Imagínese que a alguien, una multinacional o un gran empresario, se le ocurre patentar el agujero del mate. Y cada vez que usted decide ensillar un amargo tiene que pagarle royalties, o sea, le estaría pagando al susodicho un impuesto por hacer lo que siempre hizo y ya no puede dejar de hacer. Durísimo.
La noticia dice que la firma de ropa francesa Antiquité Vatic ha iniciado un juicio en el que reclama como suyo el diseño de los bordados de las blusas de la comunidad mixe de Oaxaca, en el sur de México. Las autoridades municipales de Santa María Tlahuitoltepec informaron días atrás que la empresa está decidida a patentar como suyos los bordados tradicionales y se encarga de la comercialización de las prendas.
El año pasado sucedió algo similar con la diseñadora francesa Isabel Marant, que vende ropas con diseños muy similares a los bordados mixes como parte de su colección primavera-verano. De todos modos, Marant reconoció que se trata de copias de originales mixes y su idea no era patentarlos.
La plataforma ciudadana change.org lanzó una campaña de apoyo a la comunidad mixe bajo el título “Lo que es de Oaxaca se queda en Oaxaca”, que en tres días rebasó las 60 mil firmas. En tanto, las autoridades del estado aseguraron que van a defender los derechos de la comunidad.
Los mixes tienen una larga historia de resistencia desde que derrotaron a los conquistadores en 1522. Nunca fueron conquistados militarmente, ya que se apoyaron en una geografía montañosa, que fue su principal aliada. Pero luego sufrieron la “evangelización”, es decir la imposición del cristianismo por los misioneros dominicos, que acabó revelándose como una forma tan o más nefasta de conquista y destrucción de su cultura.
La revista Proceso informaba en su última edición que “los mixes exigieron al Estado mexicano y a sus instituciones responder al compromiso y a la deuda histórica pendiente con los pueblos y comunidades indígenas de Oaxaca y del país en materia de derechos colectivos, protección de la propiedad intelectual y biocultural, no sólo en aspectos relacionados con las artes sino también en el ámbito biológico y geográfico”.
Está bueno y es necesario que presionen al Estado. Pero lo cierto, como lo demuestra la impunidad de los asesinos de los estudiantes de Ayotzinapa y de los más de 25 mil desaparecidos en la guerra interna, es que los estados y los gobiernos no van a hacer nada más que declaraciones pomposas. Es la ley de la selva, donde los depredadores se llevan el botín en nombre del libre comercio.