La semana pasada en Estados Unidos el nuevo presidente exigió a las empleadas que trabajan en la Casa Blanca que vistan “como mujeres”, refiriéndose a estándares de elegancia por él impuestos. Cuando trascendieron estos dichos, la reacción en las redes no se hizo esperar y se publicaron miles de fotografías de mujeres haciendo todo tipo de tareas en diversas áreas, vestidas como habitualmente se visten: astronautas y tenistas, militares, boxeadoras…
El hashtag #DressLikeWomen se repitió (y se sigue repitiendo) en las redes por personas de todo el mundo que se sintieron cuestionadas por el increpador universal, que ya sabemos lo que piensa de las mujeres.
Lo cierto es que tanto lo que Trump como lo que amplios sectores de la sociedad piensan termina siendo sumamente estructurante para mucha gente, determinando su conducta. La revista Science (sciencemag.org), de la Asociación Estadou-nidense para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science), publicó en su número de enero de 2017 un estudio que demuestra que los estereotipos de género afectan la percepción que tenemos en cuanto a la inteligencia de mujeres y hombres. Los investigadores (Lin Bian, de la Universidad de Illinois, Sarah-Jane Leslie, de la Universidad de Nueva York, y Andrei Cimpian, de la Universidad de Princeton) estudiaron a niños y niñas para tratar de saber a qué edad empiezan a formarse estereotipos de género que influyen en la percepción de la inteligencia humana.
Cuando tienen 5 años los infantes todavía no hacen una diferenciación respecto de la inteligencia de hombres y mujeres, ni de las expectativas de lo que representa alguien brillante (a sus ojos, claro), pero cuando alcanzan los 6 años, las niñas empiezan a distanciarse de juegos para personas “realmente, realmente inteligentes”, asociando esos juegos a los niños, mientras ellas se alejan del concepto.
Según Science, los estereotipos más comunes asocian la habilidad intelectual (términos como “brillante”, “genio”, etcétera) al género masculino más que al femenino. Esos mismos estereotipos que definen y van convenciendo paulatinamente a las mujeres de que las carreras vinculadas a las ciencias, la ingeniería, la tecnología, las matemáticas (la revista hace mención también a la filosofía) no son para ellas se empiezan a definir desde muy temprana edad, y hoy día son similares a los del pasado.
El problema real y tangible es que las niñas actúan de acuerdo a ese estereotipo; a partir de los 6 años dejan de desempeñarse en determinadas actividades asociadas a la inteligencia o que implican determinada dificultad, para optar por otras más sencillas pero que “corresponden” a su género, de acuerdo al mandato social.
Según datos de la Fundación Nacional para la Ciencia (Nsf), de Estados Unidos, el porcentaje de mujeres que trabajan en sectores asociados a la biología y las ciencias de la vida era de 41 por ciento en 2003 y de 46,9 por ciento en 2011, mientras que en ese mismo período las mujeres empleadas como ingenieras pasaron de ser 10,4 por ciento a 11,7 por ciento.
A esas mujeres que desde los 6 años prefieren dejar de hacer cosas para inteligentes viene Trump a pedirles que vistan como mujeres. Por fortuna, la
reacción en las redes es lo suficientemente masiva y ruidosa.