Es el líder más a la izquierda en los más de cien años de la historia partidaria. Con un 59,5 por ciento de los 422 mil votos emitidos, su victoria en las elecciones internas del Partido Laborista fue un contundente mensaje que trasciende el Reino Unido y se extiende a una Europa que celebra elecciones este mes en Grecia y en noviembre en España, con el dividido Syriza y Podemos como fuerzas centrales.1
Su inesperada irrupción en una contienda que en junio todos daban por saldada entre candidatos que eran diferentes versiones del nuevo laborismo de Tony Blair-Gordon Brown dinamizó el partido, que triplicó su membresía en dos meses y dio un salto espectacular con decenas de miles de “adherentes” que, por tres libras (cinco dólares), podían inscribirse y votar. Corbyn recorrió el país, hizo casi cien actos y eventos, congregó de la nada unos 16 mil voluntarios para llevar adelante su campaña y en cada mitin logró algo que este corresponsal, con más de 20 años en el país, jamás vio: colas interminables, lugares saturados de gente, un incontenible entusiasmo juvenil.
Entre sus seguidores no hay dudas. “La socialdemocracia está en crisis porque aceptó los principios de la austeridad y, por consiguiente, no tenía mucho que decir. Ese vacío lo llenó ahora Corbyn, que ofreció una visión de esperanza que ha resonado en muchos lugares. Pero hay que tener en claro que lo más difícil viene ahora”, señaló el viernes 12 en The Guardian Owen Jones, uno de los pocos periodistas que lo apoyaron abiertamente.
Vegetariano, abstemio, hispanoparlante, Corbyn consiguió sacar al partido del “estupor mortis” en que había quedado tras la derrota de David Cameron a manos de los conservadores el pasado 7 de mayo.
DESAFÍOS. Corbyn enfrenta dos desafíos gigantescos. El primero es mantener unido al partido. Con la dupla Tony Blair-Gordon Brown el laborismo se ha ido volcando tanto a la derecha –añadiendo además el calificativo de “nuevo” a su nombre–, que se perfilaba en la práctica como un partido de centro que podía inclinarse según soplara el viento hacia la derecha o la izquierda. Esta franja partidaria, mayoritaria entre los 232 diputados, alertó durante la campaña hacia las internas que una victoria de Corbyn podría significar que el laborismo quedara relegado a ser un partido de protesta. La figura más prominente que impulsó esta advertencia fue el ex primer ministro Tony Blair, quien pidió –en vano– que los votantes no apoyaran a Corbyn para evitar “cometer el acto más demente de la historia política de este país”.
El tono cambió en estos últimos días ante la casi certeza de una victoria de Corbyn y el peligro de un cisma partidario. La mayoría de los parlamentarios vinculados con el nuevo laborismo han dejado en claro que no servirán en el shadow cabinet (“gabinete en la sombra”, que replica los puestos ministeriales desde la oposición) de Corbyn, pero muchos han buscado un tono más conciliador sobre el futuro. “Siempre he trabajado con quien sea que lidera el partido. Como dije, no formaré parte del gabinete en la sombra, pero sí seré parte del laborismo, como lo he sido toda mi vida”, señaló una de las candidatas derrotadas, Yvette Cooper, ex ministra del Tesoro y de Trabajo.
Es imposible prever si esta relativa paz será duradera. El primer reto es formar un gabinete en la sombra que incluya las tendencias más moderadas del partido. Las diferencias entre los corbynistas y los nuevos laboristas no son fáciles de resolver, pero en su discurso Corbyn se mostró humilde y abierto. “Les agradezco a todos los otros candidatos por la manera en que llevamos adelante el debate político y, al final de fuertes discusiones, siempre nos abrazamos. Ahora avanzamos como partido y movimiento más fuertes que en mucho tiempo”, indicó.
Si el reto de mantener la unidad partidaria es enorme, el de convertir al laborismo en el futuro gobierno es aun mayor. El consenso público es que el Reino Unido, sexta economía mundial, navega entre la moderación y el conservadurismo sin lugar para una alternativa de izquierda como Corbyn. Este fue el argumento de Blair-Brown para un giro a la derecha que tuvo eco en las urnas: por primera vez en la historia el laborismo ganó tres elecciones seguidas.
GUERRA MEDIÁTICA. En los próximos días a Corbyn le espera algo que es el pan de cada día de Cristina Fernández de Kirchner o Dilma Rousseff: una campaña mediática incesante e implacable en su contra. En las últimas semanas ya empezaron a proliferar artículos que lo acusaban de todo: desde antisemita y racista (a alguien que hizo de la lucha contra el racismo una bandera en toda su vida) hasta traidor a la patria.
La ofensiva conservadora de los próximos días será virulenta y temáticamente previsible. El programa económico de Corbyn será un flanco a atacar, pero sus recetas han recibido el respaldo de muchos economistas y académicos, incluyendo a Paul Krugman y un ex miembro del Banco Central de Inglaterra. El punto más débil es su política exterior, en un país que bajo su ironía y escepticismo tiene una importante reserva de nacionalismo patriotero (nota adjunta).
¿Qué posibilidades de éxito tiene? No cabe duda de que Corbyn ha renovado el debate en el partido y ha insuflado pasión a la polémica en un país que muchas veces parece apolítico o desencantado o escéptico, o las tres cosas. En las últimas elecciones 40 por ciento de los votantes se abstuvieron: si se hubieran inclinado por el laborismo podrían haber cambiado el resultado final. En Escocia los laboristas, que dominaron la escena política durante décadas, fueron arrasados por los nacionalistas, que tenían una clara plataforma antiausteridad.
Si a estos dos sectores se les suman los votos perdidos en Gales y el norte de Inglaterra, el laborismo de Corbyn tiene un sendero a seguir para volver a ser gobierno. El centro y sur de Inglaterra, con la excepción de Londres, tradicionalmente más conservadores, son el hueso más duro de roer. El primer gran test es en ocho meses, con las elecciones simultáneas para alcalde de Londres, parlamentarias en Escocia y Gales y municipales en Inglaterra: allí se verá si la corbynmanía ha resistido el embate de los elementos.
(Tomado de Página 12, por convenio)
1. Corbyn recibió el saludo del líder de Podemos Pablo Iglesias. “La victoria de Corbyn como líder del Partido Laborista es un paso adelante para lograr el cambio en Europa que pueda beneficiar a la gente”, escribió el español en las redes sociales. En los días previos a las elecciones, Iglesias elogió el discurso contra la austeridad del político británico.