Jeremy Corbyn redefinió al laborismo y a la izquierda británica en su primer discurso ante el congreso anual partidario, televisado en directo a toda la nación. En esta suerte de cadena nacional que son los congresos partidarios que definen la agenda política británica de los próximos 12 meses, Corbyn enterró el “nuevo laborismo” de Tony Blair al anunciar que avanzaría con la estatización de los ferrocarriles, extendería los derechos sociales a millones de cuentapropistas, combatiría frontalmente las políticas de austeridad y llevaría adelante una nueva política exterior basada en los derechos humanos.
Con la mayoritaria prensa conservadora presentándolo como a un Lenin británico decidido a tomar por asalto el Palacio de Buckingham, con la derecha de su propio partido fluctuando entre el estupor, la expectativa y la conspiración, Corbyn adoptó un estilo que un analista no corbynista de The Guardian, Michael White, definió como “calma zen” ante las tormentas. Lejos del rabioso revolucionario decidido a armar una emboscada marxista contra el Parlamento y el 10 de Downing Street (la prensa ha adoptado un tono desembozadamente macarthista en las últimas semanas), el nuevo líder laborista se pareció a un Mahatma Gandhi que responde a los ataques con buen humor y, sin renunciar a sus convicciones, propone una política más amable, basada en el respeto mutuo y el debate de ideas.
Con este toreo “gandhiano” a la implacable embestida mediática, Corbyn habló de un patriotismo basado en una solidaridad de medidas inclusivas. “No queremos una sociedad en la que la gente cruce la calle cuando ve a alguien que está en dificultades. Queremos solidaridad, respeto del punto de vista de los otros, fair play. Este fair play es un valor fundamental de los británicos, una de las razones por las que amo a este país y su pueblo. Me eligieron para que lleve adelante esta política: una política más amable y una sociedad más bondadosa”, indicó Corbyn.
El mensaje puede sonar banal, ingenuo o abstracto, pero es una manera de redefinir el patriotismo luego de la abusiva catarata de críticas que recibió por no cantar en un acto público el “God save the Queen” (en un país monárquico, Corbyn es republicano) que, en la práctica, funciona como himno nacional (algo discutible por no ser un acto o ley del Parlamento). El líder laborista respondió a otra crítica: que su mensaje no abarca a los que aspiran a mejorar su situación vital con su propio esfuerzo. “Queremos que los cuentapropistas tengan derecho a la licencia por paternidad y maternidad y que tengan cobertura social en caso de enfermedad. El laborismo creó el Estado de bienestar. Este Estado de bienestar tiene que ser para todos”, indicó Corbyn.
Unos 4,5 millones de trabajadores (uno de cada siete) son cuentapropistas, algo que, según los conservadores, muestra el espíritu emprendedor de los británicos, aunque muchos son microempresas montadas a falta de otros empleos, como lo demuestra el ingreso anual promedio del conjunto, muy por debajo de la mitad del salario promedio nacional. Corbyn buscó llevar el mismo mensaje modernizador con su apoyo a la pequeña y mediana empresa, la propuesta de un banco de desarrollo y la inversión en infraestructura y un programa de vivienda. En la misma vena, planteó que los derechos humanos debían estar en el centro de la política exterior británica, tanto en el caso de Siria como en el de los refugiados, y retó al primer ministro David Cameron a que le exigiera a uno de los grandes clientes de la poderosa industria armamentista británica, Arabia Saudita, que dé marcha atrás con la crucifixión y decapitación de Ali Mohammed Anama, un activista que a los 16 años tuvo el atrevimiento de participar en una manifestación.
Corbyn no eludió temas conflictivos y volvió a rechazar la renovación del sistema nuclear Trident, que “costará 100.000 millones de libras, una cuarta parte del presupuesto de defensa”, pero el tono de su discurso fue inclusivo respecto de las otras facciones del partido, con elogios abiertos a los tres candidatos que derrotó en las elecciones internas del 12 de setiembre. En esta vena conciliadora Corbyn criticó la decisión de ir a la guerra con Irak, pero no pidió públicamente perdón a los británicos, algo que hubiera reabierto las heridas con el blairismo y los parlamentarios –la mayoría– que apoyaron la invasión y derrocamiento de Saddam Hussein. Aun así, tarde o temprano el laborismo tendrá que encontrar una salida a las profundas divisiones internas entre corbynistas y blairistas sobre el Trident o el posible bombardeo al Estado Islámico en Siria.
El impacto a nivel nacional del corbynismo es más enigmático. La prensa conservadora decidió desde hace mucho tiempo que lo atacará con todo su arsenal más allá de lo que diga o deje de decir. Con bastante humor, Corbyn comenzó su discurso refiriéndose a la prensa. “Habrán notado que algunos periódicos se interesaron en lo que yo hacía en estas dos primeras semanas tan tranquilas que he tenido.” Según un titular, “Jeremy Corbyn da la bienvenida a la posibilidad de que un asteroide borre a la humanidad de la faz de la Tierra”. “Dado que los asteroides son tan controversiales no me gustaría que este congreso adoptara una política al respecto sin tener antes un debate a fondo”, señaló ante las risas del auditorio que se transformaron en carcajadas cuando Corbyn citó al diario Daily Express y su descripción de la bicicleta que usa para ir al Parlamento como “una bicicleta estilo presidente Mao Zedong”.
Esta ofensiva mediática continuará. El tema es el impacto que tiene sobre la población y si Corbyn puede superar esta muralla desde la oposición. Las primeras opiniones recogidas por la Bbc fluctúan entre los que piensan que es “ineligible” o “vive en la luna” y los que creen que es “una esperanza” y una “voz nueva”. En temas económicos y sociales el laborismo sale bien parado de este congreso, con un mensaje a la vez renovador y reformista. Más complicado es en temas internacionales y de defensa, tan sensibles para un país con dos guerras mundiales detrás, un ex imperio y la segunda industria militar del planeta. En términos concretos, los votos se empezarán a contar en mayo próximo con las elecciones en Londres, Bristol, Gales, Escocia y municipios ingleses, momento en que se verá el impacto del corbynismo en el Reino Unido y su mensaje para el resto de la izquierda en Europa.
(Tomado de Página 12, por convenio.)