Desde entonces el grupo, que es igualmente conocido por su acrónimo árabe Daesh, dejó de llamarse Estado Islámico en Irak y el Levante para llamarse simplemente Estado Islámico. En las 25 provincias en que está dividido este “Estado” no reconocido por nadie –diez de ellas en Irak, su lugar de surgimiento, y siete en Siria– vivirían entre 8,5 y 10 millones de personas. Sus medios económicos de supervivencia provienen fundamentalmente de la explotación de la enorme mayoría del gas y el petróleo de Siria (hasta el 75 por ciento de las existencias de hidrocarburos de este país, según algunas fuentes, están bajo dominio del EI), que los vende a sus propios enemigos (el gobierno de Bashar al Asad y diversas milicias financiadas por los occidentales), más rescates y extorsiones impuestas a los comerciantes locales. Citando a Patrick Johnston, del centro de estudios estratégicos Rand Corporation, el analista del diario digital español Público Eugenio García Gascón dice que el EI maneja un presupuesto de unos 2 millones de dólares semanales, una cifra que el subsecretario estadounidense del Tesoro, David Cohen, elevó a 1 millón de dólares diarios.
“Los salarios en el Estado Islámico son ligeramente inferiores a los que había en Siria antes de 2011. Un médico puede ganar hasta 1.300 euros, lo que no está nada mal para el nivel de vida de la zona, y un ingeniero puede embolsarse hasta 2.200 euros mensuales”, apunta García Gascón. Desde el 31 de agosto el EI acuña su propia moneda, el dinar islámico.
En un dosier que consagró al EI, la agencia francesa Afp indica que su estructura administrativa “está calcada de la de un Estado, teniendo a la cabeza a Abu Bakr al Bagdadi, autoproclamado califa. Bagdadi es asistido por adjuntos ‘territoriales’ y un comandante militar, y respaldado por un consejo consultivo que reagrupa a altos responsables yihadistas. Según algunas informaciones, existen además otros consejos específicos, entre los que habría uno militar, uno de seguridad, uno financiero y uno de medios de comunicación”. García Gascón menciona a su vez un informe de The Economist de setiembre de 2014 según el cual “el sistema judicial del califato está a las órdenes de 12 magistrados islamistas que tienen su sede en Raqqa, la capital del EI en Siria. Esos 12 magistrados son saudíes de nacimiento, una circunstancia que ilustra el carácter trasnacional del califato. (…) Al Bagdadi ha realizado el sueño de Osama bin Laden. A sus 43 años se ha convertido en referente de numerosos musulmanes de todo el mundo, que ven en él un personaje histórico que ha sido capaz de restablecer el califato que se extinguió en 1924, cuando terminó de colapsarse el imperio otomano. Sus seguidores lo ven como un hombre providencial dispuesto a purificar el islam, corrompido por unos dirigentes que se tienen por musulmanes y no lo son, que han engañado a los musulmanes imitando la corrupción de Occidente y actuando como vasallos del capital y de intereses foráneos y ajenos al islam”.
Nadie sabe bien de cuántos hombres movilizados dispone el EI: el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, dice que sólo en Siria sumarían entre 40 mil y 50 mil. Dalia Ghanem-Yazbeck, del Carnegie Middle East Center, dice que como máximo llegarían a 25 mil, pero parte de la base de que “no hay que sobrevaluar su número porque sería hacerles publicidad”. La Onu no da cifras sobre el total de combatientes del EI, pero dice que provienen de cien países. En Francia se habla de 5 mil occidentales en filas del EI, mil de ellos franceses.
IMÁN. El EI tiene una estructura de comunicación aceitada y eficaz, coordinada por un centro llamado Al Hayat Media Center, que edita tres revistas en inglés IS Report, IS News y Dabiq –esta última a todo lujo–, y estudios de filmación gestionados por profesionales de primera, según el diario francés Le Monde, encargados de la puesta en escena de las ejecuciones, mostradas como un espectáculo al que nada le falta. También recurre a menudo a las redes sociales como vía de reclutamiento. “Se maneja con una retórica muy adecuada, que llega al corazón no sólo de musulmanes o de hijos de la inmigración musulmana en Europa sino a occidentales en búsqueda de trascendencia, de compromiso”, dice un analista al diario parisino Libération.
