No recuerdo exactamente la última vez que escuché hablar de crisis en fotografía. Puede que haya sido ayer, incluso hoy mismo. Y aunque para Gerónimo, de la cooperativa Sub, “la fotografía está siempre montada sobre la crisis”, Oliver, de Midia Ninja, se pregunta:“¿Pero la crisis dónde está?, ¿Está en la necesidad de relatar la realidad? ¿O está en el modelo empresarial de los grandes medios y en cómo se entendió hasta ahora el fotoperiodismo?”. Quizá no haya una respuesta acabada para eso todavía, pero lo cierto es que mientras tanto varios colectivos están explorando nuevos caminos –tanto organizativos como narrativos y estéticos–, y de paso construyendo y revitalizando la mirada fotográfica en América Latina. O al menos consolidando una referencia ineludible.
ORGANIZACIÓN. Argentina, 2001. Fotos en negativo blanco y negro, caos y delirio, dentro de eso, cierta belleza y esperanza. “Esas fotos curiosamente me cerraron algunas puertas por las que en aquel entonces deseaba pasar y me abrieron un mundo que desconocía. Las puertas que se cerraron fueron las de las redacciones de los diarios y agencias de noticias, que enseguida me catalogaron como fotógrafo piquetero; por ende, me dejaron sin estatuto de fotógrafo profesional. Después de un tiempo de esforzarme para entrar, decidí quedarme del lado en el que habían disfrutado de mis fotos, y no estaba tan seguro de querer formar parte del rubro en el que algunos sólo sacan fotos por dinero. Había conocido un espacio donde las fotografías tenían significado y servían para algo. Algunas personas necesitaban de verdad esas imágenes, y no podían pagar por ellas. Pero eso no me hacía menos fotógrafo”, dice uno de los integrantes de Sub sobre aquel momento, en el texto que acompaña el trabajo que marca el hito-referencia del nacimiento de la cooperativa, que surge como tal tres años después. En ese espacio, donde las fotos tienen significado y sirven para algo y no se sacan sólo por dinero, nos quedaremos.
Cada colectivo tiene su búsqueda, claro. Su apuesta narrativa, estética, y política. Pero hay “algos” que los atraviesan, quizás, o los unen. Esos “algos” que los unen no son lineales ni nítidos: se mueven.“Es una respuesta contextual ante la mentira de la imagen y la información. Un descreimiento ante la saturación. Tiene que ver con búsquedas de formas de organización y de trabajo distintas, por fuera de estructuras piramidales”, esboza Florencia, del Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs (Mafia), colectivo que surgió en 2012 como respuesta a las agresiones y amenazas recibidas por una fotógrafa que cubrió el primer cacerolazo contra la presidenta. Al siguiente cacerolazo varias fotógrafas y fotógrafos, ironizando con el “autoconvocadxs”, se autoconvocaron para cubrir. Y así nació el colectivo.
“Nuestra dimensión política está en generar otras relaciones de trabajo, generar dinero pero que esto no sea el principal eje, y extraer del movimiento cooperativo los principios que ya venían con nosotros. Tiene que ver con esa idea de que hay muchas herramientas separadas, y que si las juntamos podemos ser bastante mejores y potenciar el laburo”, dice Gerónimo. Para Manifiesto, colectivo cordobés, hay “una necesidad de salir de lo individual para apostar al trabajo con otros como una forma de potenciar los discursos propios”, y explican en esa necesidad el nacimiento del grupo. Rebelarte, que los juntó una vez más en Montevideo, cree que “lo más interesante son estos vínculos que comienzan a construirse entre los colectivos. Ahí hay una potencialidad enorme, que nos permite crecer mucho, compartir dificultades y logros, ver los caminos ensayados por cada uno para resolver problemáticas comunes, con todas nuestras diferencias”. Sub, Ninja, Mafia, Manifiesto y Rebelarte tienen como principios la firma colectiva y la horizontalidad.
