—A pesar de las similitudes, Los peligros de fumar en la cama, tu primer libro de cuentos, es más de género –hay una ouija, zombis y una maldición– mientras que el segundo, Las cosas que perdimos en el fuego, parece estar más cerca del realismo. ¿Fue ese un cambio de registro deliberado?
—Son dos etapas diferentes de escritura. Los peligros… era mi primer intento de escribir terror y a lo mejor utilicé escenarios y disparadores del terror mucho más reconocibles, mientras que en el último lo que hago es tratar de hacer un terror más local. En el otro, lo local aparece en algunos temas, sobre todo en un cuento como “Cuando hablábamos con los muertos”, que está la ouija pero está en función de los desaparecidos. Pero en el último traté de hacerlo más local todavía y que –esto lo pienso ahora,...
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