Los jóvenes bajaban las escalinatas de la Universidad para manifestar por 18 de Julio y Alain Labrousse salía del Liceo Francés, dos edificios más adelante, para filmarlos con su cámara de 16 milímetros mientras protestaban contra las medidas de seguridad impuestas por Jorge Pacheco Areco. En esos mismos días sus compatriotas hacían barricadas en París. Era 1968. Alain era profesor de letras en el Lycée Français desde 1965, dirigía un coro y otras actividades artísticas y filmaba en súper ocho y en 16 milímetros todo lo que podía. Con algunos de sus estudiantes llegaron a hacer un filme, basado en un cuento de Mario Benedetti, que ganó el premio de la Cinemateca Uruguaya en 1970. Algunos años después daría origen a Audiopradif, en Francia, una organización militante que usó el testimonio filmado como medio de lucha y cuyos originales que conciernen a Uruguay fueron donados a la Facultad de Humanidades y al Museo de la Memoria. De vuelta en Francia, Alain, con su primera esposa, uruguaya, y algunos franceses que sentían simpatías por las luchas en Uruguay, estuvo en el origen del primer comité de solidaridad con los presos políticos, el Cdppu. Alrededor de la mesa del comedor de su apartamento de la rue Geoffroy Saint-Hilaire se marcaron rumbos que influyeron en la vida de muchos de los exiliados y refugiados en Francia, y también los caminos que tomaría la solidaridad. Alain publicó en 1971 Los tupamaros, guerrilla urbana en Uruguay, el primer libro de difusión internacional sobre el tema, traducido al inglés y al italiano, entre otros idiomas. Estuvo en Chile en 1973, hasta unas semanas antes del golpe, y se interesó también en otros países de la región, como Perú y Bolivia, donde descubrió comunidades indígenas y el problema de la droga. Fiel a su estilo y su personalidad, “descubrir” significó integrarse, conocer a fondo, convivir. Fue así que a partir de 1980 comenzó a profundizar en la geopolítica de las drogas, a comparar e investigar, llegando a Afganistán, Pakistán, África occidental. Creó el Observatorio Geopolítico de las Drogas y escribió varios libros al respecto, siendo precursor en la denuncia de los trasfondos políticos, económicos y militares de la llamada “guerra contra las drogas”. Entre sus viajes, sus libros y su militancia, Alain siguió muchos años como profesor de liceo en Vitry-sur-Seine, donde contagiaba a sus alumnos su pasión por el cine y su insaciable solidaridad con las luchas populares, donde fueran. Volvió a Uruguay en 2008 para escribir su último libro. Tupamaros, de las armas a las urnas. Nos encontramos y estaba lleno de preguntas: “¿El Pepe podrá evitar el populismo?”. Yo tenía ganas de contarle que cuando lo vi por primera vez, filmándonos en la calle, pensé que era un “tira”, pero unas semanas después me tranquilizó cuando vino al Centro de Estudiantes de Derecho a invitarnos a una proyección de lo que acababa de filmar. “¿Te parece que el Tambero reúna viejos tupas a su alrededor?”Yo tenía ganas de decirle que durante años la única dirección en el mundo que consideré un refugio era su apartamento de Geoffroy Saint-Hilaire. “¿Es posible hacer verdaderos cambios sociales desde el gobierno en un Estado burgués?” Tenía ganas de contestarle que lo que más admiraba de él era su perseverancia para tratar de entender las cosas, su persistencia con la práctica de la solidaridad, su constancia en el compromiso, quise decirle que tenía mucho para agradecerle. Pero no pude. Siguió haciéndome preguntas y me quedé con las ganas. Parkinson pudo más que todos y se lo llevó el 6 de julio. Un abrazo, Alain, y hasta siempre.