Pese a que la democracia colombiana ha sido históricamente una de las más antiguas del continente, se convirtió en tradicional que los grupos armados –tanto insurgentes como paramilitares– ejercieran violencia contra los candidatos a cargos de elección popular e incluso contra los votantes. Fruto de estas acciones los muertos se cuentan por miles, aunque desde el año 2010 la incidencia de estos casos comenzó a descender de forma acelerada.
Las elecciones al Senado y Cámara de Representantes del pasado 11 de marzo, así como la campaña presidencial en estos momentos en curso, se desarrollan por primera vez en una Colombia libre de amenazas de grupos armados ilegales. Por un lado, son las primeras elecciones en Colombia tras la firma de los Acuerdos de Paz entre las FARC y el Estado colombiano, y al mismo tiempo el ELN –al menos hasta ahora– ha respetado responsablemente el acuerdo de alto el fuego durante los procesos electorales y su compromiso de no injerencia en la campaña electoral.
Sin embargo, esto no implica que el sistema de partidos y el juego electoral hayan ganado gran legitimidad en este país andino cafetero. En Colombia los partidos o movimientos políticos viven desde hace décadas muy alejados de sus bases, carecen de ideología, son altamente burocráticos y no se articulan bajo parámetros de democracia interna. Fruto de la sumatoria anterior, el sistema de partidos ha ido perdiendo valor tanto para la sociedad como para quienes optan a algún cargo público.
Esta crisis política hace que cuatro de los siete binomios que se presentan en la actual campaña presidencial se hayan desvinculado formalmente de la atadura partidista –pese a que estas tiendas políticas los apoyan indirectamente– y aparezcan formalmente ante la opinión pública como “independientes”.
Es así que las candidaturas progresistas conformadas por el binomio Piedad Córdoba y Jaime Araújo se presentan bajo el nombre de Poder Ciudadano y la de Gustavo Petro y María Ángela Robledo con el nombre de Colombia Humana; la candidatura centrista conformada por la fórmula Sergio Fajardo y Claudia López, pese a tener el apoyo de partidos como la Alianza Verde o el Polo Democrático prefirió inscribirse como Compromiso Humano; y la conservadora encabezada por el vicepresidente santista Germán Vargas Lleras en binomio con el ex ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón se presenta bajo el nombre de #Mejor Vargas Lleras pese a tener detrás al Partido Cambio Radical. Así las cosas, quedaron bajo las siglas de concretos partidos políticos tan sólo las candidaturas del Partido Liberal, compuesta por Humberto de la Calle y Clara López; la ultraconservadora uribista del Centro Democrático, conformada por el binomio Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, y la centroderechista del reaparecido Partido Somos Región Colombia, con Viviane Morales y Jorge Leyva.
Sin duda, entender la realidad política colombiana actual pasa por entender largas décadas de corrupción institucional, la falta de actores políticos nuevos con ideas renovadas, la manipulación informativa y de la opinión pública por parte de los medios de comunicación, la narcopolítica, el asesinato de líderes populares y el control del país por parte de las nuevas élites económicas y la vieja oligarquía tradicional.
LAS LEGISLATIVAS. Como antesala de las presidenciales, el pasado 11 de marzo se realizaron las elecciones legislativas en un sistema bicameral donde se eligieron 108 senadores y 171 parlamentarios.
Los análisis más optimistas ven cierta recuperación en la credibilidad democrática de Colombia por cierta mejora en el indicador de voto en estos últimos comicios, en los que votó casi un 48,9 por ciento de colombianos frente al 43,5 por ciento (promedio entre las elecciones para el Senado y la Cámara) que votó cuatro años atrás. En todo caso, dicho porcentaje de votantes se mantiene por debajo del 50 por ciento del total del censo electoral.
Pese al alto grado de fragmentación existente en el voto, se puede aseverar que los grandes ganadores en las legislativas colombianas fueron las opciones políticas conservadoras y, entre ellas, especialmente el uribismo.
