Su único antecedente en grabaciones se remonta al año 2000, cuando colgó en la red Evolutango, producción donde colaboraban Popo Romano, Pato Mendaro y Darío Reynosa.
Su tendencia a rodearse de muy buenos músicos vuelve a manifestarse en este primer disco en soporte físico, ya que cuenta con invitados como Nicolás Mora en bandoneón, Santiago “Coby” Acosta en percusión, Leonardo Anselmi en bajo, Ney Peraza en cuatro, Christian Cary y Leticia Moreira en voz, entre otros.
Ortiz ha manifestado en recientes entrevistas la influencia que tiene en su obra la música litoraleña y la presencia del arpa paraguaya, ya que su padre nació en el país guaraní; y ha mencionado que en Paysandú “era más fácil escuchar a Fito Páez o Charly García que a Rada”.
Rodrigo Ortiz muestra en Gallo, debut en disco que llega a sus 43 años de edad, puntos débiles en muchos rubros importantes para todo cantautor, tales como letras, melodías y particularmente el canto, y deberá trabajar muchísimo si su intención es seguir una carrera en la música popular y lograr una propuesta realmente atendible.
Si cantase mejor, sin “colocar” la voz todo el tiempo en forma por demás impostada, si sonase a Rodrigo Ortiz y no un poquito a Fito y otro poquito a Sabina, si sus letras tuvieran mayor vuelo poético y no fueran simplemente utilitarias y funcionales a unas melodías poco seductoras, seguramente otros gallos cantarían.
Por lo demás, busca en diversos géneros sin aposentarse firmemente en ninguno: hay pop, candombe, blues, rock, zamba, malambo, y lo que podría parecer sano eclecticismo es en realidad desnorteo puro y simple.
Emite la voz con dureza, buscando la clásica “ronquerita” sabiniana y el no menos clásico “gritito” a lo Fito. Curiosamente, en un par de canciones que aparecen casi al final del disco se le escucha sin ese “coloque” de la voz, emitiendo con mayor naturalidad y menos artificiosidad, y el resultado es notoriamente mejor.
Ello sucede en “Entrevero” y “Manifestarte”, que son dos de los mejores momentos del disco. Desde el punto de vista autoral, también tienen su interés “Río”, que abre el disco, “Perdido”, con su aire de blues acústico, “Madre de todo destino”, con ritmo de malambo y un protagónico violín en el arreglo y, muy especialmente, la interesante zamba “La amansadita”, que ofrece la sorpresa de la voz de la gran cantante Leticia Moreira, una injustamente olvidada artista que hace décadas se destacó por su timbre, su carisma y hasta su belleza física. Leticia realmente “abre el libro” en su breve intervención, mostrando toda su garra y su capacidad expresiva intactas. Los arreglos instrumentales, pese a contar con excelentes músicos, no logran “levantar” las canciones.
Gallo es un disco que puede tener la semilla de nuevas realizaciones mucho más logradas. Alcanzarlo depende del artista y su necesaria autocrítica. Es evidente que amor por la música y entusiasmo es lo que le sobra. Gallo será presentado por su autor el próximo jueves 14 de abril en Tractatus.
- Rodrigo Ortiz. Gallo. Perro Andaluz, 2015.