Tomemos las reacciones frente a un texto incisivo: en 2017 David Wallace-Wells publicó el ensayo Tierra inhabitable, que de inmediato se convirtió en una leyenda. Describe clara y sistemáticamente todas las amenazas a nuestra supervivencia, desde el calentamiento global hasta la perspectiva de millones de refugiados climáticos, y las guerras y el caos que todo esto causará.
En lugar de centrarse en las reacciones predecibles a este texto (acusaciones de alarmismo, etcétera), uno debería leerlo junto con dos hechos relacionados con la situación que describe. En primer lugar está, por supuesto, la firme negación de Trump a las amenazas ecológicas; luego, el hecho obsceno de que multimillonarios (y millonarios) que apoyan a Trump se están preparando para el apocalipsis invirtiendo en lujosos refugios subterráneos donde podrán sobrevivir aislados por hasta un año, provistos de vegetales frescos, gimnasios, etcétera.
Otro ejemplo es un texto de Bernie Sanders y una noticia en los medios sobre él. Recientemente Sanders escribió un comentario incisivo sobre el presupuesto republicano en el que el título lo dice todo: “El presupuesto republicano es un regalo para los multimillonarios: es Robin Hood al revés”. El texto está claramente escrito, lleno de hechos convincentes y observaciones agudas. ¿Por qué no encontró más eco?
Deberíamos leerlo junto con el informe de los medios sobre la indignación que estalló cuando Sanders fue anunciado como un orador de apertura en la próxima Convención de Mujeres en Detroit. Los críticos afirmaron que era malo permitir que Sanders, un hombre, hablara en una convención dedicada al avance político de las mujeres. No importaba que él fuera a ser sólo uno de los dos hombres entre los 60 conferencistas, sin oradores transgénero (aquí la diferencia sexual de repente fue aceptada como no problemática…). Al acecho bajo esta indignación estaba, por supuesto, la reacción contra Sanders del ala clintoniana del Partido Demócrata: su malestar con la crítica izquierdista de Sanders al capitalismo global de hoy. Cuando Sanders enfatiza los problemas económicos es acusado de un “reduccionismo vulgar”, mientras que nadie se molesta cuando los líderes de las grandes corporaciones apoyan al movimiento Lgbt.
Entonces, ¿debemos concluir de todo esto que nuestra tarea es derrocar a Trump lo más pronto posible? Cuando Dan Quayle, no exactamente famoso por su alto coeficiente intelectual, era vicepresidente de Bush Senior, corría la broma de que el Fbi tenía una orden secreta sobre qué hacer si Bush moría: matar a Quayle inmediatamente. Esperemos que el Fbi tenga la misma orden para Pence en caso de que Trump muera o enfrente un juicio político –Pence es, en todo caso, mucho peor que Trump, un verdadero conservador cristiano–. Lo que hace que el movimiento Trump sea mínimamente interesante son sus inconsistencias, recuérdese que Steve Bannon [N de R: un ultraderechista de la alt right, la derecha alternativa] no sólo se oponía al plan fiscal de Trump, sino que aboga abiertamente por aumentar los impuestos a los ricos hasta un 40 por ciento, y argumenta que ahorrar dinero público es “socialismo para los ricos”. Seguramente no es algo que a Pence le guste escuchar.
Steve Bannon recientemente declaró la guerra, ¿pero contra quién? No contra los demócratas de Wall Street, no contra los intelectuales liberales o cualquier otro sospechoso habitual, sino contra el propio establishment del Partido Republicano. Después de que Trump lo despidiera de la Casa Blanca, está luchando por la misión de Trump en su estado más puro, incluso si a veces es contra Trump. No olvidemos que básicamente Trump está destruyendo al Partido Republicano. Bannon tiene como objetivo liderar una revuelta populista de las personas desfavorecidas contra las elites: está tomando el mensaje de Trump del “gobierno por y para la gente” más literalmente de lo que el propio Trump se atreve a hacerlo. Para decirlo sin rodeos, Bannon es como las SA con respecto a Hitler, la parte populista de clase baja de la que Trump tendrá que deshacerse (o neutralizar, al menos) para ser aceptado por el establishment y funcionar sin problemas como jefe de Estado. Es por eso que Bannon vale su peso en oro: es un recordatorio permanente del antagonismo que atraviesa el Partido Republicano.
La primera conclusión que estamos obligados a extraer de esta extraña situación es que la lucha de clases ha vuelto como el principal factor determinante de nuestra vida política, un factor determinante en el buen sentido marxista de “determinación en última instancia”: incluso si lo que está en juego parece ser totalmente diferente, desde crisis humanitarias hasta amenazas ecológicas, la lucha de clases acecha en el fondo y arroja su ominosa sombra.
La segunda conclusión es que la lucha de clases se desarrolla cada vez menos entre los partidos políticos, y tiene cada vez más lugar dentro de cada gran partido político. En Estados Unidos la lucha de clases atraviesa al Partido Republicano (el establishment contra los populistas tipo Bannon) y a todo el Partido Demócrata (el ala Clinton versus el movimiento de Sanders). Por supuesto, nunca deberíamos olvidarnos de que Bannon es el modelo de la “derecha alternativa”, mientras que Clinton apoya muchas causas progresistas, como las luchas contra el racismo y el sexismo. Sin embargo, al mismo tiempo, nunca debemos olvidar que la lucha Lgbt también puede ser tomada por el liberalismo dominante contra el “esencialismo de clase” de la izquierda.
La tercera conclusión se refiere a la estrategia de la izquierda en esta compleja situación. Si bien cualquier pacto entre Sanders y Bannon queda excluido por razones obvias, un elemento clave de la estrategia de la izquierda debería ser explotar despiadadamente la división en el campo enemigo y luchar por los seguidores de Bannon. Para abreviar, no hay victoria de la izquierda sin la amplia alianza de todas las fuerzas anti establishment. Uno nunca debe olvidar que nuestro verdadero enemigo es el establishment capitalista global, y no la nueva derecha populista que es meramente una reacción a sus impasses.
* Filósofo y crítico cultural. Su última obra es Porque no saben lo que hacen (Akal).
(Tomado de Página 12, por convenio.)