SENTIDOS. “Cada engranaje en un colectivo suma al proyecto de una manera muy directa y muy concreta. Poder construir tu propia agenda, tu línea editorial y que encima todos decidan con la misma voz y el mismo voto no es lo mismo que estar trabajando para alguien que ni sabés quién es, ni qué va a hacer con tu información y con tus imágenes”, dice Florencia. Esa libertad le permite a Mafia “ir donde sentimos que tenemos que estar, y a donde nos interesa poner nuestras cámaras”, y cubrir hechos y lugares tan diversos como la represión del hospital Borda y una Expo Agro, una marcha Ni una Menos y un festival de música country, o una elección del culo del verano. Y les permite practicar la ironía, la del encuadre y la luz. Cuando gente que es de plástico, en las fotos parece de plástico: “La intención no necesariamente es tener una mirada irónica. Pero a veces la realidad es muy grotesca. Nosotros no forzamos nada, mostramos a la gente en sus escenarios naturales y como es. No le ponemos una gorra del ejército argentino a una mina que está gritando contra el gobierno, se la pone ella, y nosotros le hacemos la foto”. Pero sí, “El recorte todos lo tenemos. Es muy importante declarar que todo punto de vista es subjetivo, que cada cosa que elegimos contar, y cómo la contamos, cómo la encuadramos, todo eso es una toma de posición. Y en eso que mostramos, en ese encuentro de subjetividades, se va armando un mosaico. ¿La realidad? No sé qué es la realidad, pero estas son representaciones”.
Cuando Manifiesto publicó “Te matan por un celular” en las redes, recibió mensajes violentos y amenazas de todo tipo por “defender a los negros”. El trabajo contaba cómo familiares y amigos de un pibe de 23 años –linchado por una turba por intentar robar un celular– construyeron un altar en el poste donde lo golpearon hasta matarlo. “El nivel de odio y racismo de los comentarios nos hizo reflexionar respecto de la urgencia de combatir un ‘sentido común’ asesino que florece cada vez más en la sociedad, y la potencialidad y responsabilidad que tenemos como fotógrafos de disputar esas posiciones que son continuamente fogoneadas desde los grandes medios de comunicación.” Gerónimo agrega: “A mí me gustaría pensar que nuestra fotografía tiene que meterse con el poder, y en la disputa de los sentidos comunes de la imagen, hoy. Desde donde se generan, desde los mercados, desde los estados, desde el gobierno, y hacia el cómo están representadas nuestras elites. Apuntar ahí, llevar las cámaras hacia esos lugares, aunque sea para preguntar cosas. El poder hoy no está fotografiado, o lo que está fotografiado es una pantomima, una obra, o es híper controlado. Ese sería un desafío. Algunos pensamos que se pueden cambiar, otros que al menos se puede meter la cuchara en los discursos que nos determinan, en los que nos dicen cómo hay que ser, qué es el éxito y cuál es el fracaso”.
En Ninja, que viene de bastante más atrás, con el surgimiento de la red Fora do Eixo, pero que se consolidó como colectivo fotográfico a partir de la explosión de la protesta social de 2013 en Brasil –motivada por problemas en el transporte público–, la disputa de las narrativas es uno de los objetivos centrales: “Una contranarrativa con relación a los grandes medios, a la forma en que trabajan, a las noticias que cubren y a cómo lo hacen”, dice Oliver, y explica: “En ese proceso la foto ha tenido un papel muy importante porque ocupa un lugar privilegiado en la disputa del imaginario, tiene una capacidad mimética y de generar impacto muy rápida. Durante mucho tiempo se entendió que la foto tenía que ilustrar el texto. Hoy en día –y estos colectivos lo estamos haciendo– estamos entendiendo que la provocación es generar discursos visuales mucho más complejos. Que a través de la foto se puede contar, se puede provocar, se puede emocionar, se puede movilizar, y hay que darle trabajo a eso, hay que darle cada vez más y más lugar, y entender lo que puede aportar en nuestras construcciones”.
VER Y VERSE. “Como toda mirada, creemos que la colectiva se construye, no es algo que nos viene dado. Es una manera de habitar el mundo y nuestras formas de pensar la realidad desde un ‘nosotros’.” Rebelarte nace –como la mayoría de estos colectivos– en la calle, en las manifestaciones. Y esto ha hecho durante estos diez años. Militar con las cámaras. Cubrir las protestas, acompañar procesos de organizaciones, y mantenerse en la calle. Agruparse, “colectivizar la mirada, entendiéndola como un pensarnos con otros para mirar juntos nuestra realidad política y social, pero a través de las fotos. Es una manera de re-significarnos a nosotros mismos como individuos, incluirnos en algo más amplio, que nos libera y nos contiene a la vez”.
