De quién se trata la tal figura femenina del título queda en principio librado al espectador, dispuesto a seguir algunos pasos de una adolescente que vive con su padre ciego en una campiña brasileña muy cerca de la frontera con Uruguay. Si bien el hombre en cuestión recibe a veces la visita de una prostituta, su relación con una profesora de cerámica proveniente de estas tierras va creciendo, a medida que se acentúan los enfrentamientos con la jovencita, a la cual apenas le dirige la palabra. A esta última, por su parte, se la ve asistiendo al liceo del pueblo, compartiendo confidencias con alguna compañera y entablando una especie de romance con un muchacho de las inmediaciones que le proporciona el primer asomo de contacto sexual. Acerca de unos y otros, le toca a los asistentes extraer conclusiones, mientras contempla escenas aisladas, las cuales, al mismo tiempo, revelan la quietud y la soledad del paraje, la difícil comunicación que reina entre la mayoría de los nombrados y el sombrío futuro que parece aguardarles.
Las creíbles imágenes –carreteras polvorientas, campos soleados, noches de luna, algún imprevisto chaparrón– que Cristiana Oliveira logra mostrar de una región rural cuyos paisajes se asemejan a los nuestros, constituyen apropiado marco para una historia de seres en trance que la realizadora y guionista prefiere desarrollar al compás de reiteradas omisiones –al galancito se lo ve cada vez menos, el personaje de la uruguaya era merecedor de una mayor exploración– que, por un lado u otro, no mantienen la necesaria armonía con una anécdota más que pausada, a lo largo de la cual bien cabría introducir un poco más de información capaz de aclararle a la concurrencia hacia dónde apunta un asunto cuya elipticidad llega a lucir tan desconcertante que, en lugar de interesar a quien lo atiende, parece alejarlo.
Los aciertos de ambientación, por cierto, coinciden con la verosímil caracterización de un elenco –la espontaneidad que la juvenil María Galant aporta a la hija, el aire casi siempre desolado del progenitor a cargo de Marat Descartes (!)– en el cual, coproducción con Uruguay mediante, Verónica Perrotta, en el papel de la enseñante, reitera su desenvoltura, y hasta le da oportunidad a Jorge Esmoris para animar la figura de un vecino que la directora, más tarde, pierde también de vista por causas que no se explican en esta propuesta que brinda siempre la impresión de querer contar temas que le preocupan a Oliveira y es probable, si la responsable hubiese llegado a expresarse con más contundencia y claridad, a la propia platea.
Mulher do pai. Brasil-Uruguay, 2016