Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el Granma, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la historia que puso el pecho a las balas cuando vino la invasión, que enfrentó a los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán, que sobrevivió a 637 atentados, que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria, y que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria pudo sobrevivir a diez presidentes de Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor.
Y sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la copa mundial del felpudo.
Y no dicen que esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso ser. Ni dicen que en gran medida el muro entre el deseo y la realidad fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de la sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema, las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse.
Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta.
Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla.
Extraído del libro de Eduardo Galeano Espejos (una historia casi universal).
[notice]¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?
Por José Manuel Martín Medem*
Fidel Castro convirtió una isla en una nación. El comandante es el símbolo de la independencia contra el imperialismo de Estados Unidos como Martí lo es de la lucha contra el colonialismo de España. Los gringos impidieron la primera independencia después de la derrota del ejército español, y la revolución fue la segunda independencia.
Ahora lo más importante sigue siendo Cuba. La defensa de su soberanía nacional pero añadiendo la necesidad de que los cubanos establezcan su independencia personal. Sería la tercera independencia, sin el poder concentrado con el que Fidel Castro impuso un escenario en el que muchos cubanos se estarán preguntando, como en el bolero, ¿por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?
No es fácil realizar ahora la valoración histórica del Caballo. Parece incuestionable que no hay otro cubano más determinante en la historia de su país y que su resistencia contra Estados Unidos y su influencia internacional lo convirtieron en uno de los protagonistas del siglo XX. Pero probablemente su prestigio no resistirá el conocimiento en profundidad del espectáculo que organizó para fusilar al general Arnaldo Ochoa, en la mayor exhibición de su poder absoluto con el que bloqueó el desarrollo democrático del proyecto cubano de socialismo.
* Periodista español. Colaborador de Brecha. Ex corresponsal de Tve en Cuba y autor de los libros ¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti?, Diario de un corresponsal en Cuba, La hora de los mameyes y El secreto mejor guardado de Fidel.
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dirán exactamente de fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
fidel montó sobre fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma
la Historia parlará de sus hechos gloriosos
prefiero recordarlo en el rincón del día
en que miró su tierra y dijo soy la tierra
en que miró su pueblo y dijo soy el pueblo
y abolió sus dolores sus sombras sus olvidos
y solo contra el mundo levantó en una estaca
su propio corazón el único que tuvo
lo desplegó en el aire como una gran bandera
como un fuego encendido contra la noche oscura
como un golpe de amor en la cara del miedo
como un hombre que entra temblando en el amor
alzó su corazón lo agitaba en el aire
lo daba de comer de beber de encender
fidel es un país
yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro
la Historia arreglará sus cuentas allá ella
pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos
buenas noches Historia agranda tus portones
entramos con fidel con el caballo.
Juan Gelman
Del poemario Gotán (1962).
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