El abandono por parte de Ecuador y posterior detención de Julian Assange en Londres motivó tal vez menos reacciones de protesta que las que se podía esperar. El metódico trabajo de destrucción de la imagen del australiano y de su organización, Wikileaks, no parece ajeno a eso. Más allá de cualquier consideración sobre la personalidad de Assange, lo que está en juego es otra cosa.
De Julian Assange
es más que probable que por un buen tiempo mucha gente guarde en su memoria
sólo las últimas imágenes, esas que lo muestran como un viejito desvalido a
pesar de sus 47 años, y se quede con los relatos que se hicieron recientemente
de sus delirios, de sus perturbaciones, o con las denuncias de ex compañeros
sobre su egolatría o su sed de poder. Medios de prensa, incluidos algunos que
sacaron parti...
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