Uno de los referentes de la revolución sandinista de 1979, el escritor y ex sacerdote Ernesto Cardenal, está siendo hostigado por el actual gobierno nicaragüense de Daniel Ortega, contra el que se rebeló hace años. El hecho fue denunciado por intelectuales latinoamericanos y europeos luego de que Cardenal fuera condenado por la justicia a pagar una indemnización de 800 mil dólares a una ex socia que reclama la propiedad de un predio en el archipiélago de Solentiname, en el cual el antiguo cura, hoy de 92 años, montó en los setenta su famosa comunidad de pescadores y artistas, un islote de resistencia cultural. Allí fue donde escribió El Evangelio de Solentiname, en 1975. Cuando la revolución derrocó a la dictadura de los Somoza fue nombrado ministro de Cultura, y ocupó el cargo hasta 1987. El papa Wojtyla lo sancionó en 1984 por esa decisión, prohibiéndole de por vida el ejercicio del sacerdocio, junto a otro religioso sandinista, Miguel d’Escoto, que fuera canciller del gobierno revolucionario por diez años, y su hermano Fernando. No se reconcilió con la Iglesia, a pesar de que en 2014 el Vaticano anuló ese castigo. El abogado de la ex socia del poeta que ahora le reclama esa fortuna es el mismo que defendió a Ortega en el juicio que le entabló su hijastra Zoilamérica por violación.
La semana pasada un juez declaró nula la orden judicial, por “errores de procedimiento”, al no haberse notificado personalmente al poeta, pero los abogados de Cardenal pretenden que sea descartada por completo. El domingo 19 Cardenal acusó a la esposa de Ortega, Rosario Murillo, de estar detrás de este proceso. “Desde el principio estuve siendo hostigado por ella, tenía una rivalidad conmigo. Cuando yo era ministro de Cultura (1979-1990) ella empezó a hacer una campaña contra mí. La rivalidad contra mí la tuvo siempre”, dijo en una entrevista con el diario local La Prensa. “Ahora, como tenemos la dictadura de esa pareja presidencial, que tienen un poder ilimitado y hacen lo que quieren, han hecho que los jueces firmen esa sentencia. (…) No hay ninguna justicia, simplemente los jueces hacen lo que les obliga la pareja presidencial. La justicia está en manos de ellos.”