“Somos lo que reiteradamente hacemos. La excelencia no es entonces una acción, sino un hábito.”
Cita apócrifa atribuida a Aristóteles, publicada en el blog Hacking the System, de Maneesh Sethi.
La primera vez que el emprendedor y bloguero estadounidense Maneesh Sethi llamó la atención mediática fue en 2012, cuando contrató a una muchacha a través del sitio de avisos clasificados Craiglist, pagándole ocho dólares por hora para que lo acompañara en su jornada laboral y le propinara una fuerte bofetada cada vez que se distraía de sus obligaciones. Sethi estaba preocupado por malgastar unas 30 horas semanales en Facebook y otras redes sociales. “Cuando tengo un jefe o alguien con autoridad vigilándome siempre hago bien mi trabajo, entonces ¿cómo podía simular esta figura autoritaria? Así, con la chica contratada dándole palos, Sethi pudo medir su productividad mediante una aplicación llamada RescueTime, que cuenta el tiempo que uno dedica a las diferentes páginas web. Según señala, en ese período su productividad aumentó de 38 a 98 por ciento. El video en el que la chica lo golpea se volvió viral, y si bien nadie se tomó muy en serio su “experimento”, Sethi ya marcaba con ésta la primera de una serie de iniciativas “pavlovianas”.
Sorprendido por los resultados de sus devaneos con esta clase de conductismo primitivo, decidió llevar sus ideas un paso más adelante. Fundó la empresa Pavlok, en la cual desarrolla dispositivos para “hackear el cerebro”, o sea: para dejar de fumar, morderse las uñas, comer por ansiedad o consumir comida chatarra. Entre éstos, su última invención quizá sea la más llamativa. Se trata de un reloj pulsera no demasiado diferente a cualquier otro, pero con una modalidad extra. En él, una vez que se programa la alarma para la mañana siguiente, el reloj procurará, llegada la hora, despertar al usuario con tres sucesivos pasos. A la hora indicada, en primer lugar el Shock Clock vibrará ligeramente; si el usuario no reacciona, en seguida comenzará a emitir el típico pitido molesto que todo despertador más o menos efectivo se jacta de tener. Pero en caso de que este segundo paso tampoco logre sacarlo de su sueño, el aparato recurrirá a una descarga eléctrica (más de 300 voltios) que lo arrancará de un salto de la cama. Según Sethi, al cabo de unos días de usarse el dispositivo el cerebro del usuario se acostumbrará a entrar en plena vigilia mucho antes de la descarga, de modo de desactivar la alarma a tiempo y con plena conciencia.
Estas técnicas de vibrado, pitidos y descargas son las que también se utilizan para desestimular los malos hábitos que el usuario desea erradicar de sus rutinas. Así, hay varias muñequeras que se encuentran a la venta, según la empresa, como “entrenadores personales”, siempre presentes para controlar los dislates del usuario. Las muñequeras son programables para diferentes funciones, ya sea aplicar castigos cuando el usuario le envía un mensaje a su ex amante, ingresa a un local de Mc Donald’s o no cumple con su meta diaria de tiempo dedicado al trabajo, al ejercicio o a estudiar un idioma.
Sethi señala la importancia de que el castigo se haga presente en el preciso momento de la acción: “Si vas esta noche a Taco Bell y ordenás un taco, realmente puede tener un muy buen gusto, pero te vas a sentir horriblemente mañana, y ambas sensaciones son muy distantes una de la otra. Desde una perspectiva racional sabés que Taco Bell va a hacerte sentir mal, pero tu cerebro no asocia esa sensación negativa de forma que puedas romper efectivamente con el hábito. Ahora se ha experimentado con el alcohol y el tabaco, de modo que en el momento mismo de la ingesta te sientas mal y empieces a vomitar instantáneamente, ya sea por electrocución o reacciones químicas en tu cuerpo. En el momento de fumar el cigarrillo o de beber alcohol empiezas a sentirte enfermo, y esto tiene un índice de éxito enorme a la hora de romper con esos malos hábitos”.
El Shock Clock cuesta 99 dólares y es un éxito de ventas; 99 dólares que los usuarios desembolsan para ser electrocutados. Lo que habilita a pensar que no sólo hay que ser adherente de las ideas pavlovianas, sino además bastante masoquista.