Somos del grupo los jazzeros de Rada - Semanario Brecha

Somos del grupo los jazzeros de Rada

Con Daniel “Lobito” Lagarde.

Lo que tienen los homenajes a Rada es que el homenajeado puede caerte por sorpresa a cantar el tema “Negro”. Así de coincidente nació una traducción de “radeces” al jazz que orquestó el músico Daniel “Lobito” Lagarde y derivó en disco que este domingo festeja, con todo y “negro presidente”, un premio Graffiti.¹

—Todo comenzó con la intención de reconocer

—Sí. Yo había homenajeado un disco famoso de Miles Davis, y como ya veníamos tocando con Ricardo Nolé y ambos habíamos tocado con Rada, pensé que incorporando a Nelson Cedrez, su baterista de toda la vida, conformábamos un típico trío jazzístico capaz de versionar algunos de sus temas más emblemáticos tales como “Botija de mi país”. Y que Rada merecía un reconocimiento en vida, actitud poco habitual en este país. Entusiasmados por el hecho de compartir dos lenguajes, el del jazz y el de Rada, armamos un repertorio de unos nueve temas, y como solíamos ensayar en la casa que tiene Nelson en Piriápolis y en otra en Maldonado, terminamos presentando el homenaje en el teatro de Casa de la Cultura de Maldonado y lo bautizamos, cariñosamente, Rada’s Old Boys, porque para los tres es nuestro “negro presidente”, como le puso “Chichito” Cabral.

Homenaje al que Rada asistió sin avisar.

—Mi pareja, Diane Denoir, le había comunicado que íbamos a tocar en su honor, pero nunca pensamos que se largaría hasta allá; cuando vinieron a decirnos que estaba en la sala, acompañado por el “Lobo” Núñez, calculá la emoción que fue para nosotros y para el público. Cada vez que comentábamos algo la gente estaba más atenta a sus reacciones que a nosotros. Cuando llegamos al tema “Negro” lo invité a cantar, enseguida subió al escenario y el tema salió como si lo hubiéramos ensayado 40 veces. Después del concierto nos dijo: “Loco, universalizaron mi música”, piropo que nos ensanchó.

¿Cuándo fue esto?

—A principios de 2016. También nos animó a grabar el material que habíamos compartido, y ese año –con ayuda del Fondo Nacional de Música (Fonam) y de la Sociedad Uruguaya de Artistas Intérpretes (Sudei), más la decisión de Mauricio Ubal de incorporarnos al sello Ayuí– sacamos el disco que presentamos a sala llena, en octubre, en la Zavala Muniz.

Y ahora festejan un premio Graffiti.

—Sí, este domingo, que volveremos a ser un trío al que se sumarán Rada y el músico Pablo Somma, quien participa en el disco.

¿Coincidieron en algún momento, con Ricardo y Nelson, como músicos de Rada?

—No, yo toqué con él de 1970 a 1973 y marché al exilio; Ricardo fue su pianista en su etapa en Argentina en los ochenta, y Nelson comenzó a acompañarlo en 1995. Si uno observa el global de su carrera, verifica que fue dando frutos exquisitos en todos los tramos.

Un comentario sobre el disco señala que es buen ejemplo de que el jazz, en Uruguay, no ha muerto, ¿concordás?

—Es un género que existe hace más de un siglo y una de sus características es que cuando parece que se va a pinchar, te sorprende con una primicia que lo devuelve a la cresta de la ola. Y con el tiempo incorporó estilos nuevos, como el latin jazz y el aporte de jóvenes que lo cultivan desde un eclecticismo y una sensibilidad contemporáneos. Viniendo, como viene, de los negros algodoneros de Estados Unidos, acompañó todas las guerras y cambios sociales del siglo XX, y algunas transformaciones del XXI.

¿Y le fue fácil desembarcar en un Uruguay matrizado por candombe, tango y folclore?

—Como te decía creo que hay jóvenes que están retomándolo de la mejor manera, con pulso contemporáneo. El propio Rada mamó jazz temprano en su vida, cuando imitaba a Ray Charles, cantaba en grupos como Los Hot Blowers y formaba parte del selecto grupo de músicos que actuaban en el Hot Club uruguayo, que estaba en Guayabo y Jackson, y fue uno de los primeros clubes de jazz de América Latina. Con Rada supimos ser habitués allí de las jam sessions de los lunes. En Europa los festivales de jazz pululan en capitales y ciudades pequeñas, y la única salvedad, para mí, es que es un género que necesita una escucha atenta, no funciona en cualquier lugar.

Igual que la poesía.

—El jazz es poesía; en manos de un improvisador talentoso, el tema más frecuentado suena diferente.

¿Admite, técnicamente, la improvisación dentro de una partitura?

—Sí, el jazz se mide en coros, que son la estructura del tema; respetando la base puedo interpretar cuantos coros desee. Si decido tocar cuatro, por ejemplo, significa que variaré la estructura cuatro veces, siempre sobre la misma base. También está el free jazz, que trabaja sin estructuras y el cual probé un rato cuando era joven y esnobista (risas). Todos los jazzeros pasamos por ese estilo.

¿Cómo te armaste para sostener una vida de jazzero?

—Recurriendo, de tanto en tanto, al ejercicio de la docencia; no hace mucho di clases sobre lenguaje jazzístico en la Escuela Universitaria de Música para 40 estudiantes, cifra que nos sorprendió a todos los involucrados. Ahí verifiqué que el músico académico sigue siendo vulnerable al gusanito poético, ya que citabas a la poesía, del jazz. En contrapartida el jazzero necesita dominar la técnica porque la cabeza va muy rápido y si no la encauzás, puede frustrarte.

 

  1. The Rada’s Old Boys. Concierto homenaje a Rubén Rada a cargo del trío que grabó el disco homónimo, premio Graffiti 2017 a Mejor álbum de jazz. Integrado por el ex bajista de Tótem Daniel “Lobito” Lagarde, el pianista Ricardo Nolé y el baterista Nelson Cedrez. Los acompañarán el músico Pablo Somma y el propio Rubén Rada. El sonido estará a cargo de Daniel Canoura y las luces, de Sebastián Cybulsky. Domingo 19 de noviembre, 21 horas, sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre.

 

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