Frente a las limitaciones económicas propias del medio, los músicos uruguayos, a veces, sorprenden tirando la casa por la ventana y jugándosela a fondo.
Este es el caso de la propuesta multimedia que acaba de lanzar Daniel Drexler: un lujoso libro con un Dvd de un recital de canciones suyas de diversos discos, en nuevas versiones en vivo grabadas en los legendarios estudios Ion de Buenos Aires, acompañado por una nutrida y eficiente banda de músicos con arreglos del talentoso Dany López. Además, mediante un código incluido en el libro se puede descargar el audio de ese recital.
EL LIBRO. Bajo el concepto de que de un iceberg quedan ocho novenos sumergidos y sólo uno visible, Daniel se lanza a escribir intentando revelar de su vida y obra los contenidos ocultos. Lo hace con una pluma ágil, bien dotada, que revela una cabeza pensante y una persona cultivada e inquieta en los más diversos rubros de la cultura en general, y no solamente en lo que habita el interior de las fronteras del quehacer musical.
Recorre fundamentalmente sus discos Vacío, Micromundo y Mar abierto, relatando cómo surgieron las canciones y el marco vital de esos nacimientos, aportando todo tipo de reflexiones, anécdotas y citas de un espectro que va de Gilberto Gil a Marshall McLuhan, de John Cage a Caetano Veloso, de Idea Vilariño a John D Barrow. Nada de lo humano parece serle ajeno, ya que pasa de la música –en especial de la suya– a la ciencia, la medicina, la filosofía, el fútbol o la física cuántica. Más allá de la inteligencia y fluidez de su escritura, el total puede ser algo abrumador. La referencia a su obra –que, como él mismo lo ha reconocido una y otra vez, es más difundida en el exterior que aquí– puede despistar a quien no la conozca. Por lo demás parecen excesivos los comentarios de índole personal, como “mi pareja de aquellos años me avisó que se iba de casa porque era imposible convivir conmigo”, o “salía a caminar por la rambla con un perro callejero, el Facha, que me acompañó durante ese período”. El texto, rico e interesante, merecería un trabajo de edición que sin duda redundaría en su beneficio.
Lo mismo ocurre con la acumulación de referencias “cultas” y propias de alguien consciente del mundo globalizado, tipo: “Sentíamos que estábamos trazando puentes al unir el budismo con la sonoridad de las grandes metrópolis, la antigüedad china con la era de la modernidad líquida o las luces de las pistas de baile de Ibiza con el lenguaje de la cábala”.
El anexo final es un ensayo sobre el “templadismo”, término acuñado por el propio Drexler para designar una corriente de artistas fundamentalmente encabezada por él y por el cantautor riograndense Vitor Ramil, que sería una suerte de respuesta regional al “tropicalismo” que reinó en Bahía y en el eje San Pablo-Rio de Janeiro. Una música más queda, menos colorida y con ritmos más locales, como la milonga, que representaría una bienvenida integración y una rica interacción cultural. El término “templadismo” es tan feliz como marquetinero, pero dista mucho aún de definir a una corriente poderosa, más allá de los valiosos esfuerzos de Drexler y Ramil.
De todas formas la fundamentación de esa corriente es posiblemente lo mejor de este libro, ya que está sólidamente sostenida desde el punto de vista histórico, cultural y geográfico, con reflexiones tan compartibles como disfrutables. Aunque Daniel cree firmemente en las posibilidades de desarrollo del “templadismo”, declara que él no se considera “templadista” y que esa corriente no pretende ser un movimiento, pues no tiene un manifiesto ni adherentes con carné de pertenencia.
El DVD. El recital en el Dvd adosado al libro fue grabado en los mismos estudios Ion de Buenos Aires donde se registraron discos históricos como Cantata sudamericana, de Mercedes Sosa, Sonamos pese a todo, de Les Luthiers, En la Fusa, de Toquinho y Vinícius, o Pulsación, de Astor Piazzolla, y discos uruguayos esenciales, como los dos primeros de Totem, Mateo solo bien se lame y, más recientemente, el recital en Dvd incluido en el poemario Intro, de Fernando Cabrera.
Todo funciona como un mecanismo de relojería: el estudio luce precioso, con la consabida alfombra artesanal a los pies del músico solista, las luces cálidas, los movimientos de cámara son sobrios y elegantes, la edición es muy pulcra y los inserts en blanco y negro entre canción y canción con tomas del making funcionan muy bien. La banda es excelente: Dany López al piano, Gonzalo Gutiérrez en el bajo, Eduardo Mauris en guitarra eléctrica, Martín Ibarburu en batería, Mariano Mussolo en armónica, Adrián Borgarelli en chelo, Nicolás Giordano en violín, Rodrigo Añón en viola, y al fondo, hacia la izquierda, dos chicas atractivas y talentosas, Karen Martínez en clarinete y Alejandra Genta en clarión y saxo bajo.
Daniel Drexler canta con su voz algo aflautada exhibiendo un gran control, una afinación firme y precisión quirúrgica para ir diciendo cada verso. También con una cierta frialdad. Lo mismo sucede con su guitarra, plena de acordes y modulaciones de gran elegancia y precisión, y una gran herencia de la música y los músicos brasileños –João Gilberto, Djavan, Caetano, Buarque–, pero su toque es demasiado perfecto, sin esas desprolijidades achacables a la pasión –no al descuido o la impericia– que distinguen a los grandes intérpretes.
El recital abre con “Vacío”, una gran canción con mucho gancho y seducción y un lindísimo texto, pero los temas que siguen no tienen ese atractivo instantáneo y esa melodía inmediatamente recordable. Las canciones, impecablemente construidas, a veces suenan demasiado calculadas, perdiendo seducción.
De todas formas hay momentos realmente excelentes: “La simiente”, con precioso arreglo de vientos, “Sheiko”, con un texto entrañable y un gran solo de armónica de Mariano Mussolo, “Descolgados” con su clima pop-rock y el inteligente detalle arreglístico de las cuerdas tocando un riff roquero, “Sábado”, que discurre delicadamente por milonga, o “Mar abierto”, con una referencia oculta pero no tanto al clásico riff de guitarra de “Day Tripper”, de los Beatles.
Tres tiempos es una producción interesantísima pero cargada de excesos. Tiene demasiadas referencias –y autorreferencias–, demasiados acordes, demasiadas palabras, pero también es un producto jugado, valiente y pleno de buen gusto donde Daniel Drexler demuestra ser un profesional en todos los rubros.
Y el juicio definitivo lo emitirá la gente, como sucede siempre en el mar abierto de la música popular.
Tres tiempos. Daniel Drexler. Libro, Dvd y CD digital. MS2 discos-2015.