Pasquet nació en Salto –cuna de cracks, ya lo sabemos– el 13 de mayo de 1917 y perteneció a aquella generación dorada de pianistas que se formaron en el legendario Conservatorio Kolischer, de Montevideo. También tomó clases de composición con el prestigioso maestro español Enrique Casal Chapí, un itinerario –el nacimiento en Salto y las clases con Casal Chapí– idéntico al del legendario pianista y compositor Jaurés Lamarque Pons.
Infatigable trotamundos, Pasquet vivió en Líbano entre 1965 y 1969, y en 1974 comenzó su larga radicación en Finlandia, donde permanecería hasta su muerte, el 5 de noviembre de 2013.
Todo es excepcional en este disco: la interpretación de los 12 tangos en piano solo, la toma de sonido llevada a cabo en Estudios Opus por Henry Jasa, que suena con un leve eco que parece el de un boliche donde el pianista deleita a la concurrencia, y hasta la bellísima ilustración de carátula a cargo nada menos que de Hermenegildo Sabat.
Hay que ser muy músico para lograr sólo con el piano un abordaje tanguero completo, donde se transite el típico lenguaje del género, y el virtuosismo y el dominio técnico del instrumento no se conviertan en una exhibición de circo sino en una herramienta al servicio de la autenticidad y la expresividad.
La palabra que resume lo que Pasquet logra en estos 12 breves tangos es, simplemente: belleza.
Su lectura de cada pieza es transparente, “cantando la melodía” con elocuencia, pero sin limitarse a “pasar” la canción, sino enriqueciéndola con una mano izquierda particularmente creativa en el trabajo armónico de acompañamiento y en el “bordoneo” potente tan propio del tango.
Sorprende, además, con ciertas armonías de jazz algo piazzollianas que se convierten en un delicado plus y que están sabiamente dosificadas, sin la menor exageración y sin traicionar la esencia tanguera del repertorio abordado.
Pasquet muestra especial predilección por el notable melodista del tango en su período más clásico Joaquín Mora, incluyendo cuatro bellísimas composiciones suyas. Pero también aparecen Franciso y Julio de Caro, Enrique Delfino, Juan Carlos Cobián, Aníbal Troilo y Carlos Gardel.
Las interpretaciones son deliciosas, disfrutables y a la vez magistrales en su lenguaje tanguero, con un uso de la dinámica y un controlado virtuosismo que retratan a Pasquet como un ejecutante excepcional.
Es imposible señalar “lo mejor” en un disco sin desperdicio. De todas formas son especialmente disfrutables la poco transitada “Frío” y la célebre “Margarita Gauthier”, de Joaquín Mora, “Loca bohemia”, de Francisco de Caro, la hermosísima “Mi refugio”, de Juan Carlos Cobián, la delicada lectura de un tango tremendamente trillado, como “La última curda”, con música de Troilo que Pasquet recrea con maestría, y una versión de antología de “Soledad”, punto fuerte del tremendo melodista que fue Carlos Gardel, matiz a veces opacado ante la consideración del público por el milagroso cantante que resultó ser.
Es un disco hipnótico imposible de abordar en una audición parcial. Empieza, y hasta el final nos tiene atrapados. Hay mucha música aquí, mucho tango, y es preciso felicitar al equipo de Ediciones Ayuí por esta joya de disco y su aporte a la memoria de este inolvidable pianista uruguayo.
Luis Pasquet. Ediciones Ayuí, 2014.