Para Manifiesto, “la diversidad de miradas es una de las grandes ventajas del trabajo colectivo, que aporta un espacio para discutir, reflexionar y construir una mirada de la realidad. Ese encuentro amoroso, creativo, crítico con el otro, nos abre a muchos aprendizajes que quizás en un proceso individual no aparecerían”.
Pero la mirada colectiva siempre es un desafío, y una construcción difícil. En Sub, por ejemplo, desde un primer momento hicieron mucha fuerza para tener una mirada unificada, no siempre la misma, sino con rasgos comunes y un uso similar de las herramientas. Pero sin embargo exploraron y exploran otros caminos: “Esta idea de trabajar desde el consenso fue un norte por mucho tiempo, pero nos empezó a quedar medio corta. Y decidimos empezar a plantearnos desde la ruptura, y desde la tensión entre lo colectivo y lo individual. Cada uno empezó trabajar un tema solo, con la total libertad de explorar su lenguaje personal, para luego volver al colectivo, enriquecido”.
Gerónimo cuenta que estaban fotografiando más o menos de la misma manera, y sentían que se estaban agotando en tanto construcción de una estética colectiva. Sin embargo, hacerlo sería imposible “sin esa tensión entre lo colectivo, que es una fuerza enorme, es la que nos constituye y nos da identidad, y lo individual, que es lo que nutre a ese colectivo. Lo que sigue sucediendo es que fotografiamos más o menos el mismo mundo, más allá de cómo lo estamos fotografiando, y el mapa de nuestros trabajos es también la mirada de Sub”.
En el caso de Mafia –y quizás les suceda lo mismo a Sub y Ninja, dos de las propuestas visuales y estéticas más fuertes y reconocibles– creen que “se ha empezado a dibujar una mirada Mafia, una estética que se ha construido en la medida que nos vamos conociendo y le dedicamos mucha energía y cabeza al proyecto. El hecho de que una sola compañera venga del fotoperiodismo y el resto de otras líneas de la fotografía nos da quizás una paleta estética distinta, en la medida en que se juntan distintos códigos visuales”. En el caso de Ninja, la mirada colectiva “se fue construyendo a partir de la propia dinámica colectiva del núcleo, pero hoy en día tenemos muchos colaboradores y se mantiene. Ninja consolidó un estilo de trabajo de las imágenes, ese estilo marcó un camino y mucha gente que se acerca lo hace con ese deseo de bucear dentro de esa estética”, dice Oliver. Ninja tiene fotos impactantes, colores fuertes, ángulos casi contrapicados, cercanía, y sus fotos son ganchos en medio de la marea de Facebook. Basta ver trabajos como “La victoria de los barrenderos cariocas”, o las fotos de las protestas de 2013 o el Mundial de 2014. Algo de eso tiene también Mafia, arriesgando técnicamente más para sustentar el mensaje, en trabajos como, por ejemplo, “El silencio se hace agua”, en el que retratan “La marcha del silencio” en apoyo al fiscal Nisman y contra la presidenta haciendo un uso genial de la larga exposición, del flash y el movimiento, aprovechando la lluvia y los paraguas, para pintar algo bien parecido a una farsa bastante tenebrosa.
Rebelarte es, de los cinco colectivos referidos, quizás junto a Ninja, el que se dedica con mayor énfasis a la protesta social en la calle. Y el trabajo que han hecho es un documento social casi indispensable para entender la protesta en la era progresista. Ahí, en la calle, y en la protesta, explora sus potencialidades, pero también sus limitaciones:“Ese es uno de los desafíos, poder trascender el trabajo de coberturas que venimos haciendo hace ya diez años y poder abordar quizás las mismas temáticas, pero explorando otros caminos narrativos que implican otros tiempos de trabajo”. Manifiesto también cubre la protesta, pero hace una apuesta más fuerte por el color y la cultura popular. Sub es, quizás, de los más poéticos. Además de estar abocada a trabajos de mayor duración y profundidad, hay una economía de lo literal en sus historias. Ambigüedad y reflexión.
