El Festival Internacional de Artes Escénicas (Fidae), que se viene desarrollando en 12 departamentos del país con diversas propuestas y una muy buena repercusión a nivel de público, cierra este lunes 16 de octubre. Brecha realiza un balance de lo presentado hasta ahora y adelanta los espectáculos que cerrarán el festival.
El centro de Montevideo anochece diferente con el arribo de la quinta edición del Fidae. Las calles usualmente desiertas, poco iluminadas, se abren al paso de transeúntes que salen de los teatros y en ocasiones caminan hacia otros, a pocas cuadras, en busca de una nueva propuesta que ponga estrellas a la noche de altos edificios. A poca distancia las unas de las otras, las salas abundan: teatro Solís, teatro Victoria, Auditorio Adela Reta, Auditorio Nelly Goitiño, sala Verdi. Además, el festival trasciende la capital y se despliega por todo el país, con un total de 20 espectáculos extranjeros y 12 nacionales. La programación es fresca, innovadora para el medio y para los espectadores.
El recital poético-musical A voz en cuello, de factura española, es un ejemplo por fuera de Montevideo. En Paso de los Toros logró congregar a cuatrocientas personas en una presentación basada en textos de Mario Benedetti, con poemas musicalizados por Marta Solaz y la dirección y actuación de Sergio Peris-Mencheta. El espectáculo repitió la apuesta el martes y el miércoles en el teatro El Galpón. Del mismo modo, bajo el concepto de teatro físico, el unipersonal italiano Made in Ilva fue presentado en Salto, Paysandú y Mercedes.
Dentro de las obras nacionales, por fuera de la temporada de la Comedia Nacional en su 70º aniversario, se destaca el reestreno de Rabiosa melancolía, de Marianella Morena, y Mi hijo sólo camina un poco más lento, bajo la dirección de Gerardo Begérez. A estas se suman Otros problemas de humanidad, con texto y dirección de Sebastián Calderón; La fiera, dirigida por Mariano Tenconi; y Juegos mecánicos, con dirección de Fernando Nieto. En danza aparece Caravana sísmica, con dirección de Carolina Guerra; Indiviso, de María Inés Dantes; y Manada, de Martín Inthamoussú.
Es interesante destacar que el proceso de selección para las obras uruguayas estuvo a cargo de un jurado internacional. Consultado por Brecha, José Miguel Onaindia, director del Inae y del festival, hace un balance positivo al respecto y agrega que “además de las obras seleccionadas pudieron reunirse 30 artistas-productores para presentar sus proyectos a un grupo de representantes de diversos países, que no sólo conocieron el movimiento escénico uruguayo, sino también se interesaron en programar artistas y obras”.
Otro objetivo del Fidae, asevera Onaindia, es “desarrollar nuevas audiencias”, despertar el interés en personas que usualmente –por múltiples razones– no acceden a espectáculos con estas características. Junto con el teatro Solís, organizaron un seminario para la formación de jóvenes críticos, al tiempo de facilitar el acceso para estudiantes, por ejemplo, de bachilleratos artísticos.
Pasó por el FIDAE. He nacido para verte sonreír fue uno de los lanzamientos más esperados del festival, protagonizado por la reconocida actriz española Isabel Ordaz. Con una impuntualidad perdonable se estrenó el viernes en la sala Hugo Balzo del Sodre. En un único espacio –el de una cocina–, pequeño pero lleno de objetos reconocibles, se desarrolla la acción entre una madre de dotes lorquianos y su único hijo, un enfermo psiquiátrico a punto de entrar a un hospital donde intentarán rehabilitarlo. La realidad intramuros –acogedora hasta en sus defectos– choca con la locura, esa cosa obscena al decir de la madre, la misma que culpa a su hijo por haberla dejado sola –en la realidad– mientras él viaja por otras percepciones y se expresa a través de un lenguaje corporal que desconoce palabras y que tampoco las necesita para producir dolor. Un extraño árbol crece sin hojas, sólo un retorcido ramaje que se desliza como humo, abraza los muros y no permite mirar por la ventana, nublando la percepción del mundo.
La italiana Still Life se estrenó el mismo viernes, a sólo tres cuadras, en la sala Nelly Goitiño. A través de un teatro performático, mostró intensidad, fue arriesgada y participativa, con una música cuya vibración llegó al cuerpo. En un escritorio que parece el de un noticiero, la lengua italiana con su particular sonoridad arremete contra la realidad del bullying, la segregación y el castigo masivo frente a lo que es diferente: “Quieren que todos seamos iguales”, se escucha decir. Pronto se verá un cuerpo desnudo recibiendo patadas que dejan su marca de barro y oprobio. Con poco más de una hora de duración, la obra logra cuestionarnos, y comprende como pocas la noción actual de espectáculo como golpe que no puede dar lugar a la indiferencia ni mucho menos al aburrimiento. Actores enérgicos, desplazándose por el escenario y volviendo escena a la platea, besando a los espectadores, salpicándolos con agua, plumas, haciéndolos escribir su nombre al finalizar el espectáculo.
