Durante veinte años, Jalid al Sinani se de-sempeñó como pescador en las costas cercanas a su aldea, al sureste de Mascate, capital del sultanato de Omán. Para ello, utilizó el barco que había heredado de su padre, medio indispensable para ganarse la vida y proveer a su familia.
Quiso el destino que el navegante diera, en una de sus recorridas, con un olor fecal, intenso, profundamente desagradable. Cuando salió a la borda para ver de qué se trataba, lo vio: la sustancia blanca y pegajosa flotaba, desparramada por doquier, sobre la superficie. Se trataba de ámbar gris, o el muy infrecuente “vómito” del cachalote. Sorprendido por su hallazgo, Jalil procedió a recogerlo: no le fue difícil. Se mantenía unido y pesaba unos 75 kilos. Lo introdujo en una caja de plástico y lo llevó a su hogar.
Con el paso de los días, el ámbar cambió de color, y su olor dejó de ser desagradable. Así, procedió a secarlo con un ventilador, y a dividirlo en piezas más pequeñas. El ámbar pasó a adquirir una tonalidad grisácea, y a despedir un olor dulce y hasta agradable. Tan esmerados cuidados tienen un propósito claro: vender la sustancia al mejor postor.
El ámbar gris, si es de buena calidad, puede llegar a cotizarse a 35.800 euros el quilo. De conseguir un comprador dispuesto a abonar la cifra, el hallazgo fortuito de Jalid podría aportarle la suma de más de 2,6 millones de euros.
El ámbar gris es utilizado comúnmente para perfumes, pero también se le dan otros usos medicinales y saborizantes. Es nombrado en las Mil y una noches; los antiguos chinos lo conocían como “aroma de baba de dragón”, y lo utilizaban para especiar el vino; en El paraíso perdido, de John Milton, Satanás tienta a Cristo con esa sustancia; en Moby Dick la tripulación del Pequod se encuentra con otro navío ballenero, cuyos marineros están extrayendo aceite de dos ballenas. En seguida se dan cuenta de que no tienen conocimiento de la existencia del ámbar gris, por lo que, mediante engaños y artimañas, logran quedarse con la ballena más maloliente, de la que pueden extraer la sustancia.
Lo normal es que no se encuentre flotando en el mar más de un kilo de ámbar gris. Sólo el 1 por ciento de los cachalotes lo producen, como reacción a la irritación que causa en uno de sus estómagos la ingesta de los negros picos del calamar y otros objetos duros y afilados. Y, como es un fenómeno tan aislado, ni siquiera está claro cómo los cachalotes secretan la sustancia (no está del todo claro si es vómito o excremento). En cualquier caso, es además necesario un proceso de fotodegradación y oxidación que puede insumir meses o incluso años para alcanzar el punto de solidez necesario para la comercialización.