Todos los colectivos comparten algunos ejes temáticos, como la violencia institucional, el feminismo, las disputas por el territorio y la cultura popular, atravesados por la calle y los barrios. Estos temas se suman a esos “algos” que los atraviesan, y quizás sean la excusa para el algo central: el encuentro a través de la mirada. En el otro, con el otro, y con uno mismo.
- La muestra Barullo, que reúne a varios de estos colectivos, estará hasta el 1 de diciembre en la Fotogalería del Prado, las 24 horas, cerquita del rosedal.
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Muestras colectivas
Los intercambios entre estos y otros colectivos han generado, además de encuentros como Barullo, Larga distancia, Eco, Facción, entre otros, algunos trabajos colaborativos, como Otros carnavales y Jogo bonito.
Leo Drumond, fotógrafo brasileño que ha participado de la edición de Otros carnavales, dice: “Son trabajos muy importantes, tanto por el poder de red que muestra la articulación que los hizo posibles, como por la movida pujante y subversiva que cargan. Muestran una energía inmensa, tanto en el resultado como en la producción y en el esfuerzo colectivo de edición y circulación”.
Algunos ejemplos pueden verse en jogobonitomundial.tumblr.com y medium.com/otros-carnavales.
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Zoom
Todos los cortes son arbitrarios, y por eso este también lo es. No pretende ser un relevamiento ni mucho menos, sino una invitación vehemente a mirar.
Mal de Ojo. Perú. Les gusta el trash. Estética ruidosa, movimiento y mugre. Bardo y protesta. Un ojo ácido sobre la cultura oficial. Intervenciones callejeras, hip hop y barrio. Les gustan –y hacen que nos gusten– las sucias calles de Lima. Margen desde y sobre el margen (https://www.facebook.com/maldeojofotovideo).
Versus photo. Perú. Finísimo. Cuando se presentan hablan de cosas efímeras del mundo, dicen que no buscan crear retórica sino dialogar a través de los sentidos, que les interesa la condición humana en esa leve línea en la cual la ficción se carga de realidad y la realidad de ficción. Eso y más, en un viaje de estados de ánimo atravesado por una estética que impresiona (http://versus-photo.com).
Mamana foto coletivo. Brasil. “Va a salir buena esa foto, guardá mi contacto y me la mandás”, dice el policía militar. “Usted haga su trabajo ahí que yo hago el mío acá”, contesta la fotógrafa. De ahí vienen las Mamana. De la necesidad de unirse, de superar inseguridades y miedos. Mirada aguda, sutileza en los claroscuros, sensibilidad y cercanía. Fotografía, a secas (http://www.mamanafotocoletivo.com).
Selva SP. Brasil. Surrealismo sin atenuantes. Selva tiene algo de dispersión. Son distintas miradas atravesadas por un acercamiento radical a los bajos instintos. Hay tanto de onírico como de terrenal en el mirar extremo al que someten a la ciudad de San Pablo. Colectivo de excesos, como dice Daniel Iglesias en la introducción al ensayo Selvageria; queda, después del encuentro, la “incontrolable fisura de fotografiar” (http://www.selvasp.org).
RUA foto coletivo. Brasil. Rua, calle en portugués. Y ahí se encontraron, en las manifestaciones callejeras de 2013. Y por eso, supongo, vemos cómo apunta un arma de guerra en la favela de La Maré. Se mueven mucho, y tienen de todo. Entre otras cosas, varias fotos difíciles de olvidar (http://www.ruafotocoletivo.com/),
+1. Colombia. Este colectivo, formado este año pero integrado por fotógrafos de larga data, ya se trae algunos trabajos que invitan a seguirlo con atención. Por ejemplo “El llano” y “Dulce y salada” (http://www.colectivomasuno.com/).
Paradocs foto. Ecuador. Hablan de fotografía de no-ficción, siguiendo al fotógrafo Stephen Ferry. Hay peregrinaciones religiosas, barrabravas, toreros, boxeadores, jugadoras de fútbol. Vean “Sucede cuando callamos” (http://www.paradocsfoto.com/)
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