La ciudad de los otros y Momentum fueron dos de las propuestas internacionales de danza. La primera de ellas –colombiana– se presentó en la sala principal del Sodre. Celebrando los 159 años de la abolición de la esclavitud, brilló con la frescura de sus bailarines y del sonido de algunos instrumentos ejecutados en vivo. Desde Alemania, Momentum aportó un intenso espectáculo de 45 minutos en la Zabala Muniz. Con un público rodeando la escena, cuatro cuerpos arrumbados boca abajo sobre las tablas –el rostro oculto– comienzan a jugar con insólitos movimientos en un in crescendo musical y físico que los llevará a un ascenso, a unos pies sobre la tierra ansiados por el observador que, cuando menos lo espera, ya se ha vuelto cómplice. El trabajo es tan experimental como agotador para los cuerpos.
La chilena Feos fue otra interesante incorporación. A través de un teatro con marionetas –cuyo mecanismo sorprende si no se conoce de antemano– se muestra el encuentro entre dos personajes que confirman el título de la pieza. Ambos están saliendo del cine y el hombre se acerca tímidamente a la mujer con la cual terminará tomando un café que derivará en una imperdible charla sobre la fealdad y su percepción social, sobre los lugares comunes y la falsa integración, sobre el deseo y la crueldad que a veces se esconde en una sonrisa. El afiche de la obra no hace justicia a la profundidad visual del espectáculo, que vuelve estética la fealdad de las marionetas y les da voz, agudeza y movimientos muy verosímiles. Al mismo tiempo, se proyectan animaciones que completan el cuadro, y se dejan traslucir las siluetas de los marionetistas, abriendo aun más el campo a otras significaciones. La obra está inspirada en el cuento “La noche de los feos”, de Mario Benedetti, pero va mucho más allá de él. El mundo exterior echa un vistazo a los feos, a los deformes por las circunstancias de la vida, a los que no gozan del don de la simetría, y así los hiere con la mirada y también con las palabras: el simpático mozo no tardará en decirles que hacen una linda pareja. Finalizada la obra, sólo saludaron los titiriteros: las marionetas quedaron ocultas bajo el artilugio y su velo.
El pasado lunes la figura de Benedetti se hizo visible una tercera vez: en la fundación que lleva su nombre se realizó una maratón de lectura de La tregua, su novela más conocida, publicada en 1960.
Lo que queda. La música estuvo presente en el festival con Jorge Drexler con tres fechas en el teatro Solís, y hoy viernes se cierra con la presentación de Gustavo Santaolalla en el Auditorio Adela Reta, a las 21 horas.
Además, Todo tendría sentido si no existiera la muerte se presenta hoy viernes a las 20 horas en el teatro Alianza. Es la primera coproducción entre el Fidae y el Festival Internacional de Buenos Aires, escrita y dirigida por el argentino Mariano Tenconi. Frente a propuestas que rondan la hora de duración, esta obra rompe el esquema con un espectáculo de tres horas. La historia se ubica a fines de los años ochenta y cuenta el conflicto de una maestra del interior de Buenos Aires que, luego de enterarse de que padece una enfermedad terminal, decide filmar una película pornográfica.
Por su parte, la chilena Acceso se presenta hoy a las 20:30 en el teatro Politeama de Canelones, para continuar sábado y domingo en el teatro Victoria de Montevideo. La obra, con puesta en escena del reconocido cineasta –y candidato al Oscar– Pablo Larraín, muestra la vida de Sandokan, un vendedor ambulante que necesita contar su conflictiva vida para lograr el acceso a un lugar que cree merecer. Su lenguaje se define como coa –así llaman a determinada jerga callejera en Chile–, lumpen, delictual, atroz y poético a la vez.
En danza, la española Noviembre cierra el festival. Se presenta este sábado y domingo a las 21 horas en la sala Hugo Balzo del Sodre. Se define como “un terreno de juego donde tres bailarines construyen un paisaje en común, una colección de postales donde se enredan los cuerpos, los juegos físicos y los mecanismos”. La obra, enraizada en el otoño del Norte, se sugiere como “el juego de estar juntos”.