“El cambio climático marca el momento en que el hombre no sólo teme a la catástrofe, sino que él mismo se convierte en catástrofe.” Con esa frase la periodista y escritora brasileña Eliane Brum describía el momento en que Brasil se presentaba, este lunes, ante la Conferencia sobre el Cambio Climático (Cop 21) de París, “con el currículo manchado por el mayor desastre ambiental de su historia”, según añadía en su columna de la edición brasileña del diario El País.
La periodista se refería al tsunami de barro que se produjo tras la ruptura de uno de los diques de la minera Samarco en la ciudad de Mariana, en Minas Gerais, que se llevó el pasado 5 de noviembre la vida de 13 personas y dejó en el limbo a ocho desaparecidos. El distrito de Bento Rodrigues, ubicado bajo la presa, quedó sepultado en pocos minutos. No sonó ninguna alarma, sólo los gritos de algunos trabajadores de la mina que salieron corriendo para informar a sus vecinos.
Unos 62 millones de metros cúbicos de lodo (equivalentes a 20 mil piscinas olímpicas) sepultaron el pueblo y dejaron sin vivienda a más de 200 familias. La avalancha siguió su curso invadiendo el río Doce (Dulce), la quinta mayor cuenca hidrográfica del país. En apenas una semana los residuos minerales desembocaron en el océano Atlántico. “El flujo de nutrientes en toda la cadena alimentaria en la tercera parte de la región del sudeste de Brasil y la mitad del Atlántico sur se verá comprometida por un mínimo de cien años”, dijo a la Bbc el biólogo marino André Ruschi. En los últimos tres días la superficie cubierta de barro se ha triplicado y se extiende por más de 80 quilómetros cuadrados por una costa que era verde y hoy es de un marrón denso y opaco.
Según el profesor Marcus Vinícius Polignano, que monitorea la actividad económica y su impacto ambiental en las cuencas hidrográficas de la región, el 80 por ciento del río Doce está perdido. La densidad de los residuos minerales y la pérdida de oxígeno del agua dejaron 11 toneladas de peces muertos en un río que por tramos aparece totalmente seco, obstruido por el barro. El investigador Carlos Alfredo Joly, del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas, aseguraba al Estado de São Paulo que “todo el ecosistema está afectado, no estaremos vivos para ver una mínima recuperación de la vegetación perdida”. Además recordaba que tendrá un “efecto crónico”: cuando llueva sobre el río, los residuos retomarán su camino hacia el mar y la contaminación del agua será intermitente.
Las comunidades ribereñas fueron las primeras en sufrir este efecto. Medio millón de habitantes que vivían a lo largo del curso se quedaron sin agua durante 20 días. Ong de todo el país les enviaron galones para que pudieran sobrevivir hasta encontrar una forma de potabilizar el barro. Pero para la desesperación de los pescadores, que llevan una vida dedicada a su río, no hay fórmula ni respuesta que los consuele.
NO LO SÉ. Tampoco las hay a preguntas tan básicas. La minera Samarco, propiedad de las dos mayores mineras del mundo, la brasileña Vale y la anglo-australiana Bhp Billiton, asegura no saber el origen del desastre: “Estamos investigando pero pueden pasar entre seis meses y un año hasta que sepamos qué sucedió”, dijo su director, Ricardo Vescovi.
A lo largo de los días se ha sabido que no había un plan de contingencia claro y que la empresa ya había recibido advertencias para que elaborase un programa de prevención de riesgos. Tanto Vale como Samarco dejaban sus residuos en la represa sin haber obtenido la renovación de la licencia ambiental, una situación permitida en la legislación del estado si los funcionarios no fiscalizan a su debido tiempo. Los datos sobre la capacidad de la represa y sus fiscalizaciones correspondientes no estaban al día, un problema recurrente en una región que mantiene 42 de sus 735 diques sin garantías de estabilidad y que vive de la explotación de minas.
El contenido exacto de los residuos minerales en el agua contaminada ha sido otra de las preguntas sin respuesta. Los informes elaborados por las empresas involucradas en el desastre decían que “el PH del agua no se había alterado”. La directora ejecutiva de Salud de Vale, Vania Somavilla, llegó a decir que el vertido “serviría de abono para la reforestación de la región”. Sin embargo, el Instituto Minero de Gestión de Aguas detectó presencia de plomo, arsénico y cadmio, que en principio no deberían ser letales para la gente.
POBRE EMPRESA… La Onu ha sido muy crítica con la empresa: “Es inaceptable que tarde tres semanas en divulgar informaciones sobre los riesgos tóxicos del desastre”, dijo su representante de Derechos Humanos y Medio Ambiente, John Knox. El responsable de Sustancias Peligrosas, Baskut Tuncak, definió las medidas tomadas por el gobierno, por la Vale y por Bhp como “insuficientes a la hora de reaccionar ante la catástrofe”.
La propia presidenta brasileña tardó una semana en visitar a las víctimas y ver el daño causado. Aunque en su discurso durante la Cop 21 Dilma Rousseff responsabilizara a Samarco de la tragedia, las últimas tres semanas tanto su gobierno como el del estado (también del PT) insistieron en la idea de “evitar buscar culpables”. Incluso el secretario de Desarrollo Económico de Minas Gerais, Altamir Rôso, calificó a Samarco como “una víctima más del desastre”.
El Instituto Brasileño de Medio Ambiente impuso a la minera una multa de 250 millones de reales, y el Ministerio Público Federal ha pedido a Samarco un total de 20 billones de reales para restaurar el río e indemnizar a las víctimas. Pero en un país como Brasil, donde sólo el 3 por ciento de las empresas paga sus multas ambientales, la esperanza de cobrar estos recursos se antojan difíciles.
La multinacional Vale, que en 2012 recibió de Greenpeace el título de “peor empresa del mundo” por “no respetar los derechos humanos y ambientales”, es también líder en evasión de impuestos en Brasil, con una deuda de 41 billones de reales. Pero Vale es una de las principales donantes en las campañas electorales. El periodista Alceu Castilho, en el portal Outras Palavras, cuenta cómo el Pmdb (partido aliado del gobierno y mayoritario en el Congreso) es el principal receptor de ayuda de Vale, con un total de 23,35 millones de reales en 2014. La trasnacional controla el sector de la minería en Brasil, con el ministro de Minas y Energía a la cabeza. El PT ostenta el segundo puesto en donaciones de la minera, con 8,25 millones de reales, seguido por el Psdb (la oposición de Aécio Neves), con 6,96 millones.
Con estos datos sobre la mesa se entiende mejor que a pesar de estar viviendo el mayor desastre ambiental del país, con cientos de familias sin casa, sin trabajo y con el ecosistema de una región dinamitado, a los partidos políticos no sólo no les interese buscar culpables sino que estén dispuestos a aprobar el proyecto de ley promovido por el Pmdb que flexibiliza aun más las licencias ambientales para las grandes empresas.
Durante la Cop 21 Rousseff aseguró que lucharía por recuperar el río Doce, pero no habló de cambiar el modelo neodesarrollista en el que, en aras del “interés nacional”, vale todo. El diario digital francés Mediapart recordó esta semana lo sucedido en Mariana y denunció cómo el papel de las multinacionales no estaba en el programa de la conferencia del clima de París: “Sin embargo son ellas las grandes contaminadoras del planeta”, decía la publicación. Para el periodista brasileño y defensor de los derechos humanos Leonardo Sakamoto, la única opción es “acabar con el modelo de crecimiento de la dictadura, que a pesar de algunos cambios aquí y allá, lo siguen manteniendo incluso las personas que la dictadura torturó”.