El Partido Liberal y el uribista Centro Democrático obtuvieron 35 curules cada uno en la Cámara, siendo las fuerzas mayoritarias, seguidos por los 30 curules de Cambio Radical, los 25 del Partido de la U (al que pertenece el actual presidente, Juan Manuel Santos) y los 21 del Partido Conservador. Todas estas formaciones políticas, entre las cuales podría discutirse la posición ideológica del Partido Liberal, responden a posiciones conservadoras.
De igual manera en el Senado, las principales fuerzas en número de curules fueron de tendencia derechista –Centro Democrático con 19, Cambio Radical con 16, Partido Conservador con 15– quedando Álvaro Uribe Vélez, contra quien la Corte Suprema abrió una investigación penal y cuyos vínculos con grupos paramilitares y el narcotráfico son de difícil discusión, como el senador más votado de la historia de Colombia al sumar más de 875 mil votos.
Por el lado progresista cabe significar que el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, nombre del partido político conformado por las viejas FARC, apenas obtuvieron 52.532 votos en el Senado y 32.636 en la Cámara, lo que no les permitió alcanzar ningún curul y las dejó como una fuerza absolutamente marginal y sin capacidad de incidencia política. Sin embargo, según lo acordado en el acuerdo de paz en La Habana, tendrán cinco escaños en el Senado y otros cinco en la Cámara, aunque previendo la catástrofe optaron por retirar a su líder, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, de la disputa por las presidenciales.
La Alianza Verde obtuvo 1,32 millones de votos al Senado –casi la mitad corresponde al voto de Aitanas Mockus– y 884 mil a la Cámara, mientras la formación izquierdista el Polo Democrático Alternativo no superó los 737 mil y 444 mil, respectivamente. Ambas fuerzas apoyan al centrista Sergio Fajardo a la presidencia. De igual manera la lista de la Decencia, identificada con Gustavo Petro pero no promovida por él, apenas obtuvo 523 mil votos al Senado y 255 mil a la Cámara.
EN SEGUNDA VUELTA. La jornada electoral del 11 de marzo vino acompañada también por un proceso de elecciones primarias de cara a las presidenciales donde participaron una parte de las fuerzas más significativas del ala conservadora, así como parte de los sectores progresistas no involucrados en la candidatura de Fajardo ni de las FARC.
Pese a que la Registraduría Nacional de Colombia dispuso menos papeletas de las necesarias en muchos recintos electorales, una maniobra de funcionarios mañosos que conocen al dedillo el sistema electoral colombiano y que puede haber incidido en el resultado de las primarias, el uribista Iván Duque y el progresista Gustavo Petro fueron los dos grandes ganadores de esta jornada.
A cuatro millones de simpatizantes consiguió movilizar Álvaro Uribe –la figura política más trascendental del país en los últimos 16 años– para refrendar la candidatura de Iván Duque, un abogado de 41 años cuya única experiencia en cargos públicos deviene de su trayectoria como senador del Centro Democrático durante la presente legislatura. Estos resultados muestran la vigencia que mantiene el uribismo, que cuenta con una fuerte base electoral, aliados con votación propia y una importante presencia en el Legislativo.
Duque se presenta como el principal candidato presidencial conservador ante las próximas elecciones del 27 de mayo, con pretensiones de ganar en primera vuelta y acompañado en el binomio por la abogada conservadora Marta Lucía Ramírez, quien quedó como segunda con una votación de millón y medio de votos en dichas primarias. El candidato uribista cuenta con el apoyo del Partido Conservador de Andrés Pastrana –con quien tiene puestos negociados para un futuro gobierno– y también con el de los seguidores ultraconservadores del ex procurador general de la Nación Alejandro Ordóñez. La posición actual de Duque como favorito en las encuestas entre los candidatos conservadores hace que posiblemente amplíe su política de alianzas a sectores del capital que financiarán fuertemente lo que le queda de campaña.
