Los tiempos han cambiado, y no para bien. Veinte años atrás, pocos críticos serios se hubieran tomado el trabajo de buscarle la vuelta “culta” y “estética” a una película* con un humor tan guarro, con una mirada tan desembozadamente nostálgica sobre el costado más frívolo de la llamada cultura de los ochenta, con una actitud tan frívola ante la prolongación de la adolescencia en adultos hasta límites poco imaginables, con una trama tan unilateral.
Cuarenta años atrás, ningún crítico serio se hubiera tomado el trabajo. En aquellos tiempos, Porky’s y compañía fueron tratadas como lo que eran: subproductos sin ninguna elaboración teórica o práctica, más aptos para adolescentes en vena que paradigmas de una zafaduría presuntamente liberadora. En aquellos tiempos no se hablaba de incorrecc...
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