El caso de Lauro García no es, en modo alguno, el del cantautor típico que desde muy joven lanza un disco tras otro mientras el tiempo y la vida pasan y él se carga de sabiduría y deja atrás carencias y errores asimilando las lecciones del pasado. A Lauro su primer disco auténticamente solista le llega a los 50 años de edad,1 tras apenas un intento previo, llevado adelante junto a la banda Entrecruzado, en 2011.
Lauro, apoyo del Fonam mediante, logra financiar su primer proyecto solista y sacarlo al mercado con el poético título de Pasos en la niebla, luego de décadas de coquetear con la música, dar clases de guitarra y dedicarse a vivir su vida en Solymar. Es, en ese sentido, otro “cantor de balneario”, como se autodefinía impagablemente el inolvidable Jorge “Choncho” Lazaroff, también habitante de la Costa de Oro canaria.
En algunas entrevistas radiales que le han hecho con motivo de su disco, Lauro ha dicho que desde los años ochenta escuchaba a gente tan talentosa como Dino, Darnauchans y a brasileños magistrales como Djavan y Chico Buarque.
Cuesta, sin embargo, encontrar en su música la huella de esos referentes ineludibles para él y para varias generaciones de cantautores uruguayos.
En esas mismas entrevistas Lauro ha relatado las mil y una dificultades de ser cantautor y mostrar tu música en nuestro país, donde los horarios no se respetan, no sólo no se gana sino que casi se paga por cantar, y el propio músico debe encarar las tareas de producción y hasta la carga y descarga de los equipos de sonido. Ese relato, que por cierto identifica lo que me pasó cuando pibe, me resulta tan compartible como conmovedor. Tanto que hasta me da bastante pudor ponerme duro con este disco que tiene graves carencias y que demuestra que para Lauro hay todavía mucho camino por andar si se trata de redondear un producto de real valía.
A despecho de la edad del autor e intérprete, se trata en rigor de un disco adolescente por donde se lo mire, y sobre todo se lo escuche. Clarificando: la composición es amateur, el canto es amateur, y también lo son los arreglos, la grabación y la mezcla. Todo el producto suena a adolescente mostrando sus primeras canciones. Pero no es el caso.
Hay cosas que suceden y que no deberían suceder aquí, y de las que Lauro, que sin dudas ama la música y se ha matado para sacar adelante este proyecto, debería tomar debida nota.
No puede pasar que en una de las letras –puntualmente, en la de “Blues del espejo”– leamos y escuchemos lo siguiente: “cada vez que lo degrada/ el que encima del (sic) está…”. No puede pasar que el saxo esté desafinado respecto de la guitarra o que haya guitarras lisa y llanamente desafinadas. Son detalles básicos, que están en la tapa del libro. A propósito de tapa, hay que decir que el diseño gráfico de este disco, obra de Pablo Damseaux, es de los más bellos que se han visto por esta parte del mundo en los últimos años.
Escuchando en la radio a Lauro contar los entretelones de su proyecto sentí una enorme simpatía por él, que es una persona inteligente y absolutamente ubicada, y que merece un juicio crítico sincero y sin concesiones.
En determinados momentos de este disco hay buenas ideas, como en el tema pop “Tempestad”, el reggae “Marcianos” o el “Blues del espejo” (sí, pese al “accidente” gramatical). Por el lado de esas buenas ideas debería seguir trabajando Lauro, que ha elegido la difícil tarea de navegar por un mar repleto de muy buenos cantautores, como sin duda es el de la música popular de este país.
- Pasos en la niebla. 2015.