Duque es un neoliberal que va a seguir aplicando los programas económicos emanados de las instituciones de Bretton Woods, transformando el régimen de seguridad social y pensiones, continuando con la política de privatizaciones y manteniéndose como brazo derecho de Álvaro Uribe pese a que estrictamente no provenga del ala más “derechosa” de Centro Democrático. Otra de las estrategias de Iván Duque es proceder con una reforma de la justicia, bajo la justificación de que el actual aparato judicial colombiano es inepto para dinamizar la inversión en el país, con el fin de suspender las investigaciones en marcha contra Álvaro Uribe.
A LA IZQUIERDA… En el otro lado de la trinchera se ubica Gustavo Petro, con 58 años de edad. Ha sido senador –momento en el que denunció gran parte de la trama de la narcopolítica en Colombia– y alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015. Petro obtuvo 2,8 millones de votos de respaldo en las elecciones primarias, unos 700 mil votos menos de lo que esperaba pero ganando ampliamente su disputa frente a los 515 mil votos de su rival, el abogado Carlos Caicedo, ex alcalde de Santa Marta.
El petrismo se muestra como una fuerza capaz de conseguir los votos necesarios para llegar a una segunda vuelta, siendo el candidato de la izquierda con mayores expectativas en Colombia desde hace mucho tiempo. Hay que remontarse al año 2010 para encontrar a un candidato de perfil ideológico de centroizquierda que lograra llegar a segunda vuelta; Aitanas Mockus lo consiguió con apenas 21,5 por ciento, un resultado inferior al proyectado para Petro. El logro de Gustavo Petro no es baladí, su resultado de primarias supera los 2,6 millones de votos alcanzados por Carlos Gaviria en las elecciones presidenciales de 2006 –los mejores resultados de la izquierda frente a Uribe–, a lo que hay que sumar que hasta hace muy poco tiempo su plataforma política carecía de personería jurídica y estaba inhabilitado por la Contraloría para ser candidato por una discutible sanción de 217.000 millones de pesos (unos 76 millones de dólares).
Pero además, como todo el mundo daba como claro ganador de las primarias progresistas a Gustavo Petro, es muy posible que una parte importante de sus seguidores ni siquiera se haya movilizado para tal evento. Más le vale al candidato que así sea, pues se estima que necesitará de unos 4 millones de votos para llegar a la segunda vuelta (asumiendo que el abstencionismo se mantenga alrededor del 50 por ciento).
Consciente de que Colombia es un país claramente conservador, Gustavo Petro ha ido modificando el discurso según ha ido avanzando la campaña. Pese a ello, la propuesta programática petrista no deja de ser seductora, planteando cuestiones que van más allá del discurso populista, tales como remplazar la dependencia petrolera del país por un cambio de matriz productiva que implique el impulso a energías alternativas o incluso adaptar la economía nacional a la revolución tecnológica existente buscando nuevos nichos de mercado y una inserción más inteligente de Colombia en el sistema mundo. En resumen, pese a que el éxito uribista es inculcar en la sociedad colombiana un miedo desproporcionado a las opciones políticas de izquierdas bajo lógicas de intoxicación comunicacional e informativa, la propuesta económica de Gustavo Petro aparece equilibrada y bastante sensata.
No obstante, los estudios de opinión coinciden en que de llegar Petro a segunda vuelta se generaría una fuerte resistencia entre la clase media colombiana, esa que mayoritariamente vota, propiciándose las condiciones oportunas para el triunfo de Iván Duque.
DIVISIÓN AL CENTRO… Más allá de Duque y Petro, principales contradictores en el momento actual de campaña y ambos con expectativas de crecer en número de votantes, hay otros dos contendientes en la carrera presidencial que merecen ser referenciados.
Los partidos que apoyaron a Sergio Fajardo y Humberto de la Calle sumaron por sí solos en las elecciones legislativas en torno a cuatro millones de votos, lo que les facilitaría –si fuesen juntos– colocar a un candidato presidencial en segunda vuelta. Sin embargo y pese a los llamamientos desesperados de Aitanas Mockus al Partido Liberal para conformar una coalición que apoye la figura de Fajardo, en la actualidad aún permanecen divididos.
Sergio Fajardo y Humberto de la Calle por separado son dos cadáveres políticos. En el caso de Fajardo esto se debe a la pésima campaña que realizó, a que en ningún momento gozó de estrategias electorales y que definió claramente su discurso más allá de cuestionar la corrupción institucional existente. Humberto de la Calle, por su parte, no pudo ostentar un apoyo real de César Gaviria –líder del Partido Liberal– y cometió el error de colocar en su binomio presidencial a la ex alcaldesa de Bogotá Clara López, cuya imagen está muy deteriorada por haber formado parte del gobierno municipal de Samuel Moreno, que está preso por actos de corrupción.
Mientras Fajardo y Mockus buscan en este momento negociar con Humberto de la Calle el apoyo a la candidatura del primero, el único que desde sectores centroizquierdistas podría generar una coalición antiuribista que permitiera un triunfo electoral frente a Duque, un viejo experto de la política como es el presidente del Partido Liberal, César Gaviria, piensa en dejarse medir en primera vuelta para luego negociar el apoyo a cualquiera de los dos candidatos que pudieran llegar al balotaje.
DESAFÍO POR DERECHA. Sin embargo, el riesgo real para el uribismo proviene principalmente de los sectores de la derecha. Y es el cuarto aspirante en discordia, Germán Vargas Lleras, quien representa esta amenaza.
Si sumamos el conjunto del voto conservador el pasado 11 de marzo (Centro Democrático, Partido de la U, Partido Conservador, Opción Ciudadana, Cambio Radical, votos cristianos, etcétera), veremos que alcanza los 10 millones sobre un total aproximado de 17,7 millones de votantes. Ese es el caudal de votos que posiblemente respaldaría a Duque en una segunda vuelta frente a Petro, pero es al mismo tiempo el espacio que pretende disputarle Vargas Lleras al uribismo si es que logra introducirse en el balotaje. El partido de Vargas, Cambio Radical, fue la segunda fuerza más votada en las legislativas tras el partido de Uribe.
Si bien las diferentes encuestadoras colombianas centran la pelea entre Iván Duque y Gustavo Petro, Germán Vargas Lleras es un personaje político que todavía no se debe descartar: un adecuado uso de su experiencia en la partidocracia, su figuración política como gestor de programas de vivienda popular y su disposición a llegar a acuerdos respecto al reparto del poder con cualquiera lo podrían llevar lejos.
Cambio Radical tuvo éxito en las legislativas al ocupar el espacio que sus ex socios en la coalición de gobierno dejaron vacío en diversas regiones del país. Sus listas al Legislativo obtuvieron en torno a 2,15 millones de votos y se dice que no llegaron a poner toda la maquinaria en marcha para atraer el voto clientelar.
Para llegar a la segunda vuelta Vargas Lleras necesita disfrazarse de centrista para competir con Duque, pero pese a ello puede seguir contando con el respaldo de una parte de la oligarquía que no quede alineada con el uribismo y con el apoyo de Juan Manuel Santos. Todo es cuestión de negociar puestos en el futuro gobierno con el santismo… Su propuesta electoral en el fondo no es tan distinta a la del uribismo. Plantea el control salarial, la transformación del régimen de pensiones, subir la edad de jubilación y en rasgos generales, administrar en pro de las élites económicas colombianas. El programa de Vargas Lleras no contempla una sola propuesta a favor de los que viven del salario, sin embargo su victoria sería la única posibilidad de resucitar un escenario de gran coalición central que volviera a integrar a los actuales socios de la Unidad Nacional, dejando fuera al Centro Democrático por el lado más conservador y a los petristas por el lado progresista.
En estas condiciones lo que pase con la evolución de los compromisos adquiridos respecto a los acuerdos de paz y las negociaciones en marcha con el ELN es una incógnita.