Japón es uno de los países con población más longeva. Gracias a diversos factores, como una alimentación rica en vegetales y pescado, un estilo de vida activo, un notable sistema de salud y una estructura familiar de apoyo, los japoneses cuentan, según cifras del Banco Mundial, con una expectativa de vida de 83 años. Es pensando en este sector de la población (y en ese mercado) que varias empresas han creado robots diseñados para paliar la extendida sensación de aislamiento que soportan los ancianos de la isla.
Smiby es un bebé robot de 44 centímetros de largo que pesa 1,2 quilos. Fue ideado por el profesor Masayoshi Kanoh, de la Universidad Chukyo, de Nagoya, quien en declaraciones a la agencia de noticias Efe exponía su objetivo: “Hemos desarrollado un robot que no sabe hacer nada, para ofrecerles a los mayores un ambiente en el que tengan un objetivo vital, porque tienen que cuidar a su robot”. Hecho de plástico y silicio, pero totalmente recubierto con un enterito blanco aterciopelado, está programado para reír cuando lo toman en brazos y que sus mejillas se sonrojen cuando está “contento”. Si se lo deja demasiado tiempo solo o se lo mueve con violencia, rompe en llanto y sus ojos se tornan de un color azulado. Según su situación y su “estado de ánimo” el robot emite 500 tipos de voces y sonidos.
Por su parte, Toyota recientemente lanzó su Kirobo Mini, mucho más pequeño en tamaño –puede sostenerse en la palma de la mano– y de mayor utilidad práctica. Está diseñado para ser un “compañero de comunicación”, así que además de mirar al usuario cuando le habla, parpadea y gesticula con sus brazos cuando conversa; también es capaz de aprender frases y de leer las expresiones faciales de su dueño, de modo de poder identificar, por ejemplo, si está triste, con el objetivo de intentar mejorar su estado de ánimo. El robot puede además recordar las preferencias de sus propietarios, así como todo aquello que no les gusta. Ideado para ser transportable en el auto, durante los trayectos sugiere al usuario qué lugares visitar y qué rutas seguir, así como qué música escuchar, además de medir los quilómetros que ha recorrido, cuánto queda de nafta y supervisar las cámaras del auto para prevenir accidentes.
Otro robot comercializado es Paro, que con forma de cachorro de foca arpa, ha sido desarrollado por el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y de Tecnología nipón. De 57 centímetros de largo, está cubierto por piel artificial y parpadea y se acurruca cuando se lo acaricia. Según señalan sus desarrolladores, posee propiedades terapéuticas y reduce el estrés y la depresión en ancianos. Por su parte, Tocco es un peluche con forma de oso panda, creado por la Universidad de Waseda como asistente para quienes deben hacer ejercicios de locomoción o rehabilitación.
La iniciativa privada en este sentido se encuentra plenamente estimulada por el gobierno. El Ejecutivo japonés se ha puesto como objetivo que las firmas nacionales produzcan en cadena robots de bajo costo –con precios por debajo de los mil euros– capaces de hacer el trabajo de enfermeros, acompañantes y auxiliares de enfermería. Mucho más baratos y solícitos que los seres humanos, sin necesidades propias, sin quejas ni exigencias.