El tiempo pasa, pero la imagen de la mujer que nos presenta la publicidad parece permanecer, o modificarse para peor. Las mujeres vinimos al mundo a seducir, al hombre, por supuesto; vinimos a limpiar, a tener hijos, a criarlos dedicada y amorosamente.
Pero en el pasado no había buenos productos para limpiar, y eso traumó a un niñito que hoy es un musculoso hombre. “Había una vez un niño que se dedicó a buscar mejores soluciones de limpieza para las mamás, y hoy te trae…”, y se presenta a un bebé, varoncito él, experimentando con tubos de ensayo, y luego devenido un tipo musculoso vestido de naranja que busca convencerte de ayudar a una fundación. “Que no es escalar el Everest para dar un mensaje de paz, tampoco es cruzar el desierto del Sahara en busca de agua, sólo tenés que limpiar tu hogar.” Vemos a una mujer flaca, alta y blanca que pasa frío en el Everest, calor en el Sahara pero se convierte en una regia y deseable madre al comprar el producto, y claro que dona algo para una causa benéfica, porque “sólo” tiene que limpiar su casa.
Como vinimos a limpiar bien limpio, somos target cantado para los “creativos” de las agencias de publicidad. La competencia del musculoso naranja tiene en la pantalla a una bella durmiente que vive en un álbum titulado “Como Cif hizo brillar a la Bella Durmiente”.
Por cierto, es hora de darnos cuenta de que nos contaron mal el cuento: resulta que cuando el príncipe se está acercando a la casa de la durmiente, ¡ella no duerme! Es mágico, la bella durmiente no estaba para nada dormida, y cuando se entera de que el príncipe se está acercando, rauda y veloz se pone a limpiar un extraño castillo donde sólo hay productos de limpieza, con unas cápsulas “tres en uno”, elixir que resume todos los frascos que tenía la gurisa en la casa. Prolija y femeninamente limpia todo vestida con un inmaculado vestido blanco y, por si fuera poco, antes de que el príncipe arribe, la vemos maquillándose frente al espejo como toda dama debiera, porque no se olviden de que vinimos a seducir. Cuestión que queda todo “limpio y brillante justo a tiempo” para que ella reciba al príncipe azul haciéndose la dormida.
En los canales cable de por acá circula una serie de publicidades de un banco argentino protagonizada por una pareja, hombre y mujer, dios nos guarde de otra cosa, que tienen una crisis de pareja por el uso excesivo –de ella, por supuesto– de la tarjeta de crédito.
Se la pasan en el shopping donde todos los conocen, se pelean, se reconcilian. Ella le anuncia que está embarazada y él se desmaya. Siguiente escena: ellos en la cama, ella come vorazmente mientras le encaja una piña a él. Ella llega con prendas de bebé y él tira las facturas para arriba, angustiado. Nueva escena: ella pariendo y él que se vuelve a desmayar. Entonces llega “La Heredera”, así, con mayúsculas en un fondo blanco y puro. Pero cuando él, el flamante padre, la tiene en sus manos, pone cara de asco por el olor a caca de la nena. No lo resiste, llama a la mujer, pero ella todavía duerme en la cama del hospital. Como un hombre jamás cambia pañales, desesperado acude a la suegra, pero la suegra, que como todas las suegras es mala, se niega rotundamente, porque es jueves y hay ofertas especiales en algún lugar del planeta donde esa tarjeta de ese banco tiene ofertas.
El comercial termina con la voz en off del hombre que pide que llamen a los bomberos para cambiarle el pañal a su hija. Esa misma voz que antes reclamaba en un shopping que lo ayudaran a detener a su mujer porque no la podía hacer parar de comprar. En el siguiente capítulo del comercial, el padre se la pasa con la niña porque la madre nunca está. En una de las versiones el padre juega con la niña diciéndole “¿Adónde está mamá?”, y cada vez que dice “Acá está mamá”, la vemos comprando algo o en la peluquería. Es decir, está en cualquier lado menos en la casa. En la versión más nueva, el padre juega con su hija, cantan de la manito y es todo ternura hasta que cortan y vemos a la madre que nos muestra la tarjeta y canta la misma canción, pero dice “Saco la de débito, la hago comprar, la paso, la paso y la vuelvo a pasar”. Eso es una madre, señores creativos, gracias por colaborar con nosotras.
Pasa el tiempo, en algunos países las mujeres tenemos derecho a tener plata y hasta tarjeta de crédito, pero como somos mujeres, somos malas, somos desmedidas y voraces. Olvidamos nuestra principal responsabilidad, que es criar a los hijos y limpiar, lo dejamos al hombre en casa, al pobre hombre que no sabe ni cambiar un pañal.