El cuestionamiento del encargado de seguridad de la selección uruguaya de fútbol, Miguel Zuluaga, y la actitud del periodismo deportivo y del maestro Tabárez frente a estos hechos conforman un complejo asunto sobre el que conviene reflexionar.
Miguel Zuluaga, encargado zafral de la seguridad de la selección desde la época del gerenciamiento de Osvaldo Giménez en la Auf, figura como responsable de algunos informes de actividades en diversas reparticiones de la Dirección Nacional de Investigación e Inteligencia de la dictadura. Es un posible acusado de responsabilidad funcional en torturas, tiene su responsabilidad cuestionada en un expediente judicial en proceso de habilitación por la Suprema Corte de Justicia, es mencionado por Álvaro Rico en su “Libro blanco” sobre los desaparecidos, y está fuertemente cuestionado por testimonios de torturados –aunque no como actor directo en las torturas–. La secuencia de hechos ocurridos, con denuncias de Ong de derechos humanos ante la Auf, es ilustrativa de varias características de los roles y funciones del cuerpo técnico celeste, en especial del entrenador Óscar Tabárez, y de la mayoritaria orientación político-ideológica del periodismo deportivo.
En efecto, la Ong denunciante estudió con mucho cuidado la información documental judicial y testimonial disponible, y, acertadamente, concluyó que las actividades de Zuluaga durante la dictadura merecían ser conocidas, en particular por la Auf, de modo de habilitar un cuestionamiento puramente social de Zuluaga. Formalmente, el vínculo laboral no podía cuestionarse, ya que penalmente Zuluaga aún usufructuaba de la presunción de inocencia, desde que sus antecedentes y actividades documentables todavía no habían llegado a la instancia del procesamiento, que es el levantamiento formal de esa presunción bajo asunción de una razonable sospecha que amerita el cuestionamiento de la presunción simple de inocencia. Obsérvese que un vínculo laboral sólo puede romperse con una condena firme, ya que sólo entonces la culpabilidad sustituye a la inocencia y habilita una pérdida de ese vínculo. Correctamente, la Ong solamente comunicó a la Auf los resultados de su investigación sobre el pasado de Zuluaga como jerarca con determinadas responsabilidades administrativas, como parte de una actividad de denuncia social sobre su pasado. De modo esperable, Zuluaga presentó sus descargos mediante los oficios de un abogado que sostuvo su inocencia en la comisión de torturas y su responsabilidad secundaria por las actividades de investigación con interrogatorios, comúnmente acompañados de torturas, testimoniadas por víctimas de esas actividades. Frente a esas fundadas sospechas, y al cuestionamiento judicial aún no resuelto, la Auf, muy acertadamente, llegó a un acuerdo con Zuluaga por el cual no se le enviará al Mundial de Rusia, ya que su figura sospechada y cuestionada no lo hacía un adecuado representante del país en un evento internacional de máximo nivel y difusión; pero no se cuestiona formalmente, a futuro, su vínculo zafral acostumbrado.
Zuluaga, entretanto, había construido una buena amistad con el cuerpo técnico y tenía un buen compañerismo con los jugadores, al parecer en parte como excelente pareja de truco. La consensuada resolución de la Auf sobre Zuluaga fue comunicada al cuerpo técnico y a los jugadores, que la aceptaron plenamente. Un proceso claro, limpio y acertado por parte de todos los actores accionantes e institucional y administrativamente responsables por el tema.
Pero un posible problema lo constituyen, por un lado, la reacción mayoritaria del periodismo deportivo ante la denuncia sobre Zuluaga, y por otro la reticencia de Tabárez a tomar cartas en el asunto y referirse públicamente al tema. Expliquemos.
Uno. Es sabido que la mayoría del periodismo deportivo es más bien de derecha, y trata a) de preservar la integridad del proceso que se está llevando a cabo para intervenir de la mejor manera en el Mundial de Rusia, y b) de oponerse a actitudes de militancia política que reputan exageradas y que “ensucian la cancha” y la cohesión del grupo humano celeste; consecuentemente, convocaron al abogado de Zuluaga para priorizar su defensa frente a conflictivos periodistas y activistas zurdos y fanáticos cuyas acciones perjudicarían el buen relacionamiento dentro de un grupo humano conformado, buen sustento de la buena marcha de la celeste en su esperanza mundialista rusa.
Dos. El Maestro Tabárez evitó responder públicamente sobre el asunto, no tomó ninguna iniciativa al respecto y declinó opinar, llegando a cuestionar su pertinencia para hacerlo y lo inoportuno del tema para la marcha de los preparativos hacia Rusia. Como Tabárez tiene un perfil de hombre de izquierda moderada y hasta progubernamental, quizás, sobre todo entre periodistas de izquierda poco duchos en el fútbol y su mundo, se abrió una cierta perplejidad sobre esa prescindencia, inacción y molestia de su parte en un tema en el que hay importantes derechos humanos en juego. Creo que hay que entender que Tabárez seguramente cree: a) que no es un asunto técnico del que deba ocuparse el cuerpo técnico sino otras instancias administrativas, como ocurrió; b) que su involucramiento personal e iniciativa podrían tener un impacto adverso en un grupo humano acostumbrado a Zuluaga, y, además, acarrear fastidiosas inversiones posteriores de tiempo que colidirían con sus funciones fundamentales en el trabajo de la selección; c) que su responsabilidad en la cohesión de un grupo humano importante para todo el proceso de los últimos diez años sería más bien la de protegerlo y sólo cuestionarlo con elementos y decisiones provenientes de las autoridades administrativas, como de hecho ocurrió; d) quizás también considerara que la importancia política, económica y social de la actuación en el Mundial es tal que supera largamente la importancia política que asuntos penales y de derechos humanos pudieran tener. Y que, además, él tiene un rol importante en el “operativo Mundial” y ninguno especial en el otro asunto.
Queda abierta la discusión, que ya en parte fue abierta.