Constelaciones (El Telón Rojo), del inglés Nick Payne, dirigida por Jorge Denevi, le echa una imprevista ojeada a la alianza hombre-mujer que abarca no sólo instancias relativas al comienzo y el fin de una historia sino también a un audaz puñado de visiones paralelas de iguales momentos en los que, a pesar de que las palabras que se escuchan son las mismas, varían tonos y circunstancias que podrían muy bien corresponder a lo que cada uno de los implicados comprendió, o a las tantas interpretaciones que un testigo de éstos pudo armar de acuerdo a lo que vio y escuchó. Constelaciones, señala el título. Universos paralelos, adelanta un comentario. Versiones diferentes de un mismo tema, agregaría alguien. Pero todo, en definitiva, asoma en el sagaz texto de Payne para señalar que resulta muy difícil apuntar a lo absoluto en un espacio donde repetición y multiplicidad conviven sin que el propio ser humano sea capaz de determinar hasta qué punto. Al espectador, entonces, insta Payne a observar y registrar las reacciones de la pareja que Álvaro Armand Ugon y Leticia Scottini interpretan admirablemente para reflejar vivencias, disecar recuerdos y aventurar conclusiones que, por cierto, casi nada tendrán en común con lo que pueda aportar quien se siente en cualquier otro sitio. Por lo pronto, cabe agradecerle a Denevi, en la dirección, la adecuada sencillez que elige para armar los altibajos de unión y de-sunión que asoman en dos personajes que, por otra parte, no tienen tampoco por qué ser siempre los que aparecieron al principio.
Las mujeres no saben decir adiós (Del Centro), del argentino Fabrizio Origlio, con dirección de Hugo Giachino, se cuela en la consulta de una psicóloga que prepara un libro acerca de su experiencia con ciertas pacientes que, al parecer, demoran más de la cuenta para dar término a relaciones que deberían haber finalizado mucho tiempo antes. Las demoronas son: la esposa de un marido infiel, una mujer cuyos temores le han impedido conocer la plenitud del amor, y otra que por fin se animaría a dejar a su compañero de muchos años para irse con quien realmente la enamora. Asuntos que se ilustran a lo largo de las correspondientes entrevistas, en las que irrumpen otros tantos conocidos boleros que las afectadas entonan con la verosimilitud del caso. Todo un recurso, este último, que Origlio maneja con bienvenida naturalidad y que las muy bien dispuestas Alejandra Menéndez, Laura Martinelli y Cristina Cabrera entonan a capela de la manera más fidedigna posible ante la profesional que Jenny Galván saca adelante con el aire de entendida que no siempre logra ocultar que lo que le sucede a una semejante bien podría afectarla a ella misma. Habida cuenta de la presentación que Origlio realiza de los diferentes casos, el dramaturgo, sin embargo, no alcanza luego a establecer un verdadero conflicto que implique al cuarteto en su totalidad, un detalle que impulsa a la platea a pensar que no todo termina allí. Así sucede, pese a todo, a pesar de los esfuerzos que las dúctiles actrices y la mano ágil de Giachino ponen en funcionamiento para disimular la carencia de una razón –más contundente que la que señala el título– para reunir a estas mujeres.