La tercera obra escrita por Lucía Trentini (luego de Música de fiambrería y Muñeca rota) vuelve a tener un formato musical; en este caso la autora, que escribe, actúa y dirige la pieza, lo expresa en el propio título que promete una sonata para dos actrices. Y claramente la pieza en sus diálogos se estructura como una composición musical que se apoya en otros elementos formales (como el uso de las tecnologías: computadora, cámara, pantalla) que se ejecutan como instrumentos, amplificando un juego de espejos que se instala entre los dos personajes llamados Ana. Al tener la pieza una fuerte presencia audiovisual, hay un nexo con el universo de Ingmar Bergman y su filme Persona. Algo de esa inolvidable simbiosis entre personajes femeninos se traslada a la escena.
La Ana que interpreta Trentini es una chica que tras un accidente queda parapléjica y debe aprender a vivir sobre una silla de ruedas. La otra Ana (Josefina Trías) es su cuidadora y además responsable de realizar un registro fílmico sobre la condición de la enferma. En torno a este drama las dos actrices comienzan a tejer los hilos de esta sonata, acompañadas por las notas en vivo de un guitarrista (Juan Martín López) que incorpora diferentes melodías y distorsiones que apoyan la generación de atmósferas sombrías y violentas. Trentini elabora una pulseada de tensiones entre diversos polos: entre cuidador y paciente, la confesión/lo inconfesable, lo móvil/lo inmóvil. En el intento de componer un retrato fílmico afloran varias imposibilidades, la condición física claramente visible y la incapacidad de verbalizar ciertos recuerdos del pasado. Una frase se repite de forma insistente y obtura la confesión de Ana: “el cuerpo como una cárcel”.
La puesta presenta puntos altos, como el trabajo actoral, el rol del componente audiovisual, el diseño de luces, y trastabilla en la construcción del drama donde los elementos sorpresa, incorporados tal vez para dar un cierre demasiado circular al asunto, resultan forzados. Por el contrario, es muy interesante la forma de trabajar con la cámara y su registro en vivo, incorporada como una herramienta y también como un personaje más. Es ese ojo que mira y aguarda ser el escucha de aquello que Ana tiene para decir sobre su pasado. Las actrices establecen un vínculo con esa cámara –especialmente Trías, que la maneja– que encuadra y devuelve sobre una gran pantalla (centro de la escena) su recorte nada antojadizo. Se va construyendo un discurso audiovisual paralelo con el que las actrices dialogan: el primerísimo primer plano sobre un rostro y sus expresiones, sobre fotografías del pasado, sobre un teclado que escribe para dar respuestas. Las formas del videoarte refuerzan el costado documental de la propuesta.
En un formato más intimista que su última obra, Muñeca rota, Trentini vuelve a demostrar que es una de las voces autorales más interesantes del momento. Nuevamente explora el universo femenino sin caer en banderas ni radicalismos, acercándose a temas que tocan problemáticas actuales, exponiendo su posición y compromiso, trasladando a sus creaciones su condición multifacética y su talento en varias ramas del arte. Inconfesable, sonata para dos actrices se presentó por pocas funciones en la sala Zavala Muniz del teatro Solís y es esperable poder verla por otras salas.