No sólo a captar hombres está destinada la propaganda del EI en Occidente. También apunta a mujeres. “A las reclutas europeas que se unen al califato el EI les propone trabajo, aventuras y hasta amor”, destaca el informe de Afp. Lina Jatib, directora del Centro Carnegie para Oriente Medio, de Beirut, sostiene que a las europeas “les hace creer que pueden desempeñar un papel importante en el único Estado islámico del mundo”, y les destina productos especiales de propaganda, como “El diario de Mujaira”, redactado en inglés por una tal Mahmood, en el que se pinta la vida en los territorios del califato. “Aquí no hay que pagar alquiler. Las casas son gratis. No pagamos el agua ni la electricidad. Además, cada mes recibimos un paquete de comida, con espaguetis, pasta, latas de conserva, arroz, huevos”, escribe Mahmood, que menciona también la posibilidad de acceder a la educación y a la salud para las mujeres que trabajan, y de “encontrar el amor” en la persona de un combatiente “fiel y abnegado” y de elegir la dote. “Los recién casados reciben 700 dólares (…), hay disparos al aire para celebrar la boda y numerosos takbir, el célebre ‘Alá Akbar’ (Alá es grande)”, dice Mahmood, citada por Afp. “En su blog figura una instantánea de un combatiente barbudo y de su joven esposa vestida de blanco con el pie de foto: ‘Hasta que el martirio nos separe’.” Hasan Hasan, autor del libro EI: en el interior del ejército del terror, también mencionado por la agencia francesa, sostiene que “las chicas que se unen a esta organización buscan aventuras (…) y algunas se proyectan en un mundo imaginario, soñando casarse con un combatiente”, pero afirma que “la realidad” puede costarles caro. Sólo entre octubre y diciembre de 2014 el EI habría asesinado a 120 jóvenes, entre hombres y mujeres, que intentaron zafar y huir tras haber descubierto que el paraíso prometido era “un lugar de opresión”.
El EI, dice Dalia Ghanem-Yazbeck, es ya “una marca que atrae, como Coca-Cola o McDonald’s. Su verdadera fuerza es virtual, en Internet, Youtube… A cada revés militar o casi, sale un video para que se hable de ellos. Es una forma de compensar la derrota militar a través de la propaganda”.
BOMBAS Y MÁS BOMBAS. Pero nadie encuentra con qué darle. En agosto se cumplió también un año del comienzo de los bombardeos contra posiciones del EI por una coalición internacional liderada por Estados Unidos que entonces contaba 19 miembros. Ya ha habido más de 10 mil ataques aéreos, y los mayores éxitos que pueden atribuírseles son la toma de la ciudad de Tikrit, en Irak, y la muerte del número 2 del Estado Islámico, Abu Muslim al Turkmani. Desde fines de setiembre se sumaron a los bombardeos los cazas rusos, y unas semanas antes los turcos. A fines de setiembre 25 países firmaron una declaración del Departamento de Estado de Estados Unidos en contra del EI y se comprometieron a intervenir militarmente, y otros 15 a “colaborar en la guerra” con “ayuda diplomática, servicios de inteligencia y asistencia militar contra el reclutamiento y la financiación del grupo yihadista”, según cables de agencia. Por esa misma fecha, Irak, Irán, Siria y Rusia sellaron una alianza contra el EI, y un mes después acordaron colaborar con la coalición liderada por Washington. Pero no todo es tan claro, como se explica en las notas adjuntas: muchos de los países de la coalición juegan a dos o tres puntas. Qatar fue en su momento uno de los principales financistas del EI, al igual que el propio Estados Unidos, y de sultanatos del golfo que participan en la guerra llegan a las arcas del EI millonadas de dólares. “Estas extrañas dualidades remiten a los tiempos de Osama bin Laden”, recuerda desde París el periodista Eduardo Febbro. “El fundador de Al Qaeda se había aliado con Estados Unidos para combatir la invasión soviética de Afganistán. Luego, su país de origen, Arabia Saudita, se alió con Washington y permitió que Estados Unidos instalara sus bases para responder a la invasión de Kuwait (1990) por parte del difunto presidente iraquí Saddam Hussein. Bin Laden rompió su pacto con Estados Unidos y se volvió su principal enemigo. Las mismas semillas vacilantes crecen en las tierras del Estado Islámico”. Desde entonces, “la geopolítica de las bombas no ha hecho más que acelerar el circuito de la geopolítica del terror”.