Tal lo que sucedía en las recordables La última película (The Last Picture Show, 1971), ¿Qué pasa, doctor? (What’s Up, Doc?, 1972), Luna de papel (Paper Moon, 1973) y Nuestros amores tramposos (They All Laughed, 1981), entre varias más. El hombre siempre asegura que también le complacen los temas tradicionales –el amor, la amistad, el paso del tiempo… la lista puede seguir–, una característica que lo lleva a convertirse en todo un amante del cine de los maestros, a quienes saca a relucir con la inclusión de alguna secuencia de obras admiradas –aquí le toca a El pecado de Cluny Brown (Cluny Brown, 1946, del gran Ernst Lubitsch)–, canciones clásicas –se escucha a Fred Astaire en más de un momento– y la mención de alguna personalidad cinematográfica que dejó su sello, como es el caso de la Audrey Hepburn de Muñequita de lujo (Breakfast at Tiffany’s, 1961, de Blake Edwards), a quien Izzy, la protagonista (Imogen Poots) cita con devoción, al tiempo que justifica su inclinación por las películas con finales felices.
Aunque las menciones podrían seguir para que se colara la inspiración que aportaría un Woody Allen con su galería de siluetas acomplejadas, y hasta el mismísimo Quentin Tarantino, que asoma en un brevísimo instante, lo que realmente importa es que todo lo que antecede recalca el amor que Bogdanovich siente por el cine y el deseo permanente que lo empuja a demostrarlo con comedias como ésta, que involucra nada menos que a una joven call girl –profesión que los “conventuales” subtítulos en español traducen como “dama de compañía”–, la cual un buen día irrumpe en un casting teatral, cuyo director (Owen Wilson) resulta ser un reciente cliente que, para colmo, debe admitir que la chica reúne las condiciones para el papel en cuestión. Buena parte de todo esto se lo cuenta ella misma a su psicóloga (Jennifer Aniston), una profesional demasiado pegada a las teorías que ha leído, envuelta asimismo en una relación con el autor de la obra en ensayo (Will Forte), el cual, a su vez, se sentirá atraído por la recién llegada Izzy, nombrecito que, en inglés, suena muy parecido a la palabra easy (fácil). De ahí en adelante por cierto que habrá otras casualidades y múltiples encuentros y desencuentros que involucrarán la entrada de otras figuras, como para que Bogdanovich le otorgue participación a un nutrido y entrenadísimo elenco en el que tiene cabida gente que aprecia tanto como la rubia Cybill Shepherd y el siempre huidizo Austin Pendleton. Todo sucede, claro está, en el neoyorquino Broadway y adyacencias, como el restaurante Sardy’s, con sus paredes colmadas de retratos de celebridades, e invoca a muchos ejemplares que si no se hallan haciendo terapia, deberían hacerlo, pero, más allá de tanta sofisticación, el realizador –y colibretista junto a Helen Stratten– deja claro que se refiere a seres humanos con rasgos reconocibles, viviendo situaciones que, en escalas diversas, podrían alguna vez tocarle al mismo espectador. Y vale la pena señalar que lo deja claro con la gracia y la humanidad que se filtran en casi toda su obra. Nadie habrá de extrañarse entonces al apreciar el rendimiento de un elenco que parece haber nacido para cumplir con lo que se le asigna. Bogdanovich cumple.
She’s Funny That Way. Estados Unidos, 2014.
https://youtu.be/eq7nL7i0b9c