Una suerte de fama maldita le espera al dúo de rock de garaje californiano Eagles of Death Metal, obtenida gracias a la peor publicidad imaginable luego de que durante uno de sus conciertos tuviera lugar el atentado del pasado viernes. Quizá una situación semejante a la acaecida con la banda argentina Callejeros, a la que casi nadie conocía antes de que en 2004 ocurriera la catástrofe de Cromañón.
Eagles of Death Metal fue creada en 1998 por el frontman de Queens of the Stone Age y su amigo Jesse Hughes, y si bien el nombre refiere a un género extremo de metal pesado, el estilo de la banda no tiene nada que ver con él. Se trata de un rock cañero, ochentoso, directo y un tanto demodé, que en los últimos años se ha podido oír en películas, comerciales y videojuegos. Desde su nombre la banda advierte que vendrían a ser como una versión soft, almibarada, del death metal, refiriéndose al mismo tiempo a la banda folk The Eagles. Un primer episodio de mala fama les ocurrió cuando en un concierto junto a Guns n’ Roses, su vocalista Axl Rose, en vivo, se refirió despectivamente a ellos, teloneros, como “pidgeons of shit metal” (“palomas del metal trucho”).
Quizá la característica más llamativa de la banda sea su fijación con el sexo, algo así como un Kiss sobregirado que pasa ostentando en sus videoclips una buena cantidad de mujeres-objeto. Es fácil comprobar en sus letras que efectivamente tratan sobre sexo y más sexo, casual, libertino, sobre todo con prostitutas.
Hace un mes se publicaba en la Rolling Stone una entrevista en la que curiosamente uno de los miembros de la banda, Homme, señalaba con sarcasmo que su nuevo álbum era “una respuesta al terrorismo”. Autoconsciente de su propia irrelevancia, apuntaba con absoluta ironía que cada vez que lanzan un nuevo disco “mejoran los derechos humanos, el mundo se siente mejor”; pero lejos de ser una banda subversiva, su discurso resulta vacío y hasta militarista (abundan las metáforas bélico-sexuales). Incluso Homme ha reconocido públicamente poseer varias armas en su casa.
Se ha señalado que la banda manifestó su rechazo a la campaña internacional Boicot, Desinversión, Sanciones (Bds) de solidaridad con Palestina, contra el apartheid y la ocupación israelí, a la que un sinfín de artistas adhirieron. Durante su concierto en Israel, Jesse Hughes dijo haber recibido una carta de Roger Waters, líder de Pink Floyd y principal militante de Bds, en la cual le pedía que no viajara al país. Acto seguido, Hughes espetó: “¿Quieren saber lo que le respondí? Andate a la mierda, nadie me va a impedir ver a mi gente en Tel Aviv”.
Ninguno de estos aspectos de la banda da una explicación convincente de qué es lo que el EI vio en ellos como para considerar su show en el teatro Bataclan “un concierto de prostitución y vicio”, como señalaban en su declaración. Sumamente alejados de la clara irreverencia política de Charlie Hebdo, la banda podría pasar desapercibida entre tantas otras de corte similar, y queda la impresión de que el atentado podría haber ocurrido durante cualquier concierto con bandas de rock occidental. Es que no hay que esforzarse mucho para indignar al fundamentalismo.