Pesimismo generalizado: los niños culminan la escuela, muchos jóvenes culminan el liceo, y su comprensión lectora es deficiente. Como es cierto aquello de que mal de muchos consuelo de bobos, somos bobos y nos consolamos; una vueltita por la web con la palabra “analfabetismo” y lloverán los artículos de distintos países en los que alguien se queja del eclipse de esa comprensión, el único camino para entender cualquier ciencia, cualquier forma de pensamiento, cualquier cosa.
Mientras los expertos se reúnen para analizar las causas y elaborar sesudas estrategias, hay gente que con fervor y decisión va a la solución cantada. Que es que si no se comprende lo que se lee es porque se lee mal, entonces hay que tratar de que se lea bien, entonces hay que tratar de que se lea. Hasta ahora, no se ha inventado método mejor.
En algunos lugares, famosos en los noticieros por muertes y venganzas mafiosas e ignorados sistemáticamente en sus luces más potentes, hay gente que no se sienta a esperar la acción del Estado. En México, al infalible método lo encara una iniciativa familiar, que se ha hecho colectiva. La familia, claro, no es usual. Es la de Paco Ignacio Taibo II, el autor de la más leída biografía del Che, del rescate de Pancho Villa, entre unas cincuenta obras de diversos géneros literarios, entre ellos el policial, por las que el escritor ganó tres veces el premio internacional Dashiell Hammett, además de otros, y por otros asuntos, ganados en México, Francia, España, Estados Unidos, Italia. Nacido en España pero criado en México, hijo y nieto de intelectuales, esposo de la fotógrafa y activista cultural Paloma Sáiz Tejero, Paco Ignacio es también un frenético activista político-cultural, entre cuyos logros se cuenta la Semana Negra de Gijón –que además de novela negra incluye ciencia ficción, novela histórica, cómic y otras expresiones–, que fundó en 1988 y dirigió hasta el año 2012.
En 2010 la familia Taibo en pleno –desde que Paloma Sáiz dejó de ser funcionaria en el área cultural oficial– inició el proyecto “Brigada para leer en libertad”. Como las editoriales grandes destruyen los libros cuando son descatalogados, les propusieron comprar esos condenados a precio de costo. Adquirieron derechos de títulos no reeditados para publicarlos; de escritores, periodistas e investigadores obtuvieron la presencia directa en charlas y conferencias, y muchísimas donaciones. Así hicieron modestas ferias del libro con precios muy bajos, con escritores hablando de los temas de sus libros, en los barrios más alejados del circuito cultural, incluidos los considerados peligrosos.
“La primera vez que organizamos una feria del libro en Iztapalapa, la zona más violenta de la capital, nos dijeron que nos iban a robar y que iba a ser un desastre, pero la realidad es que fue un éxito y acudieron más de 15 mil personas”, contó Marina Taibo, la hija de Paco Ignacio. “Hemos destruido el tópico de que en México nadie lee. Eso no es cierto, siempre y cuando sepas cómo acercarte y llevarle los libros a la gente”, dice su padre.
Ya pasan de 150 los mercados de libros y ferias organizados en sitios donde jamás hubo una librería, ferias tan modestas que las llaman “tianguis”, como se denomina a los mercaditos donde los vendedores populares ponen su mercadería en el suelo. Y superan el medio millón los libros regalados, y han publicado más de cien títulos, entre ellos antologías de José Emilio Pacheco y Juan Gelman. Otra iniciativa de la brigada es la campaña “De boleto en el metro”, por la cual los pasajeros pueden recoger un libro en una estación, leer en el viaje y dejarlo en aquella en la que se bajan. Otra es un “tendedero de poesía”: cuelgan poemas en cuerdas, y la gente se lleva el que le gusta. Hoy la brigada tiene una feria cada mes, sobre todo en el DF, pero van adonde sea, pequeños pueblos, barrios alejados. “Es que hay necesidad de entender, de armarse de ideas, y la lectura es un camino hacia la libertad”, dijo Paco Ignacio Taibo a Librújula.com.
Tiene razón Paco Ignacio, y claro está que los estados, no sólo los cambiantes gobiernos, deberían hacerse cargo de esa premisa que los excede aunque los comprenda. Pero en general los gobiernos que ocupan el Estado, en el tema cultural, prefieren los espectáculos a la mansa, constante, invisible –e imprevisible en sus consecuencias– gota del acto de leer.