El consumo de alimentos ultraprocesados crece en Uruguay de manera alarmante y los productos pierden cada vez más nutrientes para ganar extraños aditivos. Las galletitas, las sopas y las pastas instantáneas, los quesos para untar, los refrescos saborizados, los snacks se sirven de su instantaneidad para llegar a la mesa familiar y se atrincheran bajo una agresiva estrategia de marketing para convencer sobre inexistentes bondades. También en Uruguay la poderosa industria alimenticia hace su juego, obstaculizando la regulación que, al menos en el etiquetado, deje en claro de qué se componen los alimentos.
La proliferación de gimnasios, la moda fitness –que pregona una vida saludable a través de la actividad física regular, una nutrición apropiada y el descanso necesario– y la reciente afició...
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