Como bien sabemos en Latinoamérica, el capital financiero cuando debe afrontar este tipo de crisis no tiene piedad ni consideración por el bienestar de las mayorías, así es el capitalismo. La denominada troika actuó a imagen y semejanza de los narcotraficantes cuando salen a cobrar deudas impagas.
La diferencia es que esta triste situación desencadenó en Grecia la conformación de una nueva formación política, Syriza, como expresión de la soberanía nacional con una entusiasta definición política de izquierda y, como consecuencia, con la voluntad de enfrentar la ofensiva de los acreedores en defensa del bienestar del pueblo griego.
Esta definición política le valió en muy corto tiempo el reconocimiento y el respeto de las mayorías sociales, hartas de partidos políticos corruptos e incompetentes, con lo que se transformó en la principal fuerza política, ganando las elecciones y accediendo al gobierno.
El nuevo elenco gobernante encabezado por Alexis Tsipras se enfrentó a la troika europea manifestando la decisión de no cumplir con los reclamos por considerarlos espurios y por las desastrosas consecuencias que ello habría de acarrearle a los griegos.
La negociación iniciada no avanzó, y Tsipras y su partido Syriza decidieron convocar un referéndum para que fuera el propio pueblo griego el que resolviera. Así ocurrió, y el referéndum se pronunció en una clara mayoría por el no pago de la deuda. Con ese mandato encima Tsipras volvió a la negociación, y luego de momentos de gran tensión terminó aceptando un acuerdo claramente beneficioso para los acreedores.
La historia podría haberse terminado ahí, pero Tsipras decidió renunciar y llamar a elecciones para la conformación de una nueva mayoría acorde con la nueva situación. Entre tanto, importantes figuras políticas de Syriza renunciaron a la coalición y denunciaron el acuerdo suscripto. Además, fundaron una nueva fuerza política que recoge con aun más radicalidad las definiciones originarias de Syriza.
Todo indicaba, para quienes no vivimos ni participamos de la vida política griega, que Tsipras y lo que quedaba de Syiriza sufrirían una derrota aplastante.
Precisamente ocurrió lo contrario. Syriza ganó con una cómoda mayoría de 36 por ciento, que junto con su aliado le permite tener la mayoría parlamentaria sin necesidad de encontrar otras alianzas.
Por su parte, los escindidos de Syiriza (Unidad Popular), con las banderas radicales del enfrentamiento total con el sistema financiero, obtienen una presencia casi testimonial del 3 por ciento.
¿Cómo se explica esta aparente contradicción? ¿Cómo es que los griegos votan mayoritariamente en un referéndum el no pago de la deuda y luego terminan apoyando al que precisamente negocia a nombre del pueblo griego lo contrario?
Tal vez sea posible encontrar algunas pautas que permitan comprender mejor lo ocurrido.
1. La aparición de Syriza en Grecia (al igual que Podemos en España) es un fenómeno reciente y básicamente de reacción a la desazón reinante. Su escasa trayectoria le da una gran fragilidad para su propia conservación y la preservación de su unidad, en particular en una situación tan angustiante como fue la negociación realizada. Ello es un factor muy importante para comprender la intransigencia de su izquierda contestataria.
2. Es claro que el pueblo griego no quería aceptar la negociación y así lo hizo saber en el referéndum. Pero a la luz de los acontecimientos comprendió que un choque frontal de ruptura total con la Unión Europea carecía de un rumbo mínimamente confiable. Tsipras había demostrado entereza y buena fe, había demostrado su total rechazo a las imposiciones del sistema financiero, había demostrado su lealtad con su gente convocando al referéndum, por lo tanto si terminó haciendo lo que hizo fue porque no había más alternativas.
3. Syriza (sin los intransigentes) vuelve a ganar porque en los años de adversidad que se avecinan para Grecia es la fuerza política más confiable por su comportamiento ético y su proximidad con la gente. Es decir, ejerce la dirección política y moral, y además demuestra su respeto por la democracia como forma de gobernar. Es importante advertir que seguramente esta decisión de la gente no fue fácil; 44 por ciento de los griegos se abstuvieron, y el triunfo de Syriza no generó un estallido de alegría como hubiera correspondido a cualquier partido ganador en otras circunstancias.
4. Consciente o no, en la decisión de Tsipras subyace la idea de que no es posible librar una lucha anticapitalista de esta envergadura en forma aislada y desde un país pequeño como es Grecia, y ello fue lo que el electorado asumió.
5. Esta historia griega demuestra que en el siglo XXI la lucha anticapitalista enfrenta a actores más poderosos, dada su articulación global. A su vez, también se constata lo endeble de este capitalismo global en el que un referéndum de un pequeño país puso en tela de juicio la alianza europea y el funcionamiento mismo del sistema.
6. El discurso de los intransigentes, lleno de romanticismo y buenas intenciones, es otra expresión más de una izquierda liquidacionista incapaz de entender su circunstancia. El proyecto de los cambios requiere una acumulación política en la que la reflexión serena y la mirada de largo plazo son fundamentales. El pueblo griego vio esto claramente.
7. El enfrentamiento con las voraces y depredadoras estrategias del capitalismo global requiere un bloque social amplio, políticamente unido y con una estrategia de cambios en confrontación con el capitalismo. Pero además necesita una conciencia de esa perspectiva en una construcción cultural alternativa.
8. Esta necesidad de alianzas más allá de las fronteras nacionales replantea un internacionalismo de nuevo tipo para la agenda política del siglo XXI.
Con apertura de espíritu y con la profunda convicción de asistir a un capitalismo cada vez más depredador, también desde nuestro pequeño gran país y en nuestro contexto latinoamericano debemos reflexionar sobre las ricas enseñanzas de los griegos.
* Sociólogo uruguayo.