromiso político compartido. Yo no sé en qué momento de tu vida te trasladaste a Uruguay, pero doy casi por cierto que no fue en los años sesenta, cuando se inició en el país la transformación más profunda de su historia política, y sin haber participado y ni siquiera presenciado in situ lo que ocurrió en ese proceso es muy difícil entenderlo. Debido a eso, puedo disculpar tu relativa “ignorancia” de lo que pasó aquí y el uso tanto del término “fracaso”, así como aludir a Benedetti como “un caso perdido”, sin percibir la ironía de esa expresión en el poema que tú mismo citas. Fue en esos años que se inició la lucha armada aquí en Uruguay, mayormente a través del movimiento Mln-Tupamaros, aunque hubo otros grupos que también se plegaron a esa lucha. Es cierto que Mario tuvo reparos para aceptar lo inevitable de la lucha armada, pero eso se debió fundamentalmente a las palabras que el Che pronunció aquí en nuestro mismo país, insistiendo en que había que agotar las posibilidades que nos daba el gobierno democrático antes de considerar la posibilidad de las armas. Pues bien, esas posibilidades se agotaron cuando el gobierno de Pacheco Areco comenzó a emplear las medidas prontas de seguridad […]. Cuando Benedetti acepta ser miembro fundador y dirigente del Movimiento 26 de Marzo, que fue iniciativa del ejecutivo del Mln-Tupamaros y habría de constituirse en su brazo político legal, sabía perfectamente que esta era la nueva estrategia que se proponía el movimiento, y que la misma respondía a la concepción política de su principal figura, Raúl Sendic, cuyo objetivo era la creación de un “frente grande”, constituido no sólo por los miembros del Mln y otros grupos que apoyaban la lucha armada, sino también por todos aquellos, incluso personas provenientes de los partidos políticos tradicionales, que coincidieran en la necesidad de unirse para crear una nueva realidad política en Uruguay. Este fue el principio que llevó a lo que es hoy el Frente Amplio, y Benedetti lo admite implícitamente así cuando dedica su El cumpleaños de Juan Ángel precisamente a Raúl Sendic, no sólo en esta fase de la lucha, ya que, como recordarás, el protagonista de la novela es un joven que también decide vincularse a la lucha armada cuando ésta era considerada indispensable, en la primera fase de la transformación que llevaría, años más tarde, a la formación política que gobierna por tercera vez consecutiva nuestro país. ¿Cómo, entonces, es la pregunta que me hago y que dirijo particularmente a ti, puede alguien hablar del “fracaso” de una política (aunque se trate de una inexistente “política del prójimo”, tan ajena al pensamiento de Mario Benedetti como irrelevante para explicar cualquiera o ninguna de las etapas de este proceso político que vivió Uruguay) cuando el triunfo de la misma es una realidad histórica presente? Quiero decirte también aquí, estimado Stephen, que la introducción del término “fracaso” es, para nosotros, una voz externa al proceso mismo, una extranjerización, algo que sólo puede suponerlo quien viene y mira las cosas desde fuera, sin conocer la interioridad de ese proceso. Una cosa es que el Mln haya sufrido una derrota militar, pero eso no significa que el objetivo de su lucha haya sido un fracaso. Yo estuve ocho años y tres meses (más un par de semanas) preso, y ni siquiera en los momentos más oscuros de mi prisión, mientras era torturado en el llamado “Infierno grande”, […] se me ocurrió pensar en el término “fracaso”. Y ni qué hablar de alguien como el Pepe Mujica, que estuvo preso varios años más que yo y lo pasó muchísimo peor, y sin embargo fue hasta el año pasado el presidente de la República, gracias a la creación del Frente Amplio […].
No tengo más remedio que ser un poco descortés e impertinente contigo al llegar aquí, estimado Stephen, y preguntarte, entonces, ¿con qué autoridad, con qué derecho te atreves tú a hablar del fracaso de una inventada y por lo tanto inexistente política atribuida a Mario Benedetti, con base en lo que considero una alienada lectura de su obra, porque toda lectura desprendida de la realidad, considerada aparte de los hechos históricos a los que alude, no es otra cosa que eso, una lectura alienada e imperfecta? Y además ¿qué puede llevarte a considerar al autor como “un caso perdido en dos sentidos”, sino el hecho de que tu visión de la historia, siento decírtelo, es muy breve o estrecha, muy cortoplacista, y sobre todo externa, ajena a la participación del proceso que, más tarde o más pronto, de acuerdo al rumbo que se viene siguiendo, llevará a la construcción de un socialismo que probablemente sea algo distinto de los manuales y los modelos conocidos, pero cuando se llegue a él será el resultado de quienes lucharon por llegar a esa meta, entre ellos, y como un auténtico protagonista, el propio Mario Benedetti? En fin, como comprenderás, no puedo menos que lamentar que tu interpretación de lo que Mario propuso no como una “política del prójimo” sino, en todo caso, como una política basada en el compromiso de compañeros embarcados en la misma lucha, esté significada, ya desde el título, de modo negativo y equívoco por el término “fracaso”, y sobre todo por lo que pienso son vestigios y prejuicios basados en tu propia formación religiosa, con la que nada tenía que ver el pobre Mario.
Saludos, y seguimos tan amigos.
Hiber
Stephen Gregory (1-V-15)
Hiber, escribo esto escuchando a L (que lee tu contrarrespuesta en la habitación de al lado) decir que está de acuerdo contigo –por lo menos en eso de la visión alienada o de extranjero, y en el uso de la palabra “fracaso”, que siempre le pareció muy fuerte–. Yo, como ella, entiendo que mi enfoque puede ser doloroso y parecer hasta ofensivo para los que como tú lucharon y arriesgaron y sufrieron tanto. Y efectivamente, Benedetti nunca habló de fracaso tampoco, sino de “derrota”, y yo no digo que el Frente Amplio sea un fracaso. Sí, hablo de un fracaso doble (pero no de “un caso perdido en dos sentidos”): el militar, y más importante aun, el filosófico de no resolver la contradicción entre una ética individualista (basada, si uno quiere, en una noción de prójimo laico “antoniomachadesco”) y una política socialista derivada de ella, en la que por supuesto la idea de “compañero” es un avance sobre la de “prójimo”. Mi formación religiosa es nula, y es MB en un momento de (creo) uno de los artículos de Terremoto y después, quien habla de las resonancias bíblicas de la palabra –mi enfoque ha sido más bien provocado por el volumen colectivo El prójimo, de Žižek, Santner y Reinhard, citado en el momento oportuno de mi libro–. Benedetti podría haberse reído de la idea de una “política del prójimo”, pero la negación de un vínculo estrecho entre su uso repetido del concepto “prójimo” y el socialismo a la cubana que avaló en 1970 como especialmente adaptado a Uruguay me parece leer a contrapelo casi todo lo que escribió entre 1950 y 1972-3. Y las contradicciones no tardan en mostrarse. Un socialismo democráticamente elegido podría haber parecido atractivo en 1970, sobre todo después del triunfo de Allende en Chile, pero no después de 1973, cuando tanto aquí como allá las debilidades de tal posición fueron brutalmente reveladas por las armas de los militares, que arrasaron con una izquierda que en su mayoría había rechazado lo que las fuerzas armadas estaban sólo demasiado dispuestas a hacer: acabar con el enemigo hasta donde fuera posible. Esto no es sólo una derrota militar; es también el fracaso de toda una construcción política fundada sobre una base ética casi doméstica u hogareña. En el caso de MB, las implicaciones de El cumpleaños de Juan Ángel –esa “novela en verso” donde Benedetti quizás más se aproxime a un matrimonio entre la nueva poética de Quemar las naves y su nueva visión revolucionaria– entran claramente en conflicto con el programa del flamante Frente Amplio, aun en su primera versión menos moderada, de la misma manera en que el voto como bala del programa del Movimiento de Independientes 26 de Marzo dentro del Frente expresa netamente las confusiones de una revolución al estilo del Mln-Tupamaros que no quiere/puede ser tal. Ahora el impertinente seré yo, sin duda, porque se me ocurre que quizás sea necesario ser extranjero nunca involucrado personalmente en esas luchas para subrayar la importancia de las incoherencias que rompen los ojos de un lector no cargado de recuerdos y lealtades contraídos en los compromisos heroicos de un pasado tan difícil como penoso. En este sentido, mi libro, con todas sus deficiencias, quiere indicar (pero de ninguna manera agotar) las maneras en que la obra de Benedetti puede ser políticamente útil para una izquierda futura que, con el paso del tiempo, heredará esa historia –y esa literatura– como tradición en vez de memoria. […]
Bueno, amigo, ¡¡espero tus comentarios!!
Abrazo.
Stephen
Stephen Gregory (12-V-15)
Estimado Hiber:
Te reenvío este último mensaje mío al cual no has contestado. L me dice que será porque ya has dicho todo lo que quieres decir y que no te gusta la propuesta al final, […] y, al no querer seguir más con el asunto, prefieres el silencio a una negativa franca y abierta, como muchos uruguayos a quienes ella ha tenido que tratar en el curso de su vida profesional. No es la primera vez que esto me pasa aquí. Pero te digo sinceramente que, si es así, es una costumbre uruguaya que me da rabia y me produce desilusión.
Los ingleses somos también un poco así, pero después de vivir 36 años en Australia he visto las ventajas de una cultura que, con todas sus crudezas y rasgos antiintelectuales, tiene la enorme ventaja de producir gente que no tiene reparos en decirte lo que piensa o quiere decir, aunque no te guste. Por lo menos uno termina sabiendo a qué atenerse.
Dicho esto, sigo esperando que no hayas contestado porque no lo viste, no hayas tenido tiempo o algo por el estilo. Este intercambio ha significado mucho para mí porque no serás el único uruguayo, estoy seguro, que haya tenido o que tenga una reacción tan negativa hacia mi libro. Es por esta razón que me gustaría que alguna versión de nuestra polémica apareciera públicamente, aunque sea (otra posibilidad que se me ha ocurrido) en la forma de un debate en vivo contigo y Ariel Silva en la Fundación (¡a él tampoco le gustó!, como quizá ya sabes).
Bueno, esto es todo por ahora. Espero tus comentarios.
Un abrazo.
Stephen
Hiber Conteris (12-V-15)
Hola Stephen, acabo de recibir este mensaje tuyo, y como me dices que no lo contesté cuando lo enviaste anteriormente, busqué en mi buzón de correspondencia, pero la verdad es que no lo encontré. No me extraña, porque mi computadora me está jugando muchas malas pasadas últimamente, […]. Son cosas que suelen ocurrir cuando se han rebasado los 80 años, pero te aclaro que nunca he rehuido el diálogo ni el debate de ideas, y no voy a comenzar a hacerlo ahora. Por otra parte, está de más decirlo, pese a mis críticas y los desacuerdos que tengo con tu análisis de la obra de Benedetti, eso no afecta para nada mi respeto por tu trabajo intelectual ni la amistad que hemos iniciado. Creo, sí, que tú te aventuraste un poco ingenuamente a desacreditar a alguien que en Uruguay se considera casi un ícono nacional, tal vez sin pensar en las consecuencias, y eso despertó reacciones negativas. No es mi caso, porque yo me limité a contrarrestar aquellas ideas de tu libro con las que no concuerdo, como por ejemplo que Benedetti haya concebido alguna vez eso que tú llamas su “política del prójimo”, pero tienes que comprender que para Ariel Silva, que fue el secretario personal de Mario, y los otros miembros de la Fundación, tu libro no les haya caído nada bien, y lo mismo podría decirse de un gran número de posibles lectores a quienes la simple palabra “fracaso” en el título del libro les haya conducido a desechar su lectura. Pero como bien puedes ver, no ha sido mi caso. Un abrazo, y tan amigos.
Hiber