A partir de octubre, nuestra región fue escenario de revueltas, estallidos sociales, golpes y contragolpes. Además de importantes elecciones. Una verdadera cadena de acontecimientos que develaban la reaparición de sus conflictos históricos y de la pérdida de estabilidad de los gobiernos de derecha, que comenzaron a tomar el poder hace apenas cuatro años.
Lo que ha vivido América Latina en octubre y noviembre de este año puede ser comparado con otras series de estallidos geográficos continuos, como la primavera árabe y las revoluciones de colores de Europa del Este, y la contradicción central, en este caso, es la lucha entre sectores populares, indígenas, campesinos, estudiantiles y barriales contra las elites económicas, políticas y militares que soportan un nuevo coloniaje.
En Chile y Colombia, países que a comienzos de año lucían muy estables dentro del modelo liberal, ocurrieron estallidos sociales que aún retumban. En Ecuador sobrevinieron, a partir del 2 de octubre, una serie de manifestaciones indígenas y populares que en seis días revirtieron las medidas que el gobierno había programado junto con el Fondo Monetario Internacional.
En los procesos electorales de los últimos meses resultaron ganadores los movimientos progresistas: en las regionales en Colombia, en las presidenciales de Bolivia el 20 de octubre (nadie niega la ventaja electoral del depuesto Evo Morales) y en las de Argentina el 27 de octubre. Uruguay fue el único país que le dio el triunfo a la derecha. Bolivia, ya en noviembre, fue el escenario de un contragolpe de fuerzas conservadoras abiertamente impulsadas por Estados Unidos que impusieron a una presidenta, autojuramentada, que rápidamente respondió de manera violenta a las movilizaciones indígenas que la confrontaron. Todas esas chispas crearon un verdadero incendio, que se sigue propagando y del que nadie se siente a salvo.
EL FIN DE UN MODELO. Durante el ciclo progresista (2002-2015) caracterizado por los triunfos de Hugo Chávez, Evo Morales, Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner, el Fondo Monetario Internacional se replegó. Una vez que la derecha retomó el poder, revivió los paquetes de medidas de ajuste que se aplicaron por oleadas en el segundo semestre de 2019 en Argentina, Haití, Ecuador, Chile y Colombia. Y en todos esos países produjo una respuesta popular que terminó de poner en jaque al liderazgo de la región, a los modelos económicos prediseñados, al régimen mediático, al andamiaje institucional.
El modelo chileno, especialmente, ha quedado muy debilitado. Ejemplo liberal por excelencia, se lo acusa por múltiples voces de ser un sistema injusto y profundamente desigual. A esto, que ya había sido denunciado en episodios críticos anteriores, se le suma ahora que tampoco demuestra ser un régimen estable políticamente y su macroeconomía se ha visto afectada mientras el conflicto se derrama y satura el tejido social. El presidente Sebastián Piñera ha tenido que dar varios pasos atrás, obligado a aceptar la gravedad de la crisis.
¿CÓMO QUEDA ESTADOS UNIDOS? Desde México a Argentina el imperio se está quedando sin patio. Las protestas de julio que obligaron a Ricardo Rosselló, gobernador de Puerto Rico, a renunciar son un símbolo del nivel de desafío que han plantado los movimientos sociales y los sectores populares.
Con el estallido del 21 de noviembre en Colombia, Estados Unidos pierde la estabilidad de la “cabeza de playa” preferida para penetrar Suramérica. En Brasil, la reciente liberación de Lula ha demostrado que las medidas judiciales, como las usadas contra el ex presidente para que no pudiera reelegirse, son temporales e insuficientes, lo que aumenta el atractivo para la derecha de la opción militar, que ya se está utilizando en Bolivia. La vía electoral luce muy complicada, pero Estados Unidos no va a renunciar a reordenar el territorio según sus intereses y puede intentar desempolvar viejos manuales para ello.
Debe tenerse en cuenta que lo que estalla no son colonias más allá de los mares. No es África ni los Balcanes. El incendio ocurre en el radio más próximo de influencia de Estados Unidos, y Donald Trump, al borde del impeachment, no genera confianza como bombero. Como columnas de humo brotan señales de una crisis de la hegemonía de Estados Unidos en su patio trasero. ¿Puede un imperio exhibir una humareda incontrolable en su esfera de influencia y seguir presumiendo de tal?
Ningún régimen, de izquierda o derecha, estará posicionado de la misma manera de ahora en adelante. Todos tienen las manos atadas para tomar medidas económicas que puedan confrontar la recesión que el mundo espera para el año que viene y que conllevará una nueva caída de los precios de las materias primas que sustentan la economía de Latinoamérica. Por tanto, cabe esperar un año 2020 conflictivo y de aumento de la pobreza.
El incendio podría conseguir combustible y arropar más territorio. Nos quedan unos meses para saber si este final de 2019 fue un lapso de estallidos encapsulables o es el prolegómeno de un nuevo ciclo